Marta Carnicero. Foto: Acantilado

Traducción de Pablo Martín Sánchez. Acantilado. Barcelona, 2018. 138 páginas. 14 €

El cielo según Google es la primera novela que publica Marta Carnicero (Barcelona, 1974). Su edición en catalán apareció en 2016, y ahora ve la luz en castellano. Como suele ser habitual en una primera novela, hay en su texto múltiples aspectos interesantes, sobre todo en el tratamiento de las relaciones familiares entrevistas en la vida diaria de sus personajes, y también algún descuido en su construcción.



Con una historia sencilla la novela explora en la relación de pareja entre la traductora y escritora Julia García y el profesor de Bachillerato Marcel Turull. Su vida en común entra en una nueva etapa gracias a la llegada de una hija adoptiva. Naïma y los problemas derivados de su educación enriquecen la relación de pareja entre los padres con el añadido de las exigencias de la nueva hija pero no han servido para remediar el distanciamiento amoroso en el matrimonio. Pues los padres van pasando de llevar una vida de pareja a convivir como compañeros de piso con una hija adoptada. Hasta que la ruptura se consuma cuando Marcel abandona el hogar en Barcelona y se marcha con una compañera de su instituto.



La novela se divide en 51 capítulos numerados y de corta extensión. Y el relato de la historia se desarrolla de modo selectivo y elíptico por medio de una alternancia nada sistemática entre narradores complementarios. En la segunda parte, a partir del capítulo 36, la narradora es siempre Naïma, quien desde un presente narrativo posterior, emparejada y con una hija nacida de su relación con Erik, a quien ella ha abandonado, va rememorando el proceso de distanciamiento progresivo entre sus padres, poniendo de relieve aquellos conflictos que ella ha llegado a comprender y mostrando su desconcierto en todo lo que no ha entendido. Creo que esta segunda parte es lo mejor de la novela porque la recreación de Naïma narradora y su actuación como personaje logran dar un sentido al desconcierto engendrado en la primera. Pues en los capítulos anteriores al 36 observamos cierta desorientación en la combinación de puntos de vista distribuidos de modo desigual entre la narración de Naïma y la voz predominante de un narrador omnisciente que cuenta en tercera persona hechos que Naïma no podía conocer.



Al cabo, con la agonía y muerte del padre, situación que le descubre a Naïma la existencia de una media hermana, todo parece ordenarse, ya que la experiencia vivida vuelve a repetirse. De modo que los recuerdos de niña con sus padres, rememorados después por Naïma narradora, se renuevan con los que ella revive pensando en su hija Camille y en la relación con su padre. Y más allá de las ayudas de Google para poder llenar su vacío, el consuelo único que se le ocurre viene a ser el de siempre, al alcance de todos los seres humanos: … "si pensáramos que nos morimos poco a poco, un poquito cada día, procuraríamos centrarnos en lo que nos hace felices." (pág. 134). Lo cual no resulta muy original, pero sí pertinente como conclusión del conflicto novelado.