Expediente de Wilfred Henry Oliver, marinero británico desaparecido el 2 de agosto de 1918. Su madre adjuntó esta foto a una carta enviada al rey Alfonso XIII. Patrimonio Nacional. Archivo General de Palacio.

En el centenario del armisticio de la Primera Guerra Mundial, Patrimonio Nacional muestra en una exposición patrocinada por la Fundación Banco Santander la mediación internacional del monarca en la búsqueda de desaparecidos y el indulto de prisioneros. La Oficina de la Guerra Europea, creada por él, atendió 200.000 expedientes. El rey también intentó salvar la vida del zar y su familia.

Con su declaración de neutralidad el 7 de agosto de 1914, España se libró de los efectos devastadores de la Primera Guerra Mundial, que dejó a su paso 17 millones de víctimas mortales, entre combatientes y civiles, y otros tantos prisioneros. Pero ser neutral no es lo mismo que mantenerse al margen: reconocida entonces pero hoy olvidada, nuestro país desempeñó una importante labor de mediación humanitaria impulsada por el rey Alfonso XIII desde el comienzo de la llamada Gran Guerra. El monarca recibió miles de cartas de padres, madres, esposas o hijas de soldados desaparecidos, prisioneros o civiles atrapados al otro lado de la línea enemiga. La mayoría de las misivas solicitaban la ayuda del rey de España para encontrar y tratar de repatriar a sus seres queridos y procedían de ambos bandos, de 50 nacionalidades distintas (aunque sobre todo de Francia y Bélgica) y en diferentes idiomas, y en tanta cantidad que se creó la Oficina de la Guerra Europea para atenderlas. Desde su creación en 1915 hasta el final de la guerra, en 1918, tramitó 200.000 expedientes. Cada uno de ellos encerraba la dolorosa incertidumbre y la última esperanza de una familia.



El próximo 11 de noviembre se cumplirán cien años del armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial y coincidiendo con la efeméride, Patrimonio Nacional, con el patrocinio de la Fundación Banco Santander, ha condensado el trabajo de varios años de catalogación y estudio de esta ingente cantidad de documentos en la exposición Cartas al Rey. La mediación humanitaria de Alfonso XIII en la Gran Guerra, que puede visitarse en el Palacio Real de Madrid hasta el 31 de marzo de 2019. Si a menudo se dice que en una guerra no hay buenos ni malos, "que no nos quepa duda de que en la Primera Guerra Mundial España estuvo del lado de los buenos" con su labor humanitaria indiscriminada. Así lo consideró este martes Alfredo Pérez de Armiñán, presidente del consejo de administración del Patrimonio Nacional, en la presentación de la exposición a la prensa antes de una inauguración que contó con el bisnieto del protagonista, el rey Felipe VI, así como el ministro de Cultura, José Guirao, y varios embajadores de países que participaron en la guerra.



Ambulancia donada por Alfonso XIII al Hospital Español de San Fernando en París, h. 1916. Patrimonio Nacional. Madrid, Real Biblioteca.

"No tengo el honor de ser una de vuestras súbditas, pero pertenezco a vuestra segunda patria: la humanidad…". Decenas de cartas con frases como esta, fotografías, fichas y pantallas interactivas se muestran en varias salas de las dependencias del palacio, con un diseño expositivo que emula los muebles archivadores empleados originalmente para organizar y hacer el seguimiento de los miles de expedientes tramitados por la Oficina de la Guerra, con una plantilla fue aumentando de 6 a 48 personas. Entre ellas figuraban las primeras mujeres que trabajaron para la Casa Real en labores administrativas; hasta entonces sólo había personal femenino en tareas de servicio. En una de las salas de la exposición se recrean con los muebles originales uno de los despachos de la oficina.



Además de las fotografías que acompañaban a muchos de los expedientes para facilitar la búsqueda de los soldados desaparecidos, se muestra también una de las colecciones de fotografía bélica más importantes de España, perteneciente al Archivo General de Palacio, con cientos de instantáneas tomadas en el frente por agencias o por las secciones fotográficas de los distintos ejércitos combatientes.



Lanzamiento de granada desde la trinchera, 1915. Fotografía de A. Grohs. Patrimonio Nacional. Madrid, Archivo General de Palacio.

