Jeffrey Eugenides. Foto: Gasper Tringale
Jeffrey Eugenides (Detroit, 1960), con un Premio Pulitzer a sus espaldas y tan solo tres (muy aclamadas, eso sí) novelas en su haber, no parece un escritor obsesionado con publicar. Cierto es que sus dos últimos títulos, Middlesex (2002) y La trama nupcial (2011), eran voluminosos, pero desde que debutara allá por 1993 con Las vírgenes suicidas, su corpus literario se reducía a estas tres obras y a unos cuantos relatos más, desperdigados por ahí en publicaciones varias (The Gettysburg Review, The Yale Review, Conjunctions y sobre todo The New Yorker). Para sus más fieles seguidores, el anuncio el año pasado de la publicación en Estados Unidos de Denuncia inmediata, donde se recogen ocho de aquellos relatos más dos de nueva cosecha, aventuraba fiesta. Lo que quizás no sospechábamos es que fuera a ser tan salvaje, tan rotunda, tan ecléctica, tan Eugenides.Porque a Eugenides no le gana nadie a mala leche cuando se pone socarrón -léase "Multipropiedad" (Conjunctions, 1997), relato que se me empareja enormemente con el también muy triste e irónico El condominio (1973), del maestro Stanley Elkin- porque pocos son capaces de extraer tanta humanidad del patetismo cotidiano -léase el controvertido relato "Denuncia inmediata" (2017), que da título a la colección, en el que una joven acusa falsamente a un adulto de violación; o "Magno Experimento" (The New Yorker, 2008), donde dos grises trabajadores planean un buen día saquear a su jefe-.
Eugenides nos enseña siempre las dos caras de la moneda. En "Música antigua" (The New Yorker, 2005), un piso demasiado pequeño lleva al traste la carrera como pianista de su protagonista; en el ya citado "Multipropiedad", enorme relato que trata sobre la decrepitud, vislumbraremos el ocaso de un hombre al que precisamente le sobra espacio. De nuevo el manido "sueño americano" desmigado, hecho trizas, puesto de vuelta y media, visto desde el perdedor, visto desde el supuesto triunfador... En "Quejas" (2017), la muy sentida, triste y dura (a la vez que hermosa) historia crepuscular con la que se abre Denuncia inmediata, dos amigas de toda la vida se enfrentan a la muerte de una de ellas; en "Jeringa de cocina" (The New Yorker, 1996) se nos cuenta la rocambolesca peripecia de una mujer de mediana edad obsesionada con quedarse embarazada. Una patética historia sobre la vida, una hermosa fábula sobre la muerte...El anuncio de la aparición de este libro aventuraba fiesta, pero no sospechábamos que fuera a ser tan salvaje, tan rotunda, tan Eugenides
Resulta de lo más interesante fijarse en las fechas originales de publicación de estos textos, pues dicen mucho acerca de cómo ha ido evolucionando el tono de Eugenides con el paso de los años: tan ácido al principio, cuando rozaba incluso lo humorístico, siendo ahora más calmado, reflexivo y observador, maduro en definitiva, siempre personalísimo. Esta evolución, que puede igualmente palparse en sus novelas, otorga una extraña coherencia a su poética. Hay algo orgánico en su escritura, en esa mirada punzante, que nos revela que en él no hay ni puede haber impostura alguna. En el fondo, no deja de llamar la atención el hecho de que Eugenides sea, al menos formal y temáticamente, el escritor menos experimental de su muy experimental generación.
En el tremendamente incómodo (y no por ello menos divertido) "La vulva oracular" (The New Yorker, 1999), clara simiente de su magna Middlesex (en él aparece por primera vez el personaje del doctor Luce, "el famoso sexólogo"), puede leerse: "La evolución no dispone de ningún plan de acción coherente. Si bien es célebre por su fidelidad a ciertas formas elegantes (...), también, cuando se le antoja, improvisa. Y en eso consiste la evolución: un revoltijo de posibilidades cuyo progreso no se da mediante mejoras sucesivas sino mediante cambios, algunos buenos, algunos malos, y ninguno prefijado de antemano". Quién sabe si en semejante indefinición no se encuentra la mejor definición posible de un proyecto literario tan único, libre y, por tanto, reconocible como el de Jeffrey Eugenides. Un escritor, a la vista de lo hasta ahora publicado, aparentemente incapaz de dar a la imprenta algo que no sea simple y llanamente brillante. Estos cuentos son la prueba irrefutable de ello.
@FranGMatute