Adrian Shubert. Foto: Killam

El hispanista publica Espartero, el Pacificador (Galaxia Gutenberg), una biografía innovadora que de un personaje capital para entender la historia del siglo XIX español.

"En España, la memoria histórica sigue siendo larga pero fragmentada y conflictiva, sobre todo en lo concerniente a posibles héroes nacionales". De este modo opina el hispanista y catedrático de historia de la Universidad de York, en Toronto, Adrian Shubert (Manchester, 1953), uno de los mayores expertos internacionales en nuestro siglo XIX que, tras colaborar con José Álvarez Junco en la Nueva historia de la España contemporánea (Galaxia Gutenberg, 2018) publica ahora la más completa biografía de uno de los protagonistas más controvertidos de la convulsa España decimonónica, el general Baldomero Espartero. "Mi interés comenzó por la razón más banal: me atraía esa vida tan apasionante y singular, una vida digna de una novela de Stendhal o Gabriel García Márquez. De la vida de Espartero saldría una serie de televisión magnífica", reconoce el profesor. Más de un lustro de trabajo que ha cristalizado en Espartero, el Pacificador (Galaxia Gutenberg), una biografía innovadora que no se detiene exclusivamente en este contradictorio militar y estadista, que se aproximó más que nadie a ser un jefe de Estado verdaderamente constitucional, sino que contribuye además a comprender un complejo periodo con varios cambios de régimen y varias guerras civiles.



Pregunta.- Ha comparado la figura de Espartero con la del norteamericano Ulysses S. Grant. ¿Por qué establece esta analogía?

Respuesta.- Fue una comparación que me sugirió un amigo que es especialista de la historia de Estados Unidos. Había leído la biografía más reciente de Grant, que tiene más de 1.000 páginas, y me dijo que sería interesante pensar en las posibles similitudes con Espartero, de quien ya había oído hablar mucho. Hay cosas claras: los dos venían de familias muy humildes, los dos hicieron carrera militar, los dos fueron generales en jefe que "ganaron" una guerra civil larga y muy cruenta, los dos acabaron esas guerras con la idea de reconciliación y, después de las guerras, los dos tuvieron carreras políticas que fueron, y siguen siendo, controvertidas.



P.- Ha consultado fuentes diversas y hasta ahora nunca exploradas, ¿qué perspectivas inéditas alumbra sobre la figura de Espartero?

R.- Para mí, la contribución más importante es poder describir y analizar lo que llamo el culto de Espartero, un culto que se mantuvo "desde abajo", sin apoyo de la maquinaria del estado, durante muchas décadas y a pesar de sus fracasos en la política. La base de este culto fue el hecho de haber terminado la Guerra Carlista, "la guerra fratricida de siete años" como decían muchos entonces. En general no se percibe que, en términos relativos, esa guerra fue tan cruenta, tan mortífera, como la Guerra Civil del XX, si no más. No debemos infravalorar las ansias de la paz que tenía la gente, por lo que esa fama de ser el "Pacificador de España" duró décadas. Se puede ver en las muchísimas cartas de apoyo que recibió de todo el país, y en las 270 peticiones que se mandaron a las Cortes Constituyentes en 1869-1870 reclamando a Espartero como rey. Le llamaban el Pacificador como si fuera un título oficial. Este culto fue un hecho insólito en España. Por eso titulo el libro así.



P.- En vida disfruto de una enorme popularidad, en parte por ese apodo de Pacificador que usted elige para el título, y a pesar de sus fracasos políticos. ¿Por qué fue tan popular, cómo nació el culto por su figura?

R.- El culto de Espartero como héroe nace "desde arriba" después de la victoria de Luchana. Le hacen Conde de Luchana y el Gobierno usa a la Iglesia, que tenía mucha mayor capacidad de comunicación que el Estado, para cantar la victoria y las glorias del héroe. Algunos de los sermones son fantásticos: como Espartero entró en Bilbao el 25 de diciembre, hasta le comparan con el Salvador. Pero tres años más tarde, después de Vergara, el gobierno interrumpe esta maniobra porque los políticos ya tenían miedo de Espartero como competidor. Sin embargo, este culto crece y se mantiene "desde abajo". Se nota en el hecho de padres ponían el nombre de Baldomero a sus hijos, o les contaban las glorias de Espartero en casa.



P.- En este sentido, ¿qué importancia tuvo Espartero en la historia de España y en el resto del mundo? ¿Por qué su figura fue olvidada en décadas posteriores?

R.- En mi opinión, fue la figura más importante del siglo XIX español, por sus actuaciones y por la importancia que tuvo su figura. Fuera de España no tuvo mucha importancia. La única gran excepción fue en Gran Bretaña, los whigs, lo reconocieron como un héroe del liberalismo. Después de su muerte recibió un entierro de Estado y se levantaron estatuas en Madrid y Logroño, pero la memoria de Espartero se desvaneció rápidamente. Esto ocurrió porque ni la Restauración, ni la Segunda República, ni el régimen franquista, quisieron recordar ni esa época ni sus figuras más importantes. Y ha pasado lo mismo con la democracia actual. Nadie se atreve a reclamar ese siglo, que vio tantos cambios importantes, como legado, como si la tradición liberal del XIX no tuviera nada que ver con la actualidad, aunque durante ese siglo España tuvo más años de gobierno constitucional que cualquier país europeo. En mi opinión, y esto es un juicio más político que histórico, al olvidar y despreciar el siglo XIX de esta manera se están cumpliendo los deseos de los enemigos de la democracia y las libertades.