Un rey con el corazón dividido

La neutralidad de España y la implicación personal del rey Alfonso XIII en cuestiones humanitarias se explican en primer lugar por los vínculos familiares del monarca con potencias de ambos bandos: con el Imperio austrohúngaro por su madre, la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena; y con la corona británica, por su esposa, la reina consorte Victoria Eugenia de Battenberg. Los hermanos varones de ambas eran altos cargos de sus respectivos ejércitos.



"Alfonso XIII siempre ha sido una figura controvertida y lo seguirá siendo", reconoce Pérez de Armiñán. Aunque su imagen internacional se deterioró mucho tras el fusilamiento del anarquista Francisco Ferrer Guardia en 1909, no cree que su labor humanitaria durante la Primera Guerra Mundial fuese un intento por mejorar su reputación. "Más bien se produjo como consecuencia de la presión de las circunstancias, de una situación emocional cada vez más dura de soportar en el seno de la familia real y en la necesidad de hacer algo, de no permanecer insensible ante los requerimientos que le llegaban".



Retrato de Alfonso XIII en su despacho en 1915. Patrimonio Nacional. Madrid, Archivo General de Palacio

¿Por qué tantas cartas?

En junio de 1915 un periódico local francés, La Petite Gironda, publicó una nota de agradecimiento a la labor de Alfonso XIII en un caso con final feliz, noticia de la que se hizo eco toda la prensa internacional. Esta fue la razón por la que el número de peticiones no dejó de aumentar en los meses siguientes.



La Oficina de la Guerra operaba con un método sistematizado que ha sorprendido a los investigadores del archivo por su modernidad. En una época en la que en España la burocracia era un caos, el procedimiento de la Oficina de la Guerra era "como tener ordenadores cuando no existían", opina Juan José Alonso, director del Archivo General del Palacio Real y comisario de la exposición. Tenían un sofisticado sistema de fichas y formularios, archivado y protocolo de actuación.



Expedientes de la Oficina de la Guerra Europea en una vitrina de la exposición. Foto: F.D.Q.

El trabajo de la Oficina de la Guerra se llevó a cabo gracias a la implicación del cuerpo diplomático español desplegado en el extranjero. Especial relevancia tuvo la labor del embajador en Bélgica, el conde de Villalobar. A pesar de que el país se había declarado neutral, fue invadido por Alemania para atacar a Francia por el camino más directo, lo que precipitó la entrada del Reino Unido en la guerra. En el territorio belga ocupado, las gestiones del embajador español contribuyeron al abastecimiento de la población civil. Su labor quedó reflejada en dos películas documentales inéditas hasta ahora en España que pueden verse en la exposición.



De los 200.000 expedientes abiertos, unos 140.000 solicitaban información sobre el paradero de soldados desaparecidos. Aproximadamente un 5 % de las investigaciones tuvieron éxito, cifra que Alonso considera nada desdeñable teniendo en cuenta las desorbitadas cifras de pérdidas humanas ocasionadas por la guerra. Además de buscar a soldados desaparecidos, la Oficina de la Guerra también coordinó el envío de dinero y ropa a familiares, la repatriación de personas o la información sobre el estado de la población civil en territorios ocupados. Delegaciones diplomáticas españolas realizaron hasta 3.000 visitas a los campos de prisioneros, lo que contribuyó a mejorar sus condiciones de vida. Además, el rey Alfonso XIII consiguió el indulto de más de 70 prisioneros condenados a muerte.



"Mamá llora a todas horas"

"Muchas de estas cartas me han hecho llorar", reconoce Mar Mairal, subdirectora del archivo y también comisaria de la muestra. "Con esta exposición nos hemos fijado un doble objetivo: contar una historia desconocida y emocionar al público", explica.



Vista de una de las salas de la exposición. Foto: Patrimonio Nacional

Las falsas cajoneras que revisten las paredes de la exposición, con los nombres de cientos de desaparecidos, dan la impresión de encontrarse en un cementerio repleto de nichos. De ellas emergen vitrinas con decenas de casos particulares: cada uno con su historia, su rostro y su petición desesperada. Debajo, el resultado: hallado/no hallado.



