Jaron Lanier. Foto: JD Lasica
Mis justificaciones eran débiles, casi inconsistentes. Hasta se podrían calificar de hipócritas. Había escrito un libro denunciando las prácticas de Facebook titulado Un mundo sin ideas. La amenaza de las grandes empresas tecnológicas a nuestra identidad (Paidós, 2017) y, sin embargo, seguía teniendo una cuenta activa en la máquina de manipulación de Mark Zuckerberg.
A pesar de que era sobradamente consciente de los riesgos, de vez en cuando me permitía el voyerismo de los muros de noticias, sucumbía a la navegación zombi de pantalla en pantalla y me metía la dosis de dopamina que Sean Parker, presidente fundador de la red social, ha admitido que el producto lleva incorporada. En mis monólogos interiores explicaba mi comportamiento como una necesidad profesional. ¿Cómo iba a explicar el carácter pernicioso de la plataforma si nunca la había utilizado?
Los enemigos de las grandes empresas tecnológicas se han abstenido de intimidar a los usuarios para que abandonen las redes sociales. Es mucho más cómodo machacar a un leviatán empresarial que avergonzar a tu tía o a tus colegas del instituto, o más aún, deshacerte de tu larga lista de “amigos”. Aunque maldecimos a nuestro ecosistema informativo, apenas hemos atribuido alguna responsabilidad a los más de dos mil millones de usuarios de Facebook y Twitter. Por eso estoy realmente agradecido al científico (y compositor) Jaron Lanier (Nueva York, 1960) por redistribuir la culpa al usuario gris y presionar a la gente para que huya de las redes sociales. Según él, “si no eres parte de la solución, no habrá solución jamás”.
A Lanier le preocupa nuestra dependencia de las macroempresas tecnológicas, ajenas a la conciencia humana
A lo largo del último año, de manera repentina e inesperada, se ha producido una airada reacción contra las grandes empresas tecnológicas. Lanier, sin embargo, ya llevaba mucho tiempo en la brecha. Durante la década de 1980 contribuyó a inventar la realidad virtual. Debido a su inmersión en la tecnología y a su integridad como intelectual, vio los peligros de la concentración empresarial en la tecnología antes que la mayoría. Sabía que el volumen de datos amasado por las compañías se podía utilizar para explotar la debilidad psíquica de los usuarios. A principios de la década, publicó dos libros excelentes, estridentes, lúcidos y simpáticos: Contra el rebaño digital (Debate, 2011) y ¿Quién controla el futuro? (Debate, 2014).
Con los libros sobre tecnología suele pasar que al poco tiempo de su publicación transmiten una invencible sensación parecida a la que despiertan los móviles con tapa, anticuados y destinados al cajón intelectual e imaginario de los trastos. Los libros de Lanier, sin embargo, han envejecido de maravilla.
Por desgracia, su último manifiesto, titulado Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato, no está tan milimétricamente pulido. Aunque expone argumentos importantes, el autor ya ha esgrimido muchos de ellos varias veces con anterioridad. Si bien Lanier ha dado muestras de su sentido del humor, este libro es sentimentaloide. El acrónimo bummer, que equivale a Behaviors of Users Modified, and Made Into an Empire for Rent [esto es, comportamientos de los usuarios modificados y convertidos en un imperio en alquiler], acuñado por él mismo, le fascina.
En vez de atacar a Facebook y a Google llamándolos por su nombre, se refiere a ellos constantemente como empresas bummer. Su polémica adolece de holgazanería. Faltan ejemplos, los argumentos se exponen con demasiada precipitación, lo cual les impide reunir todo su poder de persuasión, y el estilo se atraganta con el exceso de metáforas. A lo largo de tres páginas utiliza pintura de plomo, cambio climático y petróleo crudo para describir el funcionamiento de la máquina bummer.
A quienes observan a distancia la política estadounidense, muchas de las críticas de Lanier a las redes sociales les resultarán familiares. Twitter y Facebook nos han vuelto más groseros, menos empáticos y más tribales. Solo al final del todo, el autor se aventura en nuevos territorios. Aun así, sus razones son profundas. Le preocupa que nuestra dependencia de las macroempresas tecnológicas esté dando al traste con nuestra capacidad de espiritualidad al convertirnos en extensiones robóticas de sus máquinas. Las empresas, sostiene, no aprecian la “chispa mítica que hay en nuestro interior”. No comprenden la magia de la conciencia humana y, por consiguiente, van a destruirla imprudentemente.
Sean cuales sean los defectos de este breve manifiesto, su autor muestra el valor táctico de apelar a la conciencia individual. Enfrentado a la seriedad de su razón, sentí una punzante vergüenza por mi presencia constante en Facebook. Al final, no pude eludir la realidad, hice caso de su ruego y borré mi cuenta.
© The New York Times Book Review
El decálogo de Lanier
1.- Estás perdiendo el libre albedrío.
2.- Renunciar a las redes sociales es la mejor manera de resistir a la locura de nuestro tiempo.
3.- Las redes sociales te están convirtiendo en un idiota.
4.- Las redes están socavando la verdad.
5.- Las redes sociales están vaciando de contenido todo lo que dices.
6.- Las redes están destruyendo tu capacidad de empatizar.
7.- Las redes sociales te hacen infeliz.
8.- Las redes no quieren que tengas dignidad económica.
9.- Hacen imposible la política.
10.- Las redes sociales aborrecen tu alma.