Las cenizas de la inocencia
Plaza & Janés. Barcelona, 2019 . 312 páginas 19,90 €. Ebook 8,99 €
Muchos acercamientos literarios a la posguerra vienen trufados por cuatro tópicos que pueden ser rentables si no hay ambición en el relato de hechos que, aún, son cercanos. Cuatro tópicos sobre el hambre que son ciertos pero que, a fuerza de usados, dejan una sensación de déjà vu. Frente a lo prolijo de la narrativa sobre la Guerra Civil, la posguerra no ha sido suficientemente cantada. Acaso porque sobrevivir no tiene tanto prestigio novelero, y por eso hay un páramo histórico sobre el que no estaría mal volver.
Sea como fuere, es encomiable la novela última de Fernando Benzo (Madrid, 1965), Las cenizas de la inocencia, porque no sólo asume con habilidad aquel tiempo y aquel país de contrastes, sino que lo recrea desde abajo, y hasta lo vive. La novela es la historia de Emilio "el Monaguillo", un joven huérfano de padre que es reclutado por Nico, un mozalbete poco mayor de edad para compartir ambos esa picaresca que fue toda una forma de vida. Benzo pinta con habilidad el aguafuerte de aquel Madrid de contrastes entre los brillos de Pasapoga y del Dixie -club nocturno que es creación del autor- y los barracones de Lavapiés. Y entre los arribistas, los menesterosos y los camisas viejas del primer franquismo, le queda una buena novela.
Hay aquí dureza, jazz, mucha novela negra que queda fijada con garbo y ritmo. También la venganza tiene su espacio
Es notable el enