Arturo Pérez-Reverte
A poco que se investigue en su perfil de Twitter, salta a la vista que Arturo Pérez-Reverte es un profundo amante de los perros. "Casi la tercera parte de mi actividad en esa red social se basa en perros abandonados a los que intento ayudar", reconoce. Siempre ha tenido perro y siempre le han gustado. Uno de sus libros más recientes, de hecho, es Perros e hijos de perra, una recopilación de los artículos que dedicó a estos animales entre 1993 y 2014. Así, no debería sorprender su nueva obra, Los perros duros no bailan, una novela policiaca protagonizada por uno de ellos. "Siempre había querido escribir una novela de perros", ha explicado. Concretamente, desde que, a los once o doce años, leyó Jerry de las islas, de Jack London. A lo largo de los años, ha ido pensando y dando vueltas a este proyecto, que tenía ya muy trabajado antes de ponerse a ello, en un mes libre entre libro y libro de la serie de Falcó (el segundo, Eva, se publicó hace menos de seis meses, y ha anunciado la tercera parte para octubre). Por eso no le costó nada escribirlo, fue una escritura rápida que ha disfrutado bastante, aunque con matices. "Pasé un mes metido en el mundo de los perros, lo que me obligó a ampliar el lado oscuro de la historia, conociendo cosas que habría preferido no saber". Por esa razón, se reconoce "feliz y triste a la vez" por este trabajo. La novela está protagonizada por Negro, un cruce de mastín español y fila brasileño, un personaje "puramente revertiano", un "héroe cansado con una historia detrás, al que la vida ha dejado cicatrices por dentro y por fuera". Antiguo luchador de peleas de perros, Negro entra con pleno derecho a la lista de personajes destrozados de las novelas de Pérez-Reverte, como Diego Alatriste o Lorenzo Falcó. "Estoy muy orgulloso de Negro", afirma rotundo, "es un perro que me habría gustado tener". La novela, que sigue las reglas de una trama policiaca canónica, arranca con la desaparición del mejor amigo de Negro, lo que le llevará a iniciar una búsqueda que le conducirá a los lugares más sórdidos de la sociedad, tanto canina como humana. "Lo que empezó siendo en mi cabeza una novela simpática, sin querer, me arrastró a un mundo amargo y cruel", que pone en evidencia lo peor del ser humano: las peleas de perros, el abandono, el maltrato cruel… Todo ello lleva al autor a denunciar que "en España, el maltrato animal queda siempre impune. Como mucho, se impone al criminal un año de cárcel que no cumplirá si no tiene antecedentes, y una multa que no pagará". Insiste especialmente en esta idea, a la que vuelve una y otra vez durante la presentación del libro, y que parece rondarle la cabeza a menudo, una reflexión amarga y dura. "La actitud de los legisladores con respecto al maltrato animal en este país es una vergüenza". No se legisla para proteger a los animales porque a los que deben hacerlo no les importa. Los perros duros no bailan es, al igual que su autor, una novela especialmente dura con el ser humano y su actitud. "Cada uno es rehén de su propia vida", sostiene. Sus novelas siempre tienen un poso importantísimo de sus recuerdos y pensamientos. Reportero de guerra durante 21 años, Arturo Pérez-Reverte afirma haber visto lo peor del ser humano. "De joven, yo creía en muchas cosas: en las grandes causas, en el Che, en la revolución… Con la edad, uno va perdiendo palabras con mayúsculas, la vida te las va quitando. A mí me quedan ya muy pocas: Lealtad, Valor, Coraje, Dignidad…, y los perros las tienen todas". Alguna vez ha afirmado, polémico como siempre, que los perros son superiores a los seres humanos, pero, matiza, es una exageración irónica. "Es evidente que el ser humano, casi siempre, es superior a los perros, pero ellos tienen valores que no nos vendrían mal a nosotros". "No hay perros malos, sino amos que los hacen malos", sentencia. Si un perro hace algo malo, es porque su amo le ha educado para que lo haga, en casi todos los casos. "Los gatos son demasiado humanos para mi gusto, los caballos son nobles pero estúpidos, pero nadie estará sólo si tiene un perro". Los amigos pueden fallar, según su experiencia (no todos), pero un perro nunca lo hace. Pero el libro, obviamente, es una metáfora. En Los perros duros no bailan, los perros se humanizan y los humanos se animalizan. "El mundo y el alma de los humanos se traslada a los perros, para poder relatar el mundo desde su altura, desde el suelo". Los perros viven una vida, aunque domesticada, con un elemento salvaje siempre presente. "Los perros no son políticamente correctos, y eso me ha permitido escribir con una libertad que ya no existe". Denuncia a este respecto la dictadura de la corrección política: "Se ha vuelto muy difícil escribir en los últimos tiempos. Todo lo que uno escribe es susceptible de crear conflicto". Algunos como él o su amigo Javier Marías han conseguido ya una base sólida de lectores y pueden permitirse cruzar la línea, con la tranquilidad y la certeza de que no les va a perjudicar, pero "muchos autores y periodistas jóvenes y muy valiosos no se atreven a escribir". Esto es especialmente grave, porque "está en peligro uno de los pilares de Occidente: una prensa libre. El día en que los periodistas, sean del lado que sean, se callen por miedo, estaremos perdidos. La autocensura es el mayor peligro para nuestra sociedad". Critica que las nuevas generaciones están siendo criadas con la seguridad de que todo lo que tienen es gratis, que todas las libertades que disfrutan han estado siempre allí, inconscientes de la dura lucha necesaria para conseguirlas. "Estamos en un lugar peligroso y hostil, en el que hay que luchar siempre por la libertad". Esta idea es muy fuerte en Los perros duros no bailan, "una novela sobre la lucha por la libertad" en la que está siempre presente la figura de Espartaco, el gladiador rebelde que puso en jaque al Imperio romano y que dio la vida intentando conquistar la libertad. Porque, dice Pérez-Reverte, "no hay libertad que se gane sin lucha". Sin embargo, ha querido destacar también que la novela no es en absoluto reivindicativa. "Yo he venido aquí a hablar de mis perros", bromea cuando las preguntas que se le hacen durante la presentación intentan llevar el tema a los asuntos políticos y sociales. "No es una novela escrita para denunciar nada, no es una novela social, sino una historia policiaca" en la que, sin embargo, se entrevén las costuras y las cicatrices del autor. "Cada escritor tiene su propio territorio, y cada novela es una nueva vuelta de tuerca, un paso más en la profundización de ese territorio". Por eso, a pesar de que, al parecer, esté experimentando en un lugar nuevo para él (el mundo de los perros), los rasgos, los valores y los personajes de Los perros duros no bailan son los mismos del universo del conjunto de las novelas de Arturo Pérez-Reverte.
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