Daniel Fernández Rodríguez

Premio Joven Antonio Colinas. Isla de Siltolá, 2018. 64 páginas, 12 €

La sombra de Jaime Gil de Biedma es alargada; pero si se elude el afán multiplicador, puede ser germen de registros reveladores y austeros. Sucede con Daniel Fernández Rodríguez (Barcelona, 1988), que en este libro pone las cosas en el sitio del autorretrato desde el sano cansancio de uno mismo, atisbado en el trazo del poema inaugural "Querido compañero".



El espejo ofrece el "rostro soñoliento y triste y solo" que desbroza la espesura confesional. El poema "Los novelistas" muestra la existencia como "actores principales, figurantes" que desconocen "qué ha sido de nosotros". La vida es fingimiento mientras declinamos el amor "como se piensa el mar o la mañana". En "Otoño", sabemos que "tus alas en la tarde yo las quiero / para ocultar mi rostro de hombre solo", con un delicado y dinámico erotismo en Judith. "Cabelleras sangrantes en la playa, domingos de horas rotas", sirven de preámbulo para "La ciudad", "cuando todos los padres eran reyes", en el que el niño de ayer acabará encontrándose con el hombre que escribe dentro del espejo.

HOJAS

Como una hoja de noviembre caprichosa

cuando al caer va revoltosa sepultando

la rúbrica fugaz del último amarillo

hasta perderse entre los restos del otoño:

desprenderse en silencio una mañana,

ir dando tumbos y posar

el cuerpo en algún otro

cuerpo,

entre los brazos firmes del abrazo anónimo,

y juntos ver pasar los pasos de la vida.