Friderike von Winternitz y Stefan Zweig

Lee aquí las primeras cartas que intercambiaron Friderike von Winternitz y su futuro esposo Stefan Zweig incluidas Correspondencia (1912-1942)

El 24 de julio de 1912, Friderike von Winternitz visitó Viena y pasó la velada en la fonda Riedhof, un local frecuentado por funcionarios, oficiales, médicos y escritores, en el que vio a Stefan Zweig. Al día siguiente, Friderike le escribió una carta anónima con la que comenzaba no sólo su relación amorosa, sino una correspondencia que se prolongó durante treinta años, hasta el suicidio del escritor en plena Segunda Guerra Mundial. Estas cartas son un extraordinario testimonio del profundo vínculo que unió al escritor y a su primera esposa durante su vida en común y tras el divorcio, y un conmovedor documento de las vidas truncadas en la Europa devastada por la barbarie nazi.



"Por la noche con F. von W. Esta vez, es muy hermoso, pero tengo que tener cuidado de no caer completamente en el erotismo, que amenaza con suceder", escribía Zweig en su diario el 21 de diciembre de 1912. "Nuestros paseos son muy hermosos y tenemos excelentes conversaciones: tal vez todo el arte sea escuchado, la pregunta es si puede durar, si esta comprensión no se va a desvanecer y oscurecer muy rápidamente. Todo es tan delicado que temo ahogarlo con ternura u otro sentimiento. La próxima vez, quiero darle a entender que nos estamos perdiendo".



Tras su boda y a pesar de las garantías de Friderike a Zweig: "no quiero que te sientas encadenado o atado en lo más mínimo en lo que a ti te gusta hacer", ella era, como indica esta correspondencia, una esposa algo posesiva. Diciéndole que ella estaba ansiosa por ahorrarle preocupaciones sobre asuntos triviales que podrían distraerlo de sus trabajos creativos, de todos modos derramó, incluso antes de su matrimonio, todos sus problemas familiares y domésticos.



Zweig, es cierto, nunca había renunciado a sus prerrogativas como soltero, como demuestra su insistencia en su necesidad de libertad, y sus largas ausencias de su hogar en giras de conferencias. Sus cartas breves e intrascendentes, ocasionalmente sazonadas de autocompasión, revelan tan poco que demuestran una ausencia casi total de comunicación entre ellos. Para un retrato del hombre interior, uno debe recurrir a su autobiografía, El mundo de ayer, publicada en 1943.



La reflexión que Zweig alcanzó de su relación con la escritora y periodista quedó consignada en su novela La piedad peligrosa, escrita en 1939, un año después de su divorcio. "Siempre creí que el peor dolor era el amor no correspondido, y ahora me di cuenta de que había uno más terrible: ser amado en contra de tu voluntad y no ser capaz de defenderte. Eres el prisionero de otro, nunca más eres tú mismo, nunca más eres libre y sin preocupaciones, siempre eres perseguido y obligado a hacer los deberes. Debes soportar este deseo de alguien que sufre a causa de ti. La tortura más horrible que un hombre puede experimentar, ahora lo sé, es ser amado a pesar de sí mismo".

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