Casi dos décadas ha esperado agazapado, perdido en un recóndito archivo de su ordenador, el último de los Cuadernos de Lanzarote que José Saramago publicó a mediados de los 90. Era el último de sus diarios personales en el que el escritor hablaba de sus vivencias en el año que le concedieron el Nobel de Literatura, en 1998, y que, aunque el propio autor había anunciado que pronto vería la luz, quedó olvidado tras cambiar de ordenador y comenzar a escribir el blog que tantas alegrías dio a los lectores. Y es que en 2001, en el epílogo de la edición de los Cuadernos, Saramago anunciaba que pronto vería la luz un sexto cuaderno que permanecía oculto en su ordenador y que acogía, a decir del autor, "las ideas, los hechos y también las emociones con que el año 1998 me benefició y alguna vez me agredió".
Hoy, tras un hallazgo fortuito producido a altas horas de la madrugada, como relataba este verano su viuda Pilar del Río, por fin ve la luz, bajo el título de El cuaderno del año del Nobel, este último diario inédito, "un libro especial que cierra un ciclo y permite ver quien era realmente José. El Nobel sólo le dio más visibilidad, pero no cambió lo que era, ni sus principios, ni su forma de pensar ni sus criterios ideológicos. Nunca se situó en la élite, sino donde estamos el resto de la gente", asegura Pilar, que confiesa que Saramago comenzó estos cuadernos porque vivía fuera de Portugal, como una especie de manera de estar en contacto con sus lectores y hacerles partícipes de su vida.
Estructurado en dos partes, antecedidas por un prólogo donde Del Río da cuenta de cómo se produjo el hallazgo y recuerda a su marido, el libro recoge unos textos "entrañables, lúcidos e inteligentes" que comienzan el 1 de enero de 1998 y que finaliza con dos entradas en 1999, la última de las cuales, del 14 de enero, retrata a un Saramago comprando calcetines ante el desconcierto de un interlocutor que no podía creer "que un premio Nobel de Literatura estuviese comprando calcetines como cualquier mortal, sin contar, por lo menos, con la ayuda de dos secretarios y la protección de cuatro guardaespaldas", recuerda entre risas la viuda.
¿Para qué existe la izquierda?
Más allá de recoger hechos y vivencias del día a día, el libro muestra a Saramago preocupado por temas candentes de entonces pero que siguen vigentes en la actualidad, por lo que la editora Pilar Reyes asegura que encierran a "un Saramago visionario que parece estar hablando para el mundo de hoy". La corrupción política, la decadencia de las instituciones europeas y de la socialdemocracia, la situación de los desfavorecidos, su relación con la literatura y las cartas de sus lectores son los ejes centrales que vertebran las preocupaciones de un escritor que se plantea interrogantes como: "¿Estamos construyendo una sociedad más humana en la que cabemos todos? Y, si no cabemos todos, ¿para qué existe la izquierda?".
También hay espacio para las cuestiones literarias, como una ineresante comparación entre la literatura y la música, o unas páginas luminosas dedicadas al Quijote, a quien compara con Pessoa estableciendo una lectura pessoana de Cervantes. Asimismo, en ellos reflexiona también sobre su relación con la literatura en general y con sus propios libros y glosa la vida de autores, conocidos y desconocidos, a los que admira y en los que a veces se ve reflejado, como Fernando Pessoa y sus heterónimos, Camões, Maria Judite de Carvalho, José Donoso, Francisco Umbral o Aquilino Ribeiro.
El Nobel de la alegría
Junto a este volumen, también se lanza el libro Un país levantado en alegría del periodista brasileño Ricardo Viel, un relato de los días que precedieron y siguieron a la concesión del Nobel a Saramago y del eco que produjo a nivel internacional. Durante los últimos días del 1998 y todo 1999, el escritor recorrió buena parte del mundo para estar con quienes se alegraban con él. Participó en incontables actos, plantó árboles, descubrió placas, recibió condecoraciones y títulos, asistió a adaptaciones teatrales de sus obras, abrió y cerró congresos y ferias del libro, fue declarado doctor honoris causa por universidades, atendió a periodistas de todo el mundo y firmó miles de libros.
"La alegría en Portugal fue tan fuerte que es como si, de la noche a la mañana, hubiéramos crecido tres centímetros", afirmaba entonces Saramago. "No quise quedarme en casa. Sería absurdo hacerlo ahora, si nunca lo he hecho. Nunca he sido capaz de dedicarme solo a mis libros sin querer saber de nadie más". El libro se completa con multitud de cartas de los lectores, llegadas de todos los rincones del mundo y que Saramago, a pesar de su afán, fue incapaz de responder.