Grabado de 1845 que representa el abrazo entre Espartero y Maroto en Oñate, que puso fin en 1839 a la Primera Guera Carlista

P.- Como mito histórico ha trascendido su frase de que habría que bombardear Barcelona cada 50 años, pero en el libro es muy importante el esparterismo catalán, donde siempre fue, incluso después del bombardeo de 1842, una figura muy querida. ¿El odio catalán es otro legado del nacionalismo reciente?

R.- Es cierto que es un mito, Espartero nunca dijo tal cosa. El bombardeo de Barcelona no tenía nada de personal: para Espartero no se trataba de castigar a los catalanes, sino de castigar a una ciudad rebelde. Y tampoco hay que olvidar que ese gran catalán, Joan Prim i Prats, también bombardeó Barcelona, y más severamente. Por otra parte, a pesar del bombardeo, Espartero seguía siendo una figura queridísima en Cataluña durante el resto de su vida. Nadie veía ninguna contradicción entre ser catalán, y hasta catalanista tal como se entendió entonces, y ser esparterista. En los últimos años e ha borrado a Espartero del callejero de Barcelona, y otros lugares de Cataluña. ¿Legado del nacionalismo reciente? Sin duda. Y ha pasado algo parecido en Euskadi. El ayuntamiento de Bilbao eliminó a Espartero del callejero en 1979.



P.- Ha asegurado que la Guerra Civil del siglo XX y sobre todo, la dictadura, representaron un corte brutal en la historia de España, que durante el siglo XIX siguió un camino similar al Occidente europeo. ¿Por qué las guerras civiles del XIX no desembocaron en lo mismo que la última?

R.- Es una pregunta muy difícil... Diré que por dos razones. Primero, que el siglo XIX no fue una época de política de masas, como sí el XX, y por ello la polarización política fue menor. Básicamente, los conflictos políticos se resolvieron entre unas élites bastante limitadas. Segundo, aunque hubo intentos de involución durante el reinado de Isabel II, el liberalismo, en el sentido amplio, siempre pudo resistir.



P.- Militar conservador y liberal constitucional, defensor de la monarquía que respetó la república e incluso fue propuesto como rey, revolucionario a su pesar... ¿Quién fue realmente Espartero, en qué creía? ¿A qué se debe su incoherencia política, es fruto de su convulsa época?

R.- Espartero tenía unas creencias políticas muy sencillas, hasta simplistas. Creía en la autoridad establecida, creía en el orden y creía en la unidad de los españoles, este último con un fervor casi mística. También creía en "la voluntad nacional", que el entendió más que nada como las decisiones del Congreso. Sin embargo, en algunos momentos, y sobre todo entre 1839 y 1841, se veía a sí mismo como el intérprete privilegiado de esa voluntad nacional. "Soy la bandera española" escribió a su mujer Jacinta en esos momentos.



P.- La biografía concede mucha importancia a su mujer, ¿en qué sentido fue clave la Duquesa de la Victoria en la carrera y la vida de Espartero?

R.- La importancia de Jacinta Martínez de Sicilia y Santa Cruz, se puede ver en las 620 cartas que Espartero le escribió durante la Guerra Carlista. Tenía un papel clave en su vida pública, como intermediaria entre Espartero y el gobierno y María Cristina. Además, Jacinta le daba consejos y le criticaba cuando le parecía que había que hacerlo. También fue una consejera muy importante. En otro orden cosas, se ve que Espartero fue emocionalmente dependiente de ella.



P.- Decíamos que fracasó a nivel político y en su biografía es crítico con esta faceta política, ¿en qué condiciones se tuvo que manejar? ¿Qué características presentaba la clase política de entonces, que el general despreciaba?

R.- Fueron condiciones muy difíciles, yo diría hasta imposibles. Durante su regencia, su propio partido, el Progresista, estaba muy dividido. Los moderados hicieron una oposición desleal y, además estaban conspirando con María Cristina, que estuvo en Francia, contra él. Además, me parece que muchos de esos políticos eran de poca estatura. Terminé el libro con mucho menos respeto hacia Salustiano Olózaga, por ejemplo. Dicho todo esto, Espartero no tuvo suficiente capacidad política para lidiar con estas circunstancias. La política no le interesaba realmente y no le gustaba el trabajo duro diario que suponía. Sin embargo, hay una cosa positiva que quiero destacar. Como Regente intentó funcionar como Jefe de Estado constitucional. Fue durante su regencia cuando por primera vez un gobierno español cayó por un voto de censura, y Espartero aceptó esa votación y dejó caer el ministerio.



P.- ¿Cuál es el legado final de su figura, qué aportó a la España del XIX?

R.- Para empezar, formó parte de un grupo de militares que tuvo un papel importantísimo, aunque controvertido, en la historia política de ese siglo: Narváez, O'Donnell, Prim... Además, fue una figura singular debido a esa reverencia que inspiró en tantos españoles durante tantos años. Me gustaría terminar con una cita de Espartero, de una proclama que lanzó a los vascos en 1837. Son las palabras más profundas que dijo jamás. Creo que son palabras importantes y me parece una lástima, una tragedia, que no se recordaran antes: "En las guerras civiles no hay gloria para los vencedores ni mengua para los vencidos. Tened presente que cuando renace la paz todo se confunde y que la relación de los padecimientos y los desastres, la de los triunfos y conquistas se mira como patrimonio común de los que antes pelearon en bandos contrarios".