Michel Houellebecq visto por Ulises
El gran provocador, el brutal transgresor que ha hecho del sexo desesperado, el pesimismo, la imposibilidad del amor y el fracaso su mejor obra, ataca de nuevo. El próximo miércoles 9 de enero Anagrama lanza Serotonina, la última novela de Michel Houellebecq, un libro que ya antes de aparecer ha provocado aludes de tinta a vueltas con las drogas y el deseo. El Cultural lo reseña en estas páginas y hace algunas calas en su diccionario más íntimo, literario y personal.
A
. Serotonina arranca en una gasolinera a cinco kilómetros del pueblo almeriense de El Alquián, una zona que Houellebecq conoce muy bien ya que para escribir La posibilidad de una isla (2005) se instaló en San José, en una casa con un jardín desde el que se veían campos de olivos. Desde entonces ese ha sido su mejor refugio ante amenazas, depresiones y escándalos.B
. Houllebecq sufrió bullying en el colegio, experiencia que reflejó años más tarde en Las partículas elementales. Allí narra las torturas sufridas por uno de los hermanastros protagonistas del relato: "A una señal [de Clement] le untan crema de afeitar en el sexo. Brasseur abre una navaja de afeitar y acerca la hoja. Bruno se caga de miedo [...]. A la mayoría de los chicos, sobre todo cuando forman pandillas, les gusta infligir humillaciones y torturas a los seres más débiles. Al principio de la adolescencia el salvajismo alcanza proporciones inauditas".C
. Si hay algo que divierta al escritor es actuar, porque, como dijo en estas mismas páginas, "exige menos que escribir". Protagonista de un falso documental titulado El secuestro de Houellebecq, escrito y dirigido por Guillaume Nicloux, en el que en realidad se interpretaba a sí mismo destilando sus provocaciones sobre el arte, la cultura, Europa o el Islam, dentro de unos meses participará con Gérard Depardieu en C'est extra, también dirigido por Nicloux.D
. Un pesimismo apenas disfrazado recorre la mayoría de las obras del francés. Así, en Las partículas elementales confiesa su asombro por "sufrir tanto". Su visión del mundo, ajena a las nociones de redención, libertad y perdón, es "mecánica y despiadada", lo que le lleva a aceptar el determinismo como inexorable: "lo que ocurría tenía que ocurrir, no podía ser de otro modo; no se podía hacer responsable a nadie".E
. A Houellebecq le horrorizan las entrevistas. Sus encuentros con la prensa son, según los periodistas, lentísimos suplicios cuajados de respuestas pausadas, humo, titubeos y silencios. Aunque el lanzamiento de Serotonina propiciará ruedas de prensa y algún encuentro personal, en la última Feria de Frankfurt anunció que daba su última entrevista, y allí le confesó a Romain Leick su disgusto por la obsesión de los periodistas de indagar en su biografía. "Incluso husmean en mi ropa interior. Son los sumos sacerdotes de la moralidad en un tiempo sin religión ni moral. Quieren juzgar y castigar".F
. La visión del novelista sobre su país es muy negativa. "Se está muriendo", asegura a menudo, "aunque lucha más que otros países europeos". Víctima de un suicidio demográfico y económico casi irreversible, para él lo peor es que "las élites odian al pueblo y viceversa y esa tensión está provocando el hundimiento del sistema". El resultado es una convivencia difícil que el propio autor resumía en la entrevista con Leick diciendo que tal vez no guste en Francia "porque la realidad que describo no es agradable. Pero no hay que responsabilizar al radiólogo de la aparición de un tumor".H
. Tiznadas de un humor negrísimo, las novelas de Houellebecq siempre tienen momentos desternillantes. En Serotonina es impagable el episodio de telemancia o la descripción de una muestra del artista Daickicho Amano con imágenes de mujeres desnudas recubiertas de animales viscosos o repulsivos como pulpos y gusanos, y la reacción del protagonista ante el buffet de sushi. O en Las partículas elementales, la estrategia de uno de los personajes para ligar o para montar una tienda de campaña...I
