Joël Dicker. Foto: Rebecca Bowring - Société de lecture de Genève

Premio de los Escritores Ginebrinos por su primera novela, Los últimos días de nuestros padres, Joël Dicker (Ginebra, 1985) se dio a conocer mundialmente cuando en 2012 publicó La verdad sobre el caso Harry Quebert, un fenómeno que se convirtió rápidamente en éxito de ventas. A aquel le siguió El libro de los Baltimore, para el que no dudó en recuperar a su personaje Marcus Goldman. Ahora, aunque el escritor nunca ha ocultado su deseo de escribir una trilogía, se toma un descanso de aquella historia y publica La desaparición de Stephanie Mailer (Alfaguara). Un libro "técnicamente importante" que le ha resultado fundamental en su "aprendizaje de la escritura de personajes", manifiesta.



Con él, Dicker procura huir de las etiquetas. A pesar de que su nueva novela trata de un asesinato mal resuelto veinte años atrás y la extraña desaparición de una periodista, Stephanie Mailer, cuyo apellido es un guiño al escritor Norman Mailer, el autor se niega a catalogarla como un noir. Confiesa sentirse afortunado aunque hace meses que no escribe. "La escritura tiene que frenar para hacer bien las cosas, porque si no es frustrante. Las entrevistas son importantes, son una oportunidad para mí, de poder venir aquí a hablar de mi libro y eso significa que tengo que estar con toda la cabeza en ellas".



Pregunta.- Si La desaparición de Stephanie Mailer no es una novela negra, según ha comentado, ¿cómo la definiría entonces?

Respuesta.- Es una novela coral polifónica porque el elemento constituyente, como yo lo siento y lo he intentado hacer, es justamente la mirada de los personajes que desembarcan en la historia. La historia se construye gracias a ellos. Lo que tiene de novela negra es que ocurre alrededor de una investigación policial. Sin embargo, siempre es complicado cuando intentas encasillar una novela en un género, porque un género es una caja y no todo entra en la misma caja. Es una investigación, hay policías, así que hay un aspecto de noir pero el libro no solo se concentra en la investigación ni en el asesinato.



Quería hablar de cosas que están quedándose obsoletas. El teatro, el periodismo… cosas que necesitamos realmente y que están desapareciendo"

P.- De hecho, esta novela tiene cerca de treinta personajes con cierto peso en la trama, ¿se lo planteó así desde el principio o fue algo que fue surgiendo?

R.- Es lo que yo tenía ganas de hacer en realidad. No estaba seguro de que lo lograra pero sí tenía ganas de hacerlo. Parte de un deseo mío. Ese es el inicio. Viene también de la teoría de los seis grados de separación de Milgram, según la cual todo el mundo se conoce en cierta medida. Con Facebook hoy esta cadena ha evolucionado y ya no es de seis personas si no de cuatro. Tú conoces a alguien, que conoce a alguien, que conoce a alguien que… conoce a Trump o Cristiano Ronaldo (bromea). Y yo, sin embargo, quería escribir sobre personas que no tienen nada en común, que no se conocían, pero que terminan teniendo un vínculo los unos con los otros. Es esta proximidad la que yo he intentado transmitir.



P.- Los personajes tienen un peso importante en sus novelas, a la hora de ponerse a escribir, ¿piensa antes en ellos o en la historia de la trama?

R.- Depende. Depende de lo que va viniendo. No hay un orden, no hay una regla. Son las ganas, el deseo de lo que puede ser. Puede ser un tema, un personaje. Puede ser cualquier cosa. Una frase. Y hay que utilizar este deseo como un estímulo para lanzarse a ello. Eso no quiere decir por fuerza que uno lo tenga que seguir hasta el final, pero es como un intento. Como cuando uno se pasea por una ciudad que no conoce, sale del hotel, empieza a mirar y se plantea si ir por la derecha o por la izquierda. Decide. No puedes pasar en el hall del hotel mirando el mapa cinco horas para programar tu paseo, eso es absurdo, es mejor salir y dejarse llevar y ver a dónde te lleva. Y el deseo, las ganas, es justamente eso. Seguir el deseo y ver a dónde te conduce.



P.- A los personajes de La desaparición de Stephanie Mailer ese impulso les lleva en parte al teatro, ¿qué importancia tiene este género en su novela?

R.- Es muy importante para mí porque es una forma de arte que me gusta muchísimo. Yo he intentado escribir obras teatrales antes de las novelas. Escribí, de hecho, una no muy buena. Y quería hablar un poco de todo lo que está desapareciendo. Por ejemplo, el teatro, el periodismo, los periódicos que tienen problemas económicos y desaparecen, las librerías, a las que cada vez va menos gente... Quería hablar de cosas que están quedándose obsoletas. Cosas que necesitamos realmente y que están desapareciendo aunque son elementos fundamentales y existenciales del hombre.



Escribir es como pasear. Es mejor salir y ver a dónde te lleva que quedarse mirando un mapa durante cinco horas"


P.- Pero además, otro punto en común podría ser la carga que arrastran algunos personajes, ¿su escritura trata sobre la redención?

