Leonor de Recondo
Habla con el mismo ritmo musical que acompaña la lectura de sus novelas. Leonor de Recondo (París, 1976), violoncelista a la vez que escritora, compagina sus dos trabajos creativos con su función de madre. De hecho, está en España, primero unos días en Bilbao, luego en Madrid, durante las vacaciones escolares francesas. "Bilbao porque soy vasca española", como De Recondo nos contó a través de Sueños olvidados, la novela que escribió sobre el exilio de su familia a Francia durante la Guerra Civil española.Su español es fluido, con alguna sonoridad francesa. Su espontaneidad es española, su elegancia francesa. Leonor de Recondo es eso, una mezcla de estos dos países y de sus dos profesiones artísticas. En estos días de nieve, ha venido a España para hablarnos de su última obra publicada en castellano, Amores, novela en la que narra la historia de dos mujeres de origen social diferente a principios del siglo XX, unidas por el amor.
Pregunta.- Muchos de sus libros parten de su propia realidad. Pietra Viva, novela sobre la búsqueda de Miguel Ángel del mármol en el que esculpir el David, sitúa la escena en Carrara, donde usted pasaba los veranos de pequeña. Pero Amores habla de eso, del amor en plural, amor materno, amor carnal, amor entre mujeres. ¿Cuál fue el origen de esta novela?
Respuesta.- Escribí la novela en 2013 cuando hubo muchas manifestaciones y discusiones sobre el matrimonio homosexual y la adopción en Francia. Fue un momento sobre los derechos muy duro pero también muy interesante. Lo que no había previsto era escribir una novela sobre este tema precisamente. Me imagino que el ambiente me influyó.
P.- La novela se sitúa en una casa burguesa en el campo francés, a principios del siglo XX. Pero se ha dicho de su novela que recuerda a la actualidad. ¿En qué medida ha cambiado la vida de las mujeres en este siglo?
R.- Nos alejamos para volver a la tradición. Hoy siento que, en mi generación, hay algo que obliga a la mujer a ser madre. La sociedad nos dice a su manera que una mujer, para estar completa, debe pasar por la maternidad. Eso es bastante distinto de lo que pensaba la generación de nuestras madres, por ejemplo. En los años 60 y 70, con la liberación sexual y la anticoncepción, se vio la maternidad como una opción posible pero no obligatoria. Sin embargo, hoy en día las modelos que nos ofrecen los medios de comunicación -estas actrices o estrellas de cine-, hablan y exponen mucho su maternidad. Me interesaba investigar, sin juzgar, dónde se encuentran las raíces de estas cuestiones. Asimismo, me interesaba tomar una distancia histórica sobre esos hechos. El principio del siglo XX, antes de la Segunda Guerra Mundial me parecía un momento idóneo. Representaba un mundo perdido, el siglo XIX, el mundo de antes. Llega la Revolución Industrial, llegan los primeros coches, el teléfono y, de repente, dos mundos se enfrentan, el antiguo y el moderno. Con la Primera Guerra Mundial vemos cómo las mujeres van adquiriendo cada vez más espacio. Los hombres se han ido al frente. En el XIX, no salen de sus corsés y de su mínima educación.
P.- El desencadenante de la narración es el embarazo de la criada. Cuando nace el niño, Victoire, que no ha podido tener hijos, decide adoptarlo. Me chocó que al principio el niño desfallece, casi muere, sin amor. Hasta que por fin despierta el amor en estas mujeres. Amores no solo trata del amor carnal, sino también del maternal. El niño despierta los diferentes amores entre estos personajes.
R.- Cuando me documenté para la escritura del libro, leí la historia de los niños que no son amados al nacer y que entonces, al cabo de tres o cuatro semanas sin amor, se mueren. Se dejan morir. La vida sin amor no vale la pena, aunque en estos bebés va más allá. Se trata de un imposible. Eso me llamó mucho la atención y pensé que había algo de fundamental. Y sí, tienes razón. En esa casa, antes de la llegada del niño, no hay amor. El amor y todas sus variaciones. Por eso el título está en plural. Los diferentes amores empiezan con él. Con su inocencia. Con su necesidad fundamental de amor. Ahí hay algo que se desencadena y que entienden tanto Céleste al ver todo lo que podía dar ella misma, su cuerpo, como Victoire igual. Eran dos cuerpos vacíos, trasparentes, sin vida que de repente se ponen a existir. Victoire ve en el cuerpo esa posibilidad de ser. Como un espejo de sí misma, ve que hay una unidad. No había previsto al principio de la novela que estas dos mujeres se fueran a amar. Pero en un momento dado, me pareció muy lógico que para entenderse y para el descubrimiento de ellas mismas era obligatorio. Veo tu cuerpo, quiero tu cuerpo por el niño que ha traído a la vida.
P.- La novela va más allá de un retrato social. Empieza con una violación y acaba dulcificando esos encuentros y acercando a los personajes a través del cuerpo primero y luego del amor. Las mujeres, opuestas, tanto Victoire como Céleste, consiguen desafiar las reglas sociales. Una tiene la obligación de ser madre. La otra no puede serlo. De repente, ocurre a la inversa y sin embargo, estas mujeres se aman.
R.- Me interesaba escribir una novela sobre la emancipación de la mujer y sobre cómo, cuando un cuerpo está encerrado, la mente lo está también. La mente y el cuerpo para mí van juntos. Quería poner en una casa burguesa, a principios del XX, a dos mujeres, dos destinos y dos cuerpos. Victoire es una mujer burguesa que debe tener hijos para existir. También ella va a cambiar su mirada sobre sí misma. Siente el vacío. Siente su cuerpo inútil por no poder dar hijos. Por el otro lado, el cuerpo de la criada, de Céleste, es un cuerpo que sirve para todo, para los abusos, que es parte de su condición, y que termina por quedarse embarazado. A raíz de ello, lo perderá todo. Mi intención era denunciar esta condición, que tiene que ver con el hecho de que las mujeres, en esa época, no tenían libertad, ni de votar, ni de abrir una cuenta en el banco, dependían absolutamente de la situación de sus hombres. A las dos les han dicho sin cesar que tienen mucha suerte. Pero eso no pasa de ser una mirada social. La suerte íntima de tener un lugar propio no existe.
P.- Ahora que se publica Amores en España asistimos al movimiento del #MeToo. La novela empieza con el abuso del señor de la casa sobre Céleste. ¿Qué piensa de esa coincidencia?
R.- Es interesante el momento en el que salen los libros. Obviamente los abusos de hoy en día adquieren mayor resonancia al leer la violencia que existe en mi novela. Cuando la escribí en 2013, no podía ni imaginármelo. Pero esto es magnifico porque los libros deben leerse con todo lo que nos ocurre a nuestro alrededor. El imaginario se despliega y se nutre de ello. Y me parece muy interesante el momento de la publicación en España de esta novela. Los temas de la emancipación, del destino, de la moral, de la hipocresía, de qué hacemos con las posibilidades que nos damos, que nos da la sociedad, son temas fundamentales para las mujeres. Lo primero que debemos hacer como mujeres es autorizarnos. Tenemos muchas obligaciones, cada vez más responsabilidades. Somos madres pero también mujeres activas, profesionales en varios campos como yo, amantes... La "carga mental" de estas responsabilidades es enorme. Siendo yo misma madre, escritora, violinista, lo vivo. Creo que el eco que tuvo Amores en Francia cuando salió fue también por lo que nos enseñaban estos destinos femeninos.
P.- Pero usted trata en todas sus novelas el tema del doble, masculino/femenino, como si no se diferenciaran tanto. Miguel Ángel busca la perfección que vio en un cuerpo masculino. Victoire se reconoce en Céleste y en Punto Cardinal el personaje cambia de sexo.
R.- Sí, yo creo que somos múltiples y que en cada uno de nosotros hay algo femenino y masculino y que según los momentos en la vida, se tiende más hacia un lado o hacia otro. Existen nociones más masculinas como el poder o el coraje y otras femeninas como la sensibilidad. Para mí todo eso es absurdo. Me remito a la idea de Platón sobre la unidad. Somos múltiples y cuando conseguimos reunir lo masculino y lo femenino alcanzamos la serenidad. Después de haber pasado dos años en la mente de un hombre, de Miguel Ángel, para la escritura de Pietra Viva y de sentirme muy hombre, y luego en Amores, de sentirme muy mujer, decidí en Punto Cardinal describir a alguien que va cambiando. Creo que tiene más que ver con la identidad. La sociedad nos encasilla. En la sexualidad existen miles de posibilidades. Pero la sociedad tiende a encasillarnos en funciones y géneros.
@JacintaCremades