Portada de Matar a un ruiseñor

En 2015, justo un año antes de morir, Harper Lee publicó su segunda novela, Ve y pon un centinela. Habían pasado 50 años desde su anterior, y única, novela Matar a un ruiseñor, novela que se ha traducido a más de 40 idiomas y con la que ganó el Premio Pulitzer. Este clásico, un alegato en favor de los derechos raciales, vuelve a ocupar las estanterías con la adaptación al cómic que ha hecho Fred Fordham y que publica Random Cómics.



El autor, que antes de dedicarse al cómic y a la novela gráfica trabajó como retratista, conserva la esencia del original y alza la historia sucedida a casi trescientas páginas de luces y sombras, las del género humano, representadas en el color de unas viñetas abocadas a devolver lo que se cuenta, que sacude la conciencia, a ese periodo inamovible del tiempo que perdura. Fordham desarrolla en sus dibujos no sólo un tipo de vida dominada por los prejuicios raciales, a veces corrupta y siempre rígida con las diferencias, sino también la psicología de sus protagonistas: dos hermanos, que reaprenderán el mundo, y su padre, un hombre recto cuando todo alrededor se tambalea, quienes avanzan ciegamente esperanzados hacia un futuro donde la idea de ser diferente no signifique necesariamente ser culpable.



Algunas páginas del interior

"Disparad a todos los arrendajos azules que queráis, si podéis acertarles, pero recordad que es un pecado matar a un ruiseñor". Este es el consejo que da a sus hijos un abogado que está defendiendo al verdadero ruiseñor del clásico de Harper Lee: un hombre de color acusado de violar a una joven blanca. Desde la mirada de Jem y Scout Finch, la escritora explora con humor y una honestidad insobornable la actitud irracional que en cuestiones de raza y clase social tenían los adultos del Sur profundo en los años treinta. La conciencia de una ciudad impregnada de prejuicios, violencia e hipocresía se enfrenta con la fortaleza y el heroísmo silencioso de un hombre que lucha por la justicia.