Stanley Elkin
"Yo soy Push el acosador, y odio a los niños nuevos y a los mariquitas, a los listos y a los tontos, a los niños ricos, a los pobres, a los niños con gafas, a los que hablan raro, a los presumidos, a los que se las dan de buenos y a los que se las dan de listos, a los que pasan lápices y a los que riegan las plantas. Y a los tullidos, sobre todo a los tullidos. No amo a nadie que sea amado". Así arranca el brillante relato Poética para acosadores, título con el que se rebautiza esta primera edición en castellano de Criers and Kibitzers, Kibitzers and Criers (1965), colección de cuentos con la que Stanley Elkin (Nueva York, 1930-1995) se dio a conocer ante el gran público. Dicho relato había sido seleccionado por Richard Ford para formar parte de su cada día más canónica Antología del cuento norteamericano (1992). Es el mejor punto de partida posible para conocer, por qué no, la propia poética de su autor, a quien con solo leer unas líneas identificaremos rápidamente con los niños acosados en lugar de con el acosador.Me atrevería a decir que todos los personajes que pululan por estos cuentos padecieron en su día a tipejos como Push, de ahí esa amargura, ese vacío existencial, esa incapacidad para integrarse en sociedad que arrastran llegada la adultez. Gracias al humor, Elkin se venga en su nombre de todos ellos, ofreciéndonos un contrapunto vital, normalmente irónico, a veces ácido, en ocasiones patético, no siempre tan esperanzador como quisiéramos, pero siempre inteligente, profundo y humano.
A la más despreciable de sus creaciones es capaz Elkin de sonsacarle su humanidad, y si no me creen lean el decadente "El invitado", uno de los favoritos del autor, uno de los más soberbios de la colección. En "Llorones y kibitzers, kibitzers y llorones" y "Cuidado con Ed Wolfe", juega a ser Saul Bellow (por cierto, fan confeso del autor, como lo son Auster, Tim O'Brien o Robert Coover), pero no le sale, porque es obvio que Elkin tiene demasiada personalidad. Acabará si acaso transformado en una suerte de Kurt Vonnegut en versión yiddish, si tal cosa es imaginable.
¿Y ese oído para el diálogo punzante y socarrón ("El pobre primo Lesley y los patanes"), de dónde sale? Elkin se nos presenta todo el rato como un auténtico maestro en la construcción de personajes ambiguos ("Perlmutter en el Polo Este"), como un perfeccionista de la prosa (atípico y sorprendente su "Sobre un campo, rampante"), sostenedor inaudito de tramas minúsculas en relatos complejos e intensos ("Entre los testigos"). ¿Cómo es que los hermanos Coen no han adaptado nunca ninguno de sus textos?Que Elkin sea hoy un segundón de la literatura norteamericana no se corresponde con su calidad literaria
Que Elkin haya llegado hasta nuestros días como un tapado de la literatura norteamericana, como un supuesto segundón, no se corresponde con la calidad literaria que rezuman los nueve impecables cuentos que componen esta colección. El hecho de que casi toda su obra permanezca inédita en castellano se me hace inexplicable. Solo El no va más (1979) se publicó en su día en España. Recientemente vio la luz, en la editorial La Fuga, el fantástico El condominio, texto incluido originariamente en Searches and Seizures (1973), que bebe del relato "Entre los testigos", aquí incluido. Por eso la edición de Poética para acosadores es toda una celebración: la de estar ante un libro deslumbrante, un clásico de la narrativa norteamericana del XX.
Elkin no debe ser solo recordado como un autor de relatos. Sus novelas tienen la misma consistencia (ojalá veamos pronto publicada The Magic Kingdom), de ahí que en el divertido e informativo prólogo que acompaña a esta edición, del propio Elkin en 1990, el autor se pregunte por qué, de entre todas sus obras, esta colección de cuentos ha resultado la más reeditada, la más exitosa, la más recordada de sus creaciones. "En serio, ¿por qué? Me gustaría saberlo", se pregunta un tanto angustiado. Pues yo te lo digo, Stanley: porque has escrito un libro prácticamente perfecto.