Una de las cartas dirigidas al rey destaca de las demás por su caligrafía infantil. La envió Sylviane Sartor, una niña parisina de 8 años: "Mamá llora a todas horas desde que tiene a su hermano prisionero. Majestad, mamá acaba de recibir una postal ayer en la que le decía que iba a morir de hambre. Majestad, si quisierais enviarle a Suiza, pues hace dos años que está prisionero y mamá va a enfermar con seguridad. Majestad, os lo agradezco por adelantado. Sylviane, vuestra servidora".



La carta se recibió el 20 de abril de 1917 y el mismo día Alfonso XIII contestó a la pequeña: "Querida señorita: Yo procuraré lo mejor que sepa hacer que su mamá no llore; por lo tanto tenga la bondad de darme noticias precisas sobre su tío para que yo pueda enterarme de su estado de salud y si es posible internarlo en Suiza. Mis mejores recuerdos. Alfonso XIII, Rey". Finalmente se supo que el familiar de la niña se llamaba Achille Delmonte, prisionero en un campamento en Hannover y, a juzgar por la carta de agradecimiento que mandó después Sylviane, la mediación del rey consiguió que su tío fuera hospitalizado en Suiza, país al que se enviaban muchos prisioneros de guerra para recibir cuidados y donde debían permanecer hasta el final del conflicto para evitar que volvieran al frente a luchar por sus países.



Mensaje enviado a Alfonso XIII por Sylviane Sartor, de 8 años, el 20 de abril de 1917. Foto: F.D.Q.

Como cuenta Alonso, el rey puso un especial empeño en el caso de la familia imperial rusa. En medio de la guerra tuvo lugar la revolución que acabaría derrocando al régimen de los zares e imponiendo el estado soviético, y los Románov fueron encarcelados en marzo de 1917. Varios telegramas demuestran que Alfonso XIII llevó a cabo varias gestiones para facilitar la salida de la familia imperial e incluso ofreció acoger a la zarina y sus hijas, sin saber aún que estas habían sido ejecutadas también junto al zar Nicolás II.



Aunque la gran mayoría de los expedientes tramitados por la Oficina de la Guerra correspondían a personas anónimas, también hubo casos relacionados con personajes notorios. El escritor Rudyard Kipling, el pintor francés Jean-Paul Laurens, el compositor Giacomo Puccini o incluso Miguel de Unamuno también buscaron información sobre sus desaparecidos. Y como prisioneros de guerra constaban en los archivos de la oficina el cantante Maurice Chevalier, el aviador Roland Garros y el futuro general y presidente de Francia, Charles de Gaulle, entonces oficial y hecho prisionero en Verdún.



Además de la exposición

Según ha explicado Alonso, esta exposición es solo uno de los frutos del trabajo de investigación llevado a cabo en estos cuatro años; su objetivo principal, aún en desarrollo, es la creación de una web "semántica" con los fondos digitalizados, que permita hacer todo tipo de búsquedas por palabras y por localización geográfica de los 200.000 expedientes, lo cual será de utilidad para investigadores de todo el mundo. Además, la exposición se acompaña de un extenso catálogo que recoge buena parte de los contenidos de la exposición y los amplía con una decena de ensayos firmados por los comisarios y por historiadores de la talla de Juan Pablo Fusi.



Por la relevancia que estos documentos tiene para los países implicados en la guerra, la intención de Patrimonio Nacional es crear una versión itinerante de la exposición, aunque de momento no hay noticias concretas al respecto.



El propio Alfonso XIII tuvo el deseo de hacer un museo con todas las cartas recibidas durante la contienda. Así lo expresó en una entrevista en el diario El Sol el 15 de noviembre de 1918, apenas cuatro días después del fin de la contienda: "Tengo la intención de transformar todas nuestras oficinas del Servicio de Prisioneros y Desaparecidos de Guerra, establecidos en el Palacio Real, en un museo que será un recuerdo vivo de una obra a la cual me he consagrado con toda el alma, sabiendo que con ella podía aliviar muchos dolores, hacer renacer algunas veces muchas esperanzas y ocasionar, muy raramente, por desgracia, algunas satisfacciones".



@FDQuijano