Para explicar Los crímenes de Alicia (Destino) tenemos que retroceder a 1994. Es entonces cuando Karoline Leach encuentra casi por accidente una frase manuscrita en una nota que revelaba el contenido de una página arrancada de uno de los diarios de Lewis Carroll. "Ella era una joven dramaturga que quería hacer una obra de teatro sobre el escritor -cuenta Guillermo Martínez (Bahía Blanca, Argentina, 1962)-, y cuando le dio la dimensión que creía que podía tener en un artículo se enfrentó con la sociedad de Lewis Carroll".

Tomado como una especie de desafío personal, "a partir de esa sola frase quería poder desarrollar toda una novela", reconoce el autor que con este título, por el que obtuvo el Premio Nadal 2019, regresa al ambiente y a los personajes de la obra que le popularizó en 2004 y que Álex de la Iglesia adaptó al cine, Los crímenes de Oxford"Yo pensaba -señala- que nunca iba a escribir una novela policial". Sin embargo, la escribió y ahora promete que habrá, al menos, una más.

Así con todo, inspirado en la figura de Karoline Leach, esa joven becaria que se enfrenta a toda una sociedad de veteranos, sitúa la acción un año después de los acontecimientos de su primera novela policíaca, bajo una serie de crímenes que guardan relación con la figura del autor de Alicia en el País de las Maravillas. De fondo, una sociedad cerrada y erudita, la Hermandad Lewis Carroll, conformada por personajes muy dispares, cada uno con sus propios intereses. "Quería que cada uno tuviera su personalidad y su forma de pensar porque la figura de Carroll tiene muchas aristas y quería que estuvieran todas", analiza. Una variedad cromática que le permite al autor analizar la figura del controvertido escritor desde todas las variantes posibles sin entrar en juicios personales.

A partir de ellos, Martínez elabora dos enigmas que se articulan en torno a dos interrogantes de varios niveles, por un lado quién es el que está detrás de todos los crímenes y, por el otro, cómo pensar la figura de Carroll en la época actual. Y es que, aunque el escritor británico concibió uno de los cuentos más maravillosos de la literatura, su personalidad y su evidente obsesión por la infancia, así como las fotografías que realizó en varias sesiones sin la presencia de sus padres a las niñas de su entorno, siempre estuvo rodeada de polémica.

"Los mismos hechos que en su momento Carroll podía hacer a la luz del día, llevarse a las niñas y hacer sus fotografías, hoy son considerados delitos infames", matiza no obstante Martínez. Una época que, en palabras de uno de sus protagonistas, "permitía el desnudo idílico infantil, a la manera supuestamente edénica", así como "el enamoramiento de un adulto con una niña, bajo la forma de un matrimonio pactado a futuro". Sin embargo, "lo intrigante -afirma el escritor- también es que no hay evidencia definitiva de hasta qué punto traspasó su propio límite".

Autor de ensayos como Borges y la matemática o de novelas experimentales con títulos como Yo también tuve una novia bisexual, si a algo ha añadido su sello personal ha sido precisamente a la construcción del suspense literario. Una mezcla entre la demostración del teorema, el acto del ilusinismo y el misterio policiaco. Escritor, antes que matemático, confiesa que nunca sintió una simpatía particular por Carroll. No fue eso lo que atrajo del todo su atención. "Era un personaje esnob, completamente devoto de la realeza y conservador", aunque sí que le despertó cierta "piedad". "La vida de Carroll es dickensiana, en cierto modo, traumatizado de por vida. Él siempre trató de volver a ese paraíso perdido de la infancia. Es un personaje de Peter Pan".

Consciente de que hay espacios que nunca vamos a terminar de esclarecer del todo, lo verdaderamente interesante sobre la vida de Charles Lutwidge Dodgson que se desvela en Los crímenes de Alicia es la posibilidad de que hubiera tenido "una relación previa afectiva, más intensa", con la hermana mayor de Alice Liddell. "Si uno lee todas sus biografías para mí está bastante claro que tuvo un romance primero con Ina".

@mailouti