María Tena

Consciente, según cuenta, de que Nada que no sepas (Tusquets) es una novela distinta de todas las demás que ha escrito, María Tena (Madrid, 1953), último Premio Tusquets de Novela, confiesa que presentó su texto con el único deseo de volver a publicar en una editorial. Hija del diplomático Juan Ignacio Tena Ybarra y la poeta Pilar García Noreña, aunque creció en un ambiente muy literario desde su infancia, entre Dublín y Montevideo, tuvo un inicio algo tardío en la escritura con Tenemos que vernos, finalista del Premio Herralde en 2003, a la que siguieron Todavía tú, La fragilidad de las panteras o El novio chino.



Ahora, con Nada que no sepas la autora regresa a su infancia en Uruguay a partir de una historia ficticia sobre una mujer que viaja hasta allí para investigar sobre la muerte inesperada de su madre a finales de la década de los sesenta. De fondo, Tena retrata un país de libertades, esencialmente optimista, con cierta estabilidad económica y previo a la dictadura militar que se ve eclipsado por los tristes acontecimientos históricos que le deparan. "Yo pensaba hacer solamente la parte bonita, donde todos tienen una vida muy libre -sostiene-, pero me di cuenta de que, al poquísimo tiempo de toda esa maravilla, eso se quebró. Entonces empezó la tortura, la guerrilla urbana… y me pareció importante contarlo también porque Uruguay no se entiende sin las dos cosas".



Pregunta. ¿Nota cierta evolución desde su primera novela, Tenemos que vernos hasta Nada que no sepas?

Respuesta. Cuando empecé a escribir, lo hacía con personajes que no pensaban pero mostraban lo que sentían como si fuera una cámara de televisión. Estaba muy influida por la literatura norteamericana. En la penúltima novela ya pensé que sería interesante también que los personajes pensaran y que sintieran y que pudiéramos decirlo. Que no pasaba nada porque el autor de alguna manera entrara en sus cabezas. En este sentido, como es una novela tan especial, que tiene que ver con algunos recuerdos míos, muy lejanos pero que existieron, me pareció que podía dar un paso más, ir un poco más a lo que está dentro de ellos, no solo lo que está fuera. Al final como era un tema tan propio, tan machacado y tan pensado creo que ha salido bien.



P. Comparte con su protagonista que durante los primeros años de su infancia vivió en Montevideo, ¿qué hay de aquel Uruguay en la novela?

R. En la primera parte muchísimo porque coincide justo con la época en la que estuvimos allí. Hay personajes, incluidos mis padres, que se parecen bastante a la realidad pero quizás por delicadeza o por pudor, aunque son ellos y yo pienso en ellos al escribirlos, hacen cosas totalmente distintas de las que hicieron. Todos los personajes de esa primera parte son ficticios. Yo no era una niña que subía por las escaleras para espiar a mis padres, ni mi madre murió en Montevideo. Todo eso no sucedió, es ficción. Pero es una ficción muy encarnada en unas personas que sí que conocí. Ha salido una mezcla muy rara.



P. De hecho, juega también con la construcción de la memoria, en algún momento su narradora afirma que las ficciones también son verdad, ¿lo cree así?

R. Es un territorio muy literario. Yo creo que los escritores escribimos en los márgenes, en las grietas, en ese territorio confuso que va de los sueños a la memoria deseada, y te lleva a escribir un poco con lo que sale de las tripas. La realidad también es eso, también son los deseos y los sueños. Entonces, de alguna manera, la novela sí que responde a una realidad interior mía. Y eso es emocionante porque al final, cuando empiezas a darle vueltas, piensas: "¿Y si a lo mejor se parece más a lo que de verdad pasó?". Nunca lo sabré.



"Mi padre murió una noche después de cenar con Bryce Echenique en Puerto Rico. Siempre estuvimos rodeados de mucha literatura"

P. ¿Ha vuelto a Uruguay desde entonces? ¿Regresó para escribir esta novela?

R. Sí, bueno, mis hermanos y yo teníamos muy idealizada esa infancia. A los cuarenta años de estar en Madrid se murió un hermano nuestro que siempre nos decía que teníamos que ir, que nos insistía mucho en que teníamos que olvidarnos de la idealización y que teníamos que ver cómo era ahora Uruguay. Yo volví. Volví sola. Y aquello para mí fue un choque brutal porque me di cuenta de que una parte importantísima de mi vida estaba allí y que era absurdo prescindir de esa etapa. A partir de ese momento vuelvo todos los años. Sigo teniendo buenos amigos allí. La adolescencia es un momento muy importante. Nunca me he sentido uruguaya, soy española clarísimamente, pero hay una serie de valores que hay en Uruguay con los que me siento muy identificada. También está esa parte tan literaria que tiene Uruguay que es tan atractiva para mí. He vuelto ya como cinco o seis veces. Así que yo no volví para hacer una novela pero de tanto ir me di cuenta de que había algo ahí bastante mágico que tenía que contar.



P. Ha mencionado ciertos valores, ¿a qué se refiere?

R. En Uruguay la gente es bastante más humilde que en España, disfrutan de otras cosas, de la tranquilidad, la familia y la lectura. Por eso a mí me apasiona. La gente muy, muy humilde lee muchísimo. Por ejemplo, el rastro de Uruguay son manzanas y manzanas de kilómetros, y son librerías de viejo, pero muchísimas librerías de viejo. Ponen los puestos en las calles llenos de libros. La gente más humilde lee novelas sin parar. Todo eso constituye una especie de felicidad sencilla. No hace falta tener un coche de último modelo para disfrutar del campo o de los amigos. Montevideo es muy literario. Y todo el país.



P. La búsqueda del pasado es esencial en su novela, ¿opina que es necesario volver a los orígenes para entenderse en el presente?

R. Hay una vuelta ficticia para buscar quiénes eran los padres de la narradora, qué pasó en ese país, pero al final es una búsqueda de identidad. La protagonista está buscando quién es ella, cómo era, cómo es ahora, qué busca, qué necesita... Nada que no sepas no es nada autobiográfica, pero creo que sí que hay algo de esa búsqueda. Creo que casi toda la literatura es así. En casi todas las novelas el narrador, el escritor, se busca a sí mismo. Y de todas las búsquedas que he hecho en cada una de mis obras, la verdad es que esta quizás es la más conseguida porque es un periodo muy concreto de mi vida, una serie de cosas que tengo ahí guardadas y que en el diario de Madrid no utilizo pero que están. Siempre el autor a través de las vidas ficticias busca una verdad.



P. Y aparte de en su escritura, ¿dónde se busca? ¿En qué libros o autores?

R. Llevo leyendo desde muy jovencita. He leído muchísimo. Todos los clásicos, claro, los rusos, que me encantaron en su día. Ahora me interesa mucho la literatura norteamericana. Y todas estas novelas de mujeres descubiertas que me parecen muy libres... Me gusta mucho la poesía también. Mi madre era poeta y me influyó mucho. Leí mucha poesía en esa época. No me atrevo a mencionar mucha gente. Y también todos los sudamericanos... Por ejemplo, mi padre era íntimo amigo de Onetti y de hecho fue a buscarlo a Uruguay para decirle que se viniera a Madrid. Al principio dijo que no. Al poco tiempo le volvieron a llegar noticias de que estaba muy deprimido, y mi padre volvió a ir a por él y esa vez ya se lo trajo. Onetti siempre decía que él le salvó la vida. Ósea que estábamos siempre muy rodeados de escritores. Mi padre, de hecho, murió una noche después de cenar con Bryce Echenique en Puerto Rico. Siempre estábamos rodeados de mucha literatura. Mi formación viene de cuando tenía diez años. Soy muy fan de Natalia Ginzburg, soy muy fan de muchas mujeres.



P. Y ya que lo menciona ¿qué opinión tiene de todas esas escritoras que están resurgiendo hoy?

R. Una cosa evidente es que son escritoras que vivían con muchísima intensidad, algunas escribían francamente bien. Lo que pasa es que nadie les daba importancia porque era una época en la que los hombres eran los importantes en la literatura. Lo que me gusta mucho es que son como muy libres y muy desenfadadas. Esta cosa de la sumisión de las mujeres que nos hemos creído bastante... En su literatura eran muy insumisas. Las mujeres han sido muy libres ahí. Lucía Berlín que es genial. Es una escritora completamente fuera de las reglas. Hay muchas mujeres que lo son. Eso me parece bonito. Están llegando al lugar donde tenían que haber llegado en un principio. Han estado muy ocultas y ahora se están poniendo muy de moda y me encanta.



@mailouti