En Casa de misericordia (2007), por el que Joan Margarit obtuvo el Premio Nacional de Poesía, al que se unió el Premio Nacional de Literatura de la Generalitat de Cataluña, se leen en el poema que da título al libro unos versos que retratan la concepción que el autor tiene de la poesía. Tras el recuerdo de un hecho particularmente doloroso del pasado, “El padre fusilado”, se pasa a la exposición de su pensamiento poético: “La verdadera caridad da miedo. / Igual que la poesía: un buen poema, / por más bello que sea, será cruel. / No hay nada más. La poesía es hoy / la última casa de misericordia.”
Al identificar la poesía con una casa de misericordia se está diciendo cómo escribir poemas, y hay que entender que también el leerlos actúa como un refugio frente a las adversidades de la vida: en la poesía se encuentra la salvación del desastre. Como los versos citados muestran también, la poesía de Margarit es, en buena medida, el resultado de la memoria, de rescatar del olvido aquellas experiencias que supusieron una particular emoción, dolorosa en unos casos, incluso cruel, una emoción que no puede relegarse al olvido. Experiencias, pues, que no pueden venir sino de las vivencias propias, tal como dejó dicho en el “Epílogo” de Amar es dónde. Leer a los poetas le habría enseñado que “la inspiración, por lejano o extraño que parezca el poema, no puede venir más que de la propia vida”. Así, a la nota de poesía realista hay que añadir que se trata de una escritura autobiográfica.
Ello quiere decir que la poesía de Margarit es eminentemente realista, habla siempre de escenas o situaciones perfectamente reconocibles y que también el lector podría llegar a vivir. Al respecto, es importante señalar que “el padre fusilado” de los versos citados no se refiere al del poeta y es que éste puede también revivir, las experiencias de otros. Del mismo modo que él mismo se presenta en ocasiones como otro, tal como en “Invierno del 95”, donde escribe a un tú, que es el Margarit joven viajando en barco de Tenerife a Barcelona en 1957. Y es que la rememoración impone dos tiempos, el pasado y el presente en el que se recuerda, de manera que no solo se cuenta algo sino que la palabra se abre a la reflexión.
Si sus primeras publicaciones fueron en castellano, a partir de 1981 todos sus libros están escritos en catalán -“La mía era una lengua perseguida” se lee en La profesora de alemán-, de los que él mismo ha escrito o colaborado con otros en la traducción. En una y otra, el discurso es cercano al habla cotidiana, al tono confesional. Siendo su idea de la poesía el que ha de “hacer frente al desorden, al dolor, al mal […] con una claridad que por sí misma ya consuela”, Joan Margarit ofrece siempre en sus poemas un cálido y luminoso refugio al lector.
Dies d'abril
El que sento en el meu silenci d'ara
són els cants dels ocells d'aquella primavera
pendents de convertir en llàgrimes el cant.
Els ocells i el taüt, des de llavors,
no podré separar-los ja mai més.
Ara em nodreix nomes la intel·ligència,
que prefereix l'hivern amb les basses gelades,
les cares grises i suaus pel fred.
Els camps que semblen morts, avets que callen
pels anys que ja portem sense Nadal,
perquè encara seria molt més trist
cantar aquelles cançons nosaltres sols.
El pensament, desconjuntat pel sexe
i per la fosca de la passió,
no ha trobat pau fins a la senectut.
És la impotència la que ens socorre.
La que, fent impossible ja el futur,
salva aquest breu present, dignifica l'ahir.
Días de abril
Los pájaros de aquella primavera
es lo que escucho ahora en mi silencio,
pendientes de cambiar cantos por lágrimas.
El ataúd y el canto de los pájaros
no puedo separarlos desde entonces.
Sólo me nutre ya la inteligencia,
que prefiere el invierno con sus charcos helados,
caras grises y suaves por el frío.
Los campos que parecen estar muertos,
los abetos que callan por los años
que han transcurrido ya sin Navidad,
porque sería aún mucho más triste
cantar nosotros solos las canciones.
El pensamiento, al que descoyuntaron
la oscuridad de la pasión y el sexo,
no ha encontrado la paz hasta la senectud.
Es la impotencia la que nos socorre.
La que, haciendo imposible ya el futuro,
salva el breve presente, dignifica el ayer.