El cartero de Neruda, ilustración de Raquel Echenique (Lumen)

Decía el sabio que el verdadero viaje no es buscar nuevas tierras sino contemplar las ya conocidas con ojos diferentes, y para eso, para descubrir nuevos caminos pero también para disfrutarlos sin prejuicios, nada mejor que saldar las lecturas pendientes con esos libros que hemos reclutado a lo largo del año, avalados por la crítica o los lectores, para que nos acompañen durante las vacaciones.

Aunque hace mucho que las fronteras entre los géneros se difuminaron, 2018 está siendo espléndido para quienes gustan de bucear entre los recuerdos y la ficción. Para ellos, pocos libros comparables a Ordesa (Alfaguara), de Manuel Vilas. Su comienzo es demoledor: "Ojalá pudiera medirse el dolor humano con números claros y no con palabras inciertas". Para enfrentarse a eso, al dolor seco, brutal, Vilas escribe con las tripas y el corazón esta suerte de memorias noveladas que rezuman tanta nostalgia y culpa como amor a los padres, y literatura, gran literatura.



También desde la incertidumbre recupera Miguel Ángel Hernández en El dolor de los demás (Anagrama) un instante crucial de su vida: cuando tenía diecisiete años su mejor amigo asesinó a su hermana y se suicidó, aparentemente sin motivo: lo que el narrador desvela de sí mismo mientras indaga en lo ocurrido y en la escritura resulta otro de los grandes libros de la temporada, voluntariamente exento de truculencias y morbo, y de rotunda honestidad.



A vueltas con el amor, la ecología, el deseo o la muerte, Siete cuentos morales (Random House), de J. M. Coetzee, es otra apuesta por la mejor literatura. El Nobel surafricano, amparado bajo la voz de su alter ego femenino, Elisabeth Costello, narra situaciones normales, cotidianas, pero con tal belleza y fuerza expresiva que mueven al asombro y la sorpresa. Imposible no recomendar "El perro" ("cada vez que paso, me siento humillada. Es humillante sentir tanto miedo"), "Mentiras" o "Matadero de cristal".



Como antídoto al calor, El Cartero de Neruda (Lumen), de Antonio Skármeta, ofrece la posibilidad de abismarse en esta conmovedora historia de amor, complicidad y poesía que cuenta además con las espléndidas ilustraciones de la chilena Raquel Echenique. Con todo, puestos a leer historias de amor, nada como perderse en esa apasionada declaración de apego feroz a Nueva York que es La mujer singular y la ciudad (Sexto Piso), de Vivian Gornick. Mientras la autora deambula por sus calles, se retrata y nos retrata con burlona, implacable ironía.



El Nueva York de los años 30, es precisamente el escenario de Las hijas del Capitán, (Planeta), la adictiva novela de María Dueñas protagonizada por tres hermanas veinteañeras (Victoria, Mona y Luz Arenas) que deben sobrevivir en una ciudad hostil tras la inesperada muerte de su padre, y en la que no faltan aventuras, tragedias, deudas imposibles, amores difíciles ni malvados de manual. Aunque, si de amores se trata, los incondicionales de la novela romántica no podrán prescindir de lo último de Megan Maxwell, El proyecto de mi vida, (Planeta), protagonizada por otra huérfana, Sharon, que descubrirá accidentalmente un oscuro secreto familar.



Sin mapas ni certezas, el comisario Adamsberg afronta en Cuando sale la reclusa (Siruela), de Fred Vargas, un caso imposible: la muerte de tres ancianos por la picadura de una araña venenosa pero no letal. Aparentemente se trata de un caso menor, pero la curiosidad del protagonista le lleva a indagar en el pasado para comprender el presente. También miraba al pasado el añorado Philip Kerr. Su inesperada muerte, a principios de año, hace que cada nuevo libro en castellano sea una suerte de cuenta atrás que abruma al lector,y le consuela con thrillers tan poderosos como Azul de Prusia (RBA). La penúltima aventura de Bernie Gunther, el antiguo oficial de las SS nostálgico de la República de Weimar, nos lo presenta huyendo de la Costa Azul perseguido por la Stasi mientras recuerda un caso que tuvo que resolver en Berghof, la residencia de montaña de Hitler en Obersalzberg. Mucho más cercano, Bill Clinton se zambulle en el presente en su debut como novelista con El Presidente ha desaparecido (Planeta). Escrito a cuatro manos con el superventas James Patterson, Clinton regala detalles autobiográficos en un thriller entretenido cuajado de ciberterroristas y una terrorífica conspiración de consecuencias inimaginables.



El lector avisado lo sabe: uno de los regalos de este año ha sido el imprescindible novelón de George Saunders Lincoln en el Bardo (Seix Barral), fantasioso, humano, hermoso, juguetón, envidiablemente inteligente. Una fiesta literaria que parte de un hecho real: la muerte, durante la guerra civil norteamericana, de Willie, el hijo de doce años del presidente Lincoln.



Otra novela histórica, con inquietantes conexiones con presente y futuro, debería ocupar también un lugar destacado en nuestros equipajes: El orden del día (Tusquets), de Eric Vuillard. Galardonada con el premio Goncourt, la novela bucea en la complicidad de los empresarios alemanes que financiaron la ascensión del nazismo al poder y cómo lograron seguir enriqueciéndose tras la derrota alemana, sorprendentemente impunes.



Liberado al fin de su secuestro judicial, que coincidió con la emisión de la serie basada en la ¿novela?, ningún libro ha contado con una campaña de prensa tan eficaz como la de Fariña (Libros del KO). El libro de Nacho Carretero, que puso negro sobre blanco las miserias del narcotráfico con testimonios de camellos, capos, policías, periodistas y drogadictos, retrata un submundo demasiado real. Otro habitual de los juzgados, John Grisham, aprovecha el estío para seducir al amante del noir con El Caso Fitzgerald (Plaza & Janés), una intriga en torno al robo de cinco manuscritos del autor de El gran Gatsby. Un consejo: no olvide Recuerdos durmientes (Anagrama). El último libro del Nobel francés Patrick Modiano nos transporta a un París brumoso, tejido de amores imposibles, sueños, recuerdos y melancolía.