Fernanda Trías
Las antenas de los tejados parecen una invasión de arañas gigantes devorando la ciudad. Las hojas mecidas por el viento suenan como serpientes de cascabel. Son las imágenes que pasan por la cabeza de Clara, alguien que ve el mundo entero como una gran amenaza, una conspiración en su contra. Ella es la protagonista de La azotea, novela corta de la escritora uruguaya Fernanda Trías (Montevideo, 1976) con la que se presenta en sociedad la editorial Tránsito. Como anuncia su nombre, este sello recién creado por Sol Salama apostará por el poder transformador de la lectura mediante libros descarnados "que sacudan al lector". Si ese es su propósito, La azotea es la carta de presentación idónea.La narración de Trías está construida en una primera persona que se balancea entre la cordura y el delirio, afectada por los miedos y un pasado oscuro que se sugiere sin nombrarlo, y se concentra de puertas adentro como reacción a un mundo cuajado de peligros. El resultado es una atmósfera claustrofóbica que Clara habita junto a su padre anciano, su hija recién nacida y unos cuantos personajes secundarios.
Trías escribió La azotea en 1999, cuando tenía 23 años, y la publicó por primera vez en 2001. Ahora Tránsito la edita por primera vez en España y la autora ha viajado hasta nuestro país para presentarla este miércoles en la librería Tipos Infames de Madrid, y además ha impartido en Ávila un taller sobre estrategias narrativas para generar tensión en los relatos cortos.
Desde que escribió La azotea, Trías ha vivido en muchos lugares distintos. Actualmente reside en Bogotá e imparte clases de escritura creativa en la Universidad Nacional de Colombia. Estudió en la Universidad de Nueva York, se estableció en Francia en 2004 a raíz de una beca de la Unesco y en 2017 ganó la primera edición del Premio Residencia SEGIB-Eñe-Casa de Velázquez, que le permitió disfrutar de una residencia de cuatro meses en Madrid para escribir la novela Mugre rosa. Han pasado casi dos décadas desde que la autora escribió La azotea y sus experiencias literarias y extraliterarias la han convertido en una persona y una escritora distinta a la que escribió estas páginas, en las que no obstante se sigue reconociendo.
Pregunta.- ¿Cómo ha sido la experiencia de ver reeditado este libro en España tantos años después y que además sea el primer libro de una nueva editorial?
Respuesta.- Ha sido una alegría total. Yo no sabía cómo iba a ser leída la novela en España. Siento que acá se lee mucho realismo y La azotea, aunque es realista, tiene momentos en los que pone el pie del otro lado del realismo por la configuración psíquica de la protagonista. Es un riesgo arrancar una editorial con una escritora latinoamericana que no tiene tanta trayectoria en España, y sin embargo esa ha sido la apuesta de Tránsito, un lanzamiento arriesgado y emocionante. Afortunadamente el libro está teniendo unas lecturas magníficas y ha generado mucho movimiento en las redes sociales. Me han llegado comentarios de los lectores españoles y estoy muy contenta porque veo que ha generado el mismo efecto que tuvo en los lectores uruguayos y colombianos, esa sensación de desasosiego y de tener que terminarla de un tirón.
P.- Después de escribir La azotea usted salió de Uruguay y ha vivido en Estados Unidos, Francia, España... Da la impresión de que el canario enjaulado que aparece en La azotea y las ganas de salir al exterior del padre de la protagonista son proyecciones de sus propia necesidad de viajar y conocer el mundo.
R.- Sí, es totalmente así. Yo tenía una sensación de opresión, aunque entonces no era consciente de estar haciendo estas metáforas tan evidentes. Tenía cierto horror a la sensación provincial de la vida en Montevideo. Por otro lado es un reflejo de la situación mental y emocional que yo estaba atravesando. La azotea no es autobiográfica, sería un aburrimiento porque de muchacha yo tenía una vida absolutamente normal, pero sí me encontraba en tránsito entre una adolescencia resguardada y un mundo adulto que yo veía hostil. Tenía un miedo muy profundo de salir a ese mundo exterior, era muy introvertida y tenía muchas dificultades para socializar, no tenía amigos y estaba constantemente sola en mi habitación, leyendo y escribiendo. Todas estas cuestiones las exageré y las llevé al límite al ficcionalizarlas en el personaje de Clara. Exponerme después a todos esos viajes y al hecho de tener que empezar de cero tantas veces en distintos lugares me fue cambiando.
P.- Al ser una narración en primera persona, las imágenes y metáforas deben salir de la mente del personaje, y por eso en este caso son todas inquietantes. ¿Cuál es la clave para prescindir de la voz del autor y cedérsela al narrador?
R.- Esto es muy importante, todas las imágenes y referencias a las que recurre un personaje tienen que provenir de su mundo, de su propia realidad. Si el narrador es un niño, evidentemente sus imágenes no pueden ser sofisticadas ni intelectuales. Por eso Clara describe la sombra de un grifo de manera perturbadora.
P.- ¿De qué manera ha cambiado como escritora desde La azotea?
R.- A primera vista parece que cambié mucho porque mis textos posteriores tienden a desarrollarse en espacios más abiertos y se ampliaron mis temas de interés, sobre todo los que tienen que ver con el hecho de ser extranjera en tantos países de culturas tan distintas. Temas como la identidad, la extranjería, la no pertenencia, los intentos por apropiarse de un lugar. Por otra parte, en La azotea hay una gran violencia psicológica y también física, pero con el tiempo he tratado otras formas de vilolencia, como la de género en La ciudad invencible, y en otros cuentos también he tratado la violencia familiar pero de otra manera. Los escritores tenemos unos pocos temas que revisitamos continuamente.
P.- Como lectora y escritora viajera, ¿cómo ve la relación entre la literatura española y la literatura latinoamericana hoy?
R.- Creo que todavía hay una gran diferencia que también existe entre los países de Latinoamérica entre sí, son como islas y hasta hace nada no teníamos manera de leernos entre nosotros. Incluso teníamos más facilidad para leer a escritores españoles que a los de un país vecino, por cuestiones de distribución editorial. De todas maneras sí siento que se escribe distinto en las dos orillas. En Latinoamérica hay una tendencia mayor a lo fantástico y los géneros breves, y en España al realismo y la novela larga, aunque esto está cambiando debido sobre todo a fenómenos editoriales, como por ejemplo Páginas de Espuma, que se dedica al cuento y ha estimulado la lectura y escritura del género.
P.- Existe un debate sobre el exceso de autoficción en los últimos años y justo ahora nace Tránsito, una editorial que quiere apostar por la "literatura unida a la memoria, a lo vivido, a la primera persona". ¿Qué le parece?
R.- Ese debate sobre la llamada literatura del yo también existe en Latinoamérica, y es cierto que ha habido mucha proliferación de textos que hablan del yo desde lo cotidiano, en los que no es importante la trama. Creo que se puede hacer una literatura maravillosa con ese material, lo hizo Mario Levrero, que fue mi maestro, pero no todo el mundo es capaz de lograrlo. De todas formas creo que Tránsito lo que busca es una prosa con carácter fuerte, que te mueva, te perturbe e incluso te desagrade, pero que no te deje indiferente.
@FDQuijano