Image: Miquel Molina: Somos los libros que hemos leído y las películas que hemos visto

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Letras

Miquel Molina: "Somos los libros que hemos leído y las películas que hemos visto"

El periodista publica La sonámbula, un suspense doméstico sobre las ilusiones perdidas con reminiscencias de La ventana indiscreta de Hitchcock

1 marzo, 2018 01:00

Miquel Molina

Aunque Miquel Molina (Barcelona, 1963) ya había publicado previamente un libro de reportajes, El Everest a la hora punta, no fue hasta 2014 cuando se aventuró por primera vez con una novela, Una flor del mal. Con La sonámbula (Destino), cuatro años después, repite experiencia con otro suspense. Una intriga que toma su título de un libro de 1837 que encontró en un anticuario al sur de Francia. El tomo contaba la historia de una sonámbula alemana que "por las noches visitaba los planetas del sistema solar" y estaba escrito con un tono "tan naif y tan mágico" que pensó inevitablemente en la protagonista de su primera novela.

El argumento de La sonámbula recuerda en parte a La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock. En ella cuenta la historia de Marta, una exbailarina profesional retirada por una lesión que un día se ve recluida en casa por una baja médica hasta que la muerte de una vecina llama a su puerta. El inicio, revela el autor, está basado en un acontecimiento que le ocurrió a él mismo. "Un día me estaba duchando en casa cuando me llamó la asistenta de la mujer que vivía debajo porque se la había encontrado en el suelo del baño".

Explica, no obstante, que después de acabar Una flor del mal, empezó a escribir otra obra que también tenía que ver con el mundo del arte, un misterio en torno a otro cuadro. "La verdad es que me estaba aburriendo soberanamente -confiesa-, porque tenía la sensación de estar escribiendo la misma novela anterior. Entonces pasaron por delante de mí una serie de objetos, ideas, cosas que me hicieron pensar que podría tener una trama para un nuevo texto. Siempre recuperando aquella voz de la adolescente francesa". Aquel fue el punto de partida.

Aunque en el universo exista un movimiento espectacular, las estrellas comparecen cada noche en el mismo sitio."

Pregunta.- ¿Qué diría que se va a encontrar el lector de Una flor del mal en esta La sonámbula? ¿Tienen ambas obras elementos en común?
Respuesta.- No son novelas parecidas pero sí que va a encontrar algo evidente. En Una flor del mal había un diario narrado por una joven en primera persona. Era una joven del siglo XIX y tenía poco menos de 20 años en aquel momento en que las ilusiones están todavía intactas. Esa voz la he recuperado en La sonámbula como la voz principal. Es un poco el tono. No tiene nada que ver un personaje con el otro. Ahora es una mujer de 42 años y las ilusiones ya empiezan a perderse o a darse por perdidas. Quedé contento con aquella experiencia y quise reincidir con más extensión en el nuevo libro.

P.- ¿Se podría decir que su novela, además de ese suspense inicial con el que empieza la trama, es una búsqueda más personal, la de su protagonista consigo misma?
R.- Arranca con ese misterio y, al margen de que ese misterio se sigue desarrollando, es verdad que la protagonista entra en la novela con todas sus circunstancias, aprovechando esa baja laboral que tiene en un momento en que la vida le permite parar y ponerse a pensar. A partir de ese misterio de la gente que va conociendo, de esa vivencia de meterse en la vida de los otros, inicia también una exploración de sí misma. Ahora que todo somos capaces de llegar a todas partes, y que todo está cartografiado y no hay ningún misterio en la tierra, nuestro cerebro sigue siendo una gran incógnita.

P.- Dice su protagonista que "el suelo es para las bailarinas una herramienta de trabajo con la que están siempre en contacto", no obstante, ella se vuelve aficionada a la astronomía, ¿le gusta jugar con ese dualismo entre cielo y tierra, Marta o Ginebra, a lo doctor Jeckyll y Mr. Hyde?
R.- Existe algo de paralelismo con el Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, sí. Hay una protagonista mucho más atrevida que se atreve a jugar en una red sentimental y hay otra que es más prudente. De todas maneras el suelo es lo que ella necesita para sentirse firme pero también, a partir de la observación del cielo, hace un uso de las estrellas y del espacio adaptado a su necesidad de sentirse situada en algún lugar, de tener unas referencias claras. Aunque en el universo exista un movimiento espectacular desde nuestro punto de vista, las estrellas comparecen cada noche en el mismo sitio. Necesita saber esto para enfocarse en la vida. Porque a ella se le ha desenfocado un poco todo por determinadas circunstancias y esa reflexión que hace también deriva de la edad.

P.- Por otro lado, existe una clara referencia a La ventana indiscreta, de Alfred Hitchcock, ¿qué importancia tiene el cine en La sonámbula?
R.- Es algo de lo que me he ido dando cuenta conforme avanzaba la promoción de la novela. Excepto alguna referencia concreta a La ventana indiscreta o a Psicosis, no era tan consciente de estar influido. Supongo que al final somos los libros que hemos leído y las películas que hemos visto. Eso condiciona nuestra manera de ver las cosas y lo adaptamos todo a ese imaginario que tenemos. Hay una escena en que mi protagonista, de hecho, ve a su madre rodeada de pájaros. El miedo a los pájaros que ella expresa muy bien es otra película de Hitchcock. Pero no era consciente de ello. Luego hay otras referencias más concretas. Películas antiguas que ella tiene que ver porque su médico le ha recomendado que vea cine en blanco y negro y que no utilice el teléfono. Así que sí, es un personaje que viene de la literatura y del cine. Probablemente todos lo hagamos y acabemos expresándonos así cuando nos lanzamos a hacer ficción. Estas referencias nos guían. Somos prisioneros de ellas. Benditas referencias por otra parte.

R.- ¿Considera como su protagonista que el cine antiguo es simple?
P.- Ella quiere engañarse. Piensa que con esas películas está a salvo. Pero luego ve esta película fantástica de 1919, Rapsodia satánica, en la que hay un Fausto femenino y entra de lleno en el drama que está viviendo ella. No, no hay tramas simples.

P.- Escribe que las bailarinas pueden identificar cada rincón de su cuerpo con su nombre científico, por eso saben donde duele. ¿Es esa la razón por la que escriben los escritores? ¿Para identificar dónde está el dolor?
R.- Es probable que sí. No somos conscientes pero es probable que sí que al lanzarnos a escribir acabemos descubriendo sensaciones, vivencias, que tenemos ocultas y que afloran. Yo me dejo llevar y de hecho me siento reflejado en varios de los personajes. No en uno solo, pero sí en varios de ellos, y mis carencias las reflejo en las virtudes de otros personajes. Esta voz fantástica que tiene Alfredo, por ejemplo, ese tipo de cosas que siempre me hubiera gustado tener, ahí están.

Mi protagonista se da cuenta de que sus sueños de juventud no se van a cumplir e intenta asumir esa despedida con elegancia. "

P.- ¿Y qué papel juegan las nuevas tecnologías en su obra?
R.- Juegan un papel por ausencia. Ella hace como una limpieza. Más allá de unos mensajes que envía por WhatsApp, abandona sus redes sociales y se vuelca en la lectura y en el cine. Es una manera también de hablar de la tecnología de manera elíptica. La novela también tiene una cuestión, de la que sí era consciente, que me planteé cuando la escribía. El miedo al doble, a que nos roben nuestra propia imagen reflejada en el espejo y que esa imagen actúe de una manera que no podemos controlar. Eso también tiene mucho que ver con el temor que tenemos ahora, con el uso de las redes sociales, a que nos suplanten la identidad. Conocemos casos de gente a la que le han robado su correo electrónico o casos más graves de cuentas de Facebook que pueden hacerte realmente el mismo daño que estas imágenes que aparecen en la novela, estas referencias al hecho de que alguien construya a otra persona a partir de tu propia imagen. Es el miedo a que nos dupliquen y a que ese doble actue de una manera que nosotros no podemos controlar.

P.- ¿Cómo valora su novela?
R.- Después de releerla, una vez publicada, cuando pienso en ella con un poco de distancia la veo como una novela sobre las ilusiones perdidas. Sobre cómo la protagonista se da cuenta de que sus sueños de adolescencia y de juventud no se van a cumplir e intenta asumir esa despedida con elegancia. Como las bailarinas al caer, que es lo que las diferencias de las gimnastas. En lugar de la caída seca y dura de estas, las bailarinas realizan ese ejercicio del brazo dejándose caer que es muy revelador. Es el tipo de caída que mi protagonista quiere ejecutar. Ella piensa que las ilusiones se pueden perder con cierta elegancia asumiendo el paso del tiempo y que ya no eres quien querías ser.

P.- ¿Y piensa ya en un próximo proyecto?
R.- Tengo notas para una tercera novela pero todavía tardaré un poco. Entre medias probablemente escribiré un ensayo sobre la situación de la cultura en Barcelona, un poco la sensación de decadencia, que es de lo que escribo habitualmente. Pero sí, probablemente habrá una tercera novela y tendrá que ver también con alguno de los elementos que se repiten en las anteriores, que son los venenos. La aparición de frascos de veneno. Es un poco la fascinación romántica por aquel momento en que uno se podía quitar la vida en cuestión de minutos por un producto comprado libremente en la farmacia. Ahora es mucho más difícil. El veneno tiene este componente romántico de la muerte inmediata y esto se va a repetir en la tercera novela.

@mailouti