Susan Sontag
En 2003 Susan Sontag fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras (junto a la marroquí Fatema Mernissi). Tuve entonces oportunidad de conocerla personalmente e incluso entrevistarla para estas mismas páginas (El Cultural 16/10/2003) en la que todavía recuerdo como una entrevista singularmente inquietante. No por la personalidad de la autora, de lo más afable y encantadora, sino por la sensación de que Sontag siempre ha ido un paso por delante del resto de los mortales, y eso siempre provoca una cierta preocupación adicional. Iba a interrogar a la gran dama de la intelectualidad norteamericana del último cuarto del siglo pasado; a la autora de la imprescindible Against Interpretation (1966) que pese a su medio siglo continúa siendo de obligada referencia para la crítica literaria.El volumen de cuentos que se acaba de publicar no resulta totalmente novedoso. Ocho de los once que contiene ya eran bien conocidos, pues formaron parte de la edición de Seix Barral Yo, etcétera (1983). Pero uno de los valores de este volumen sería que por primera vez, según asegura la editorial, se reúnen la totalidad de relatos escritos por Sontag. En cualquier caso, toda publicación firmada por la escritora bien merece que ser tenida en cuenta.
Escribe el novelista y crítico Benjamin Taylor en el breve Prólogo para la edición inglesa que "los cuentos son adonde debemos dirigirnos para conocer a Sontag más íntimamente" llegando a afirmar que "los cuentos son su obra más recóndita". Probablemente tenga razón Taylor, aunque durante la lectura me ha costado olvidar a la Sontag ensayista; imagino que no seré el único.
El primero de la colección es probablemente el más conocido -desde luego el más referido aunque no apareciera en Yo, etcétera- de todos ellos. Me refiero a "Peregrinación" en el que relata cómo con catorce años recién cumplidos -1947- peregrinó para conocer al autor de La montaña mágica, el Nobel Thomas Mann. La narración en primera persona intensifica la credibilidad de lo narrado; además, la distancia temporal entre lo narrado y el momento de la escritura permite al lector tener un íntimo conocimiento de la Sontag adolescente donde su espíritu rupturista y transgresor se perfila con nitidez: "Leer y escuchar música: los triunfos de no ser yo misma.". El arte, la música y la literatura, como catarsis: "… no era un libro [La montaña mágica] más que habría de gustarme, sino un libro que me transformaría,…" (p. 23). También de corte autobiográfico es "Proyecto para un viaje a China" (el padre de Sontag murió en China cuando ella tenía 6 años): "La muerte es irreversible, innegociable. No inasimilable." (p. 59); pero no es necesariamente esa la dinámica de los relatos aunque proliferen las narraciones en primera persona.
Cada uno es distinto, singular, como si todos y cada uno de ellos hubiera sido escrito por un autor distinto. Eso sí, con el común denominador de la incesante búsqueda, experimentación en muchos casos, de nuevos modelos narrativos en la línea de un Donald Barthelme por quien repetidamente manifestó su admiración. En "Nene", buen ejemplo de lo expuesto, la historia se pertrecha exclusivamente con las alocuciones, en forma de diario, de unos padres que visitan agobiados al médico que trata a su pequeño. En "El muñeco" el protagonista fabrica un muñeco que pueda reemplazarle porque "Los problemas de este mundo solo se resuelven de dos maneras: por extinción o por duplicación." (p. 125). Particularmente me ha resultado muy interesante "Repaso de antiguas quejas" un complejo texto de vocación existencialista donde la autora parece destilar el mejor Kafka de El Proceso, el mejor Pynchon de La subasta del lote 49, y el mejor Borges de El Aleph.
"Sabemos más de lo que podemos aprovechar […] Y no sabemos ni por asomo lo suficiente" (p. 283) leemos en "Declaración" y en cierta forma esa es la sensación que nos acompaña tras la lectura de estos heterogéneos y turbadores cuentos.