R.- La reparación, diría yo. La redención tiene un carácter un poco religioso, es algo que te lo confiere otro, te redime otro. No te la puedes dar tú mismo. Tú no te redimes. Tiene que ver con que los otros te rediman a ti. Mientras que la reparación es un acto de uno mismo, por uno mismo y para uno mismo. Se trata de reparar algo que hemos cometido, que es un error, que no querríamos haberlo hecho y que se convierte en un impedimento para avanzar en la vida. Esa es la idea de la reparación. Reparar para superar esa barrera. Aceptarse tal cual uno es.



P.- Anna Kanner, uno de su personajes protagonistas es una inspectora que llega a una comisaría donde quiénes mandan son los hombres, ¿le interesaba investigar sus dificultades?

R.- No tanto las dificultades como el personaje femenino en sí. Tenía ganas de un personaje femenino fuerte, que fuera importante para mí, porque quería cambiar de voz. Era un reto. Ver si yo era capaz de construir un personaje femenino creíble. Es la primera vez que utilizo la primera persona del singular para hacer hablar a una mujer. Me apetecía intentarlo.



P.- Dice uno de sus personajes, un crítico precisamente, que la novela policiaca es la última, después de la romántica, en el grado de respetabilidad, ¿considera que hay personas que no se toman demasiado en serio la novela negra, que la consideran un género menor?

R.- No tanto como menor. Aunque sí, hay gente que lo piensa. Pero no hay que escuchar todo lo que dice la gente. Este crítico cuando dice esto se burla de esa opinión. De hecho, soy yo, puesto que lo escribo, quien me burlo de esa opinión. La fuerza de la literatura existe, lo quieras o no. Puedes decir esto es un subgénero o esto es superior a otra cosa… Pero cuando te gusta un libro, te gusta.



Mi editor, Bernard de Fallois, construyó toda mi carrera y dio a conocer a Harry Quebert"

P.- Dedica esta novela a su editor, Bernard de Fallois, que falleció en enero de este año. Según su experiencia, ¿qué importancia tiene el rol del editor en la labor del escritor?

R.- Cada autor tendrá su respuesta, yo solo puedo hablar por mí. Y para mí fue un hombre muy importante, realmente instigador de lo que me ha sucedido. Él construyó toda mi carrera y dio a conocer a Harry Quebert. El éxito ha sido gracias a él que se lo pasó a los editores extranjeros. Si hoy soy publicado y estoy tan contento con Alfaguara es gracias a él. La fuerza que tuvo, no solamente en tomar decisiones que fueron muy acertadas sino que supo rodearme de gente de bien. Para mí fue una lección, una gran lección de vida.



P.- Precisamente, su primera novela, La verdad sobre el caso Harry Quebert fue traducida a treinta y tres idiomas y rápidamente se convirtió en éxito de ventas, ¿cómo definiría el éxito? ¿Cómo lo mide?

R.- Mi editor, ya que hablábamos de él, antes de la publicación de Harry Quebert me dijo que ese libro iba a ser un gran éxito. Yo le pregunté cómo lo sabía. Me contestó: "No te puedo prometer que sea un éxito comercial o de crítica pero el auténtico éxito es el placer que uno experimenta llevando a cabo un proyecto y yo te prometo que vas a experimentar un placer enorme, nos vamos a divertir muchísimo, así que este libro va a ser un éxito". Si yo lo tuviera que definir, el éxito sería eso, un placer que uno experimenta llevando a cabo un proyecto que le gusta, porque el placer es algo que depende de uno mismo, que lo siente uno mismo. Luego el éxito es cosa de la crítica, de los periodistas, de las librerías, eso ya no depende de nosotros, son los demás.



P.- ¿Teme quemarse?

R.- Un libro cada dos años y medio… Es una pregunta que me hacía yo a mí mismo. Yo creo que no es un ritmo muy frecuente. Pero yo no pienso que la literatura o la escritura se puedan perder. Cuanto más lo alimentas, más crece. Cuantas más ideas generas, más ideas vienen a continuación. Y por el momento es un ritmo que me conviene. Ya veremos después…



P.- Después… ¿Habrá trilogía de Harry Quebert?

R.- Es posible. Me apetecía hacer otra cosa, comprobar si tenía ganas… Antes de escribir La desaparición de Stephanie Mailer tenía ganas de escribir de Marcus Goldman y me preguntaba, ¿por qué vuelve a aparecer? ¿Qué pasa? ¿Que lo quiero reutilizar porque me ha dado éxito y me tranquiliza, me garantiza algo, es más fácil hablar de él, o lo quiero reutilizar porque me encanta este personaje y lo quiero reusar en mis ficciones? Para responder a la pregunta, justamente hay que crear esa ausencia para ver si esa ausencia es artificial y desaparece o real y permanece. Y lo que puedo decir es que la ausencia es muy real.



@mailouti