“No estoy encerrado en una torre de marfil pero necesito tiempo, calma y una cierta soledad. Quizás una mayor exposición personal no me vendría mal pero hay que pagar un precio que quizás no me compensara. Soy un escritor lento, impulsado por el placer de narrar, de encontrar una historia, las palabras exactas, el sonido de una frase, y que intenta medir cuanto de lo que escribe tiene un interés general”. Así se definía hace unos años Zúñiga a cuenta de su “menosprecio del mundillo literario”.
Escritor de culto
“Mi aspiración es llegar al mayor número de lectores, no pretendo hacer una gran literatura minoritaria. Y ser recordado como un contador de historias. Como lector, en las obras de algunos autores busco la pasión por las palabras hermosas y los pensamientos inteligentes y en otros, el conocimiento o la identificación afectiva”.
Pasión por Turguénev
“Mis primeras lecturas fueron autores rusos. Era casi un niño cuando leí los cuentos de
Pushkin pero la lectura de
Turguénev, siendo ya adolescente, significó para mí un deslumbramiento, yo quería escribir como él”. De ahí la importancia en su obra narrativa, ensayística y en sus traducciones de la literatura rusa, de la que destaca “la presencia intensa del paisaje y los contrastes de una naturaleza extremosa, grandes bosques y estepas y unos personajes apegados al devenir histórico de su país. De Pushkin, me admira su lengua poética; de Gogol, la burla de los mediocres; de Dostoievski, su análisis de la crueldad; de Chéjov, el sutil testimonio del sufrimiento: en todos, el respeto por los débiles”.
Literatura fantástica y realismo
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Los misterios de las noches y los días no es el primer libro de ficción fantástica que publiqué. Un antecedente importante es
El coral y las aguas (1962). La fantasía me permitió ampliar la mirada sin prescindir de la veracidad. Situar a los personajes en un espacio y un tiempo indefinidos da una gran libertad de evocación. Es en esas ciudades irreales donde pueden desarrollarse historias inquietantes en las que un hecho inexplicable impacta en la vida cotidiana”.
“Creo que, a menudo, se reduce el concepto de realismo y muchas de las mejores obras que se escriben ahora están en ese registro amplio. Pienso en Muñoz Molina, en Longares o en Cercas, y también en mi trilogía sobre la Guerra Civil”.
Yo, traductor
“Al traducir se pierden los matices propios del alma que singularizan cada lengua, pero la traducción, no obstante, acerca a otros países, a otras gentes”.
Larra y el periodismo hoy
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Larra fue, pese a las naturales contradicciones de su temperamento, uno de los primeros escritores comprometido: superó el romanticismo. Su personalidad fue un imperativo que desazonó las conciencias”.
“Al periodismo actual le sobran presiones que mediatizan su libertad; le falta valentía para romper la imposición de costumbres e ideas convencionales”.
Actualidad y compromiso
“¿Cómo no estar hoy atento y alarmado ante el desorden de nuestra política? Recuerdo el comienzo de un poema en prosa de Turguénev que coincide con mi estado de ánimo: ‘En días de preocupaciones, en días de amargos pensamientos sobre el destino de mi patria... ¿Cómo no caer en la desesperación al ver todo lo que ocurre entre nosotros?'. Hoy se intenta desprestigiar el compromiso político pero a cada uno, por ser ciudadano, le mueve una ideología que determina ese compromiso. Pobres escritores serán los que teman expresarse públicamente y defender sus criterios”.
La guerra civil
“El paso del tiempo ha ido acrecentando el rechazo a aquella terrible violencia desatada y también a los orígenes de esta guerra. El desastre que comenzó en 1936 nos enseñó que no se puede ir contra la marcha de la historia cuando en todos los países del mundo existía un deseo de modernización, de renovación, de búsqueda de nuevas directrices. También la posguerra fue lamentable porque persistió el espíritu de la guerra, pero se reveló la intensidad del instinto de supervivencia, el ansia de salvarse, de ser feliz”.
Olvido imposible
“Algunos personajes de mis cuentos saben que todo se olvidará, pero ellos lo lamentan, ya que son conscientes de que sería un grave error el recurrir al olvido porque el olvido deja vacía el alma. El precio que se paga es demasiado elevado: ser infieles a la historia personal y a la colectiva. El recuerdo es fidelidad a unas ideas, a unos sentimientos. Por eso tampoco creo en lo que llaman ‘el arte del olvido', no es arte sino astucia, frivolidad o envejecimiento cerebral”.
De Amor y muerte
“El amor, único, maravilloso contraveneno, infunde vida y esperanza incluso en el desamor. En las épocas terribles, como una guerra civil, el deseo de amor es más apremiante cuando la muerte está cerca; entonces una caricia, una mirada significan la voluntad de vivir. Pero yo por amor no sería capaz de dejarlo todo ni de entregarme, como Larra, a la muerte. A fin de cuentas, como dice el poeta catalán Martí i Pol, ‘La verdadera muerte es desertar'”.