José Antonio Marina

El filósofo y ensayista publica Biografía de la humanidad (Ariel), un recorrido transversal por la historia de las culturas que nos permite comprender quiénes somos los seres humanos.

Tras una etapa en la que su actividad se ha centrado preferentemente en proyectos de innovación pedagógica, una década dedicada a libros sobre educación y aprendizaje, ya el anterior volumen del filósofo y ensayista José Antonio Marina (Toledo, 1939), Tratado de filosofía zoom (Ariel, 2016), retomaba el tema estrella de su bibliografía: la inteligencia humana y su capacidad para responder a los retos de la realidad reinventándola, a base de descubrir en ella nuevas posibilidades. Un lúcido repaso por nuestra concepción del mundo y la creación de nuestra realidad ficcional que encuentra prolongación en esta Biografía de la humanidad (Ariel), un recorrido por la historia de la evolución de las culturas humanas, elaborado junto al historiador Javier Rambaud, construido para comprender quiénes somos los seres humanos y cómo nos influye la cultura, que Marina define ampliamente como "el conjunto de soluciones que una sociedad da a problemas que son comunes", lo que incluye en el cajón: la política, las costumbres, las religiones, las ciencias...



Pregunta.- En Tratado de filosofía zoom aspiraba a buscar una ficción universal común al conjunto de la especie, ¿cómo ahonda en ese proyecto esta Biografía de la humanidad?

Respuesta.- Realmente es la continuación del mismo proyecto. Esta biografía pate de una premisa muy sencilla, que toda la especie humana ha estado buscando la misma cosa a lo largo de la historia: satisfacer sus necesidades y mejorar el bienestar, en definitiva, lo que llamamos felicidad. A lo largo de ese proyecto, a la vez imprescindible y confuso, necesita ir inventando útiles e ideas que van surgiendo de manera paralela y van convergiendo hacia un modelo en consolidación donde se aprovecha lo mejor. Esta es la historia que narro aquí, la historia de la creatividad de la especie humana, un gran relato en el que seguimos inmersos. Esta visión va en contra de todo el movimiento posmoderno que dice que se han terminado los grandes relatos. Pues no, estamos metidos en un gran relato que se va escribiendo coralmente, con vaivenes tremendos, pues las culturas pueden colapsar, como hizo la cultural alemana en la época nazi. Es decir, vivimos siempre en precario.



Estamos moviéndonos en una superficialidad muy ignorante y peligrosa. Al no comprender las cosas no sabemos valorarlas"

P.- Habla de la urgencia de conocernos como especie antes de la llegada del transhumanismo. ¿Qué nos aporta la comprensión de la evolución de la cultura?

R.- La comprensión es la clave. Necesitamos comprender en profundidad, porque en la actualidad, por la brillantez de los inventos y por su celeridad, estamos creando una civilización del uso, que utiliza las cosas sin comprenderlas. Por ejemplo, los móviles, que usamos sin comprender ni la tecnología que hay en ellos ni la importancia de los nuevos tipos de relaciones que se están creando a su alrededor. Necesitamos pararnos y comprender, porque si no estamos moviéndonos en una superficialidad muy ignorante y muy peligrosa, ya que al no comprender las cosas tampoco sabemos valorarlas. En este momento se empieza a hablar ya con bastante insistencia de que va a ocurrir un cambio a lo grande en la especie, el momento del transhumanismo, y da la impresión de que vamos a asistir a ese cambio sin saber lo que dejamos atrás. Primero debemos entender lo que somos y lo que ha sido hasta ahora esta gran ficción antes de plantearnos un cambio tan importante.



P.- Destaca la importancia del pasado en la actualidad, tanto en sentido histórico como evolutivo, ¿en qué medida nos influye?

R.- Como ocurre siempre con la historia, este relato de las culturas, de los inventos de la humanidad, nos permite comprender el presente, algo que nos interesa para no tomar decisiones sin saber sobre qué decidimos. Por eso este libro, que sigue un orden cronológico, da origen a una historia inversa que debemos recorrer desde el hoy hasta el origen preguntándonos cómo hemos llegado aquí. Por ejemplo, en España tenemos un problema nacionalista muy complicado, pero no podemos hacer nada sin saber qué ha pasado anteriormente, de dónde venimos. Necesitamos conocer para poder comprender, y necesitamos comprender para tomar buenas decisiones.