. Acusado (y absuelto) de "incitar al odio racial" y de complicidad en el fomento del odio religioso por unas declaraciones en las que afirmó que el Islam era la religión "más gilipollas", Houellebecq convirtió en Sumisión (2015) a Mohammed Ben Abbes, líder de la hermandad musulmana, en presidente de la Francia de 2020, planteando una Europa distópica al borde de la guerra. Amenazado, el escritor perdió a uno de sus mejores amigos en el atentado contra Charlie Hebdo, pero sigue considerando el Islam como "la más estúpida, la más falsa y la más oscurantista de todas las religiones".K
. Resulta casi imposible leer lo que Bruno (Las partículas elementales) piensa de Kafka y no asumir que es Houellebecq mismo quien confiesa que tras leer El proceso por primera vez comprendió que "ese universo lento, marcado por la culpa donde los seres se cruzaban en un vacío sideral sin que nunca pareciera posible la menor relación entre ellos, correspondía exactamente a su universo mental. El mundo era lento y frío".L
. Aunque en Plataforma asegura que la cultura "jode un poco", porque "devuelve a cada cual a su propia nada", su defensa de la lectura como estrategia para sobrevivir es absoluta: "Vivir sin leer es peligroso, obliga a conformarse con la vida, y uno puede sentir la tentación de correr riesgos". A fin de cuentas ayuda a vivir incluso a gente como él, porque a diferencia de la música, la pintura, e incluso el cine, "la literatura puede absorber y digerir cantidades ilimitadas de burla y de humor".M
. Traumatizado por el temprano abandono de sus padres, un guía de montaña y una anestesista que se fueron a conocer mundo y lo dejaron a los cinco años en manos de sus abuelos maternos, argelinos, y de su abuela paterna después, Michel Thomas, que así se llama en realidad, adoptó el apellido de la madre de su padre, y jamás ha dejado de ser "un niño pequeño abandonado, aullando de miedo y de frío, hambriento de caricias".N
. Ingeniero agrónomo como Florent-Claude, protagonista de su última novela, Houellebecq trabajó como informático, hasta que en 1992 Ampliación de campo de batalla le convirtió en un éxito en toda Europa. En Serotonina, Florent trabaja en el Ministerio de Agricultura redactando informes para negociadores que defienden y representan las posiciones de la agricultura francesa con un balance abrumador de fracasos.P
. Poeta vocacional, Houellebecq suele explicar que para él los versos (como la fotografía) tienen la ventaja de no necesitar porqués, ya que los seres humanos brillan por su ausencia y "no existe contradicción posible a un poema". Tras publicar en un único volumen de Poesía (Anagrama) libros como Sobrevivir, El sentido de la lucha, La búsqueda de la felicidad y Renacimiento, desveló en una entrevista con El Cultural su pasión por Baudelaire ya que "combina como nadie lo ideal y lo terrenal, lo cotidiano y lo infinito".S
. Hace tiempo que el narrador francés descubrió que si quería seducir a multitudes de lectores, el sexo descarnado, explícito, era la respuesta, sobre todo si lo adornaba con machismo, misoginia, y abierta apología del turismo sexual que en Plataforma se plasma en la creación por parte de la pareja protagonista de una lucrativa red de colonias dedicadas a explotar a jóvenes tailandesas.T
. Convertido en su mejor personaje, cada novela de Houellebecq es un acontecimiento que promete diversión y un aumento de "ofendiditos". Los de Serotonina podrían ser ecologistas ("unos imbéciles ignorantes"), feministas ("feminicidio me sonaba a insecticida o a raticida"), aunque en otros libros podemos leer que Shakespeare "siempre me ha parecido un autor sobrevalorado", que Brasil es "un país de mierda poblado por brutos fanáticos"...V
. Ejes de su obra, vida y muerte son el "ruido de fondo" de sus escritos, a partir de la certeza de que "ya nadie sabe cómo vivir" (Las partículas elementales), pese a lo cual "acumulamos recuerdos para sentirnos menos solos en el momento de la muerte" (Plataforma).