P.- Afirma que somos un híbrido de naturaleza y cultura. La parte biológica está ampliamente estudiada, pero ¿qué nos aporta ese genoma cultural, cómo nos ayuda a entender y configurar el mundo?

R.- En realidad es bastante similar al genoma biológico. Recibimos una gigantesca dotación de genes culturales y unos se expresan y otros no. Lo hacen los que están vigentes en un momento dado en cada una de las culturas. ¿Por qué consideramos un bien supremo la libertad? Eso viene desde la Grecia clásica y es propio de Occidente, en Oriente lo más importante es la armonía, la convivencia, la paz. Este enfrentamiento explica muchas cosas, como por qué en China han existido siempre regímenes autoritarios a lo largo de la historia. Porque estaban buscando otra cosa. Si primo la armonía frente a la libertad no me importa vivir sometido.



La dictadura del relativismo cultural

En opinión de Marina, esta comparación entre culturas es muy interesante, porque haciéndola "podemos ver una cosa que sé que va a escandalizar pero que es cierta: no todas las culturas son iguales y hay unas mejores y otras peores en la manera de resolver conflictos. No podemos asumir que toda peculiaridad cultural es equivalente. Hay cosas que van en la buena línea y otras que no", sostiene el filósofo que reniega asimismo del relativismo cultural. "Es aceptable en algunos aspectos, aquellos que no son excluyentes, como la música o el arte, pero los sistemas jurídicos, de representación política o religiosos sí son cuestionables. Los culturalistas, sobre todo desde hace 20 años, afirman que dentro de cada cultura su solución es buena, pero olvidan que las culturas conviven y hay trasvase entre ellas y comparaciones".



Se nos ha inculcado que para respetar a las culturas hay que decir que todas son iguales, y eso es un disparate. Sin evolución cultural seguiríamos en el Paleolítico"


"¿Por que cambian las morales, sistemas de pensamiento tan cerrados?", se pregunta. "Por comparación y adaptación de lo mejor, que es la base de la evolución. Se nos ha inculcado que para respetar a las culturas hay que decir que todas son iguales, y eso es un disparate. Sin evolución cultural seguiríamos en el Paleolítico", afirma rotundo. Por eso, opina también que, como en nuestro interior están todas las culturas "sería interesante tratar de expresar alguno de esos genes ajenos que vendrían a compensar carencias culturales propias". Una actitud que, en su opinión, "nos permitiría actuar hacia el futuro pensando si deberíamos hacer una ingeniería genética cultural para fomentar las cosas positivas y añadirlas al gran diseño de la especie para crear una humanidad más justa y aceptable donde converjan todas las aspiraciones".



P.- Dice que somos animales espirituales y se detiene, como momento clave, en la aparición del pensamiento simbólico. ¿Qué peso tiene la religiosidad en la configuración y creación de nuestra especie?

R.- El hecho de que en todas las culturas, en momentos muy, muy originarios, haya algo que podemos identificar como religión nos indica la importancia de esa herramienta poderosísima que es el pensamiento simbólico. Cuando la especie humana se va separando de los antecedentes animales puros crea una función simbólica que le hace vivir en dos niveles: la realidad y la ficción, lo inventado, lo imaginado, lo sospechado... Ahí todo se complica, se inventan las mitologías, con relatos comunes a todas y surge el pensamiento simbólico. Además aparece otro fenómeno. El ser humano empieza a saber controlar su comportamiento y sus funciones mentales, a rescatar cosas de su memoria y a poder aplicarlas y enseñarlas. Hubo un proceso de domesticación, autodomesticación en realidad, en el que configuramos nuestro cerebro como cuando enseñamos a un animal. La religión fue una fuerza muy poderosa de autodomesticación de la especie.



P.- ¿Cuáles serían otros grandes hitos en la configuración humana?

R.- Hitos fundamentales que modificaron nuestra especie hubo muchos: el lenguaje, la escritura, la notación matemática o musical, el sedentarimso… Lo que me interesaba es ver como a través de las creaciones culturales el hombre se va recreando a sí mismo y es capaz de hacer cosas que antes no podía. Con el tiempo nos vamos enfrentando a problemas y para resolverlos creamos herramientas sociales, las instituciones, que nos permiten ampliar la capacidad de resolución de conflictos. La propiedad, por ejemplo, se va configurando junto a nuestra especie. Al hacernos sedentarios, aparece una cosa decisiva: los excedentes. Produzco algo que no consumo. Eso significa el nacimiento del comercio, de las clases sociales, de la necesidad de defenderse, y con ella, de los estados, de los impuestos… Ver todo eso nos permite darnos cuenta de cómo todo lo que nos rodea es fruto de esa evolución cultural.



La búsqueda del "Eureka"

La historia de las culturas es la gran narración de la creatividad humana, y de la selección de las mejores soluciones creadas"

P.- Muchos de estos "inventos" son comunes a todas las culturas, independientes y casi simultáneos, ¿qué nos indica esto?

R.- Nos indica que la inteligencia humana se mueve siempre con un mismo patrón impulsivo. Los seres humanos sienten necesidades, tienen deseos y experimentan expectativas: este es el gran motor. Cada uno tiene que realizar eso en el entorno concreto en el que vive. Entonces se empieza a poner en marcha todo un proceso de búsqueda de soluciones que es el espacio de la creatividad humana. La historia de las culturas es la gran narración de la creatividad humana, y de la selección de las mejores soluciones creadas. Unas funcionan, otras no, unas se cambian, otras permanecen. Como los problemas son los mismos, las soluciones son muy parecidas. La agricultura nació en varias zonas diferentes, cada cultura inventa la cerámica por su lado, la escritura también se inventa cinco o seis veces sin tener nada que ver unas con otras, en todas las culturas ha habido música... Al final se empieza a ver que unas soluciones son mejores que otras y se intercambian.



P.- Sin embargo, dice que muchas de estas creaciones son pensadas y ejecutadas sin pensar las consecuencias, de forma inconsciente, ¿cómo asimilamos lo creado y por qué es importante?

R.- Para entenderlo hay que explicar cómo funciona la muy sobresaliente inteligencia humana, que se divide en dos niveles. La mayor parte de su actividad, la inteligencia generadora, no es consciente y está continuamente captando información, comparándola con lo que tiene dentro y relacionándola. Funciona por analogías. A partir de ahí, una parte de toda esa gigantesca información pasa a estado consciente, a la inteligencia ejecutiva, que controla de alguna manera ese inconsciente y le pone metas. Y esa parte ya es no invención espontánea, sino dirigida. De ese juego de ambas, aparece el "Eureka", aunque nosotros mismos nos sorprendamos de lo que se nos haya ocurrido.



P.- Cierra el libro hablando del humanismo de tercera generación, ¿en qué consiste esta propuesta y a qué retos futuros se enfrentará?

R.- Cuando estudias toda la historia de la evolución te das cuenta de que el ser humano es una especie indecisa que siempre ha estado pensando en cómo definirse, preguntándose qué es. Nos hemos ido definiendo de varias maneras: dentro de la religión cristiana como hijos de Dios, en la corriente positivista como un animal muy evolucionado... En este juego de definirnos entra este nuevo humanismo, que busca proclamar al hombre como un animal con una propiedad especial: la dignidad. Este planteamiento supone que todos los que pertenecen a esta especie son válidos, hagan lo que hagan. Eso es muy raro y antinatural, pero si nos consideramos todos como valiosos, y por lo tanto, protegidos por derechos, desaparecerían muchos problemas para los que no hay solución. Significa vivir en una gigantesca ficción, sí, pero una ficción salvadora. Estamos en ese proceso de recreación del ser humano clave ante la inminencia del transhumanismo, y debemos rehumanizar un poco el futuro para darnos cuenta de que para tomar decisiones solo valemos los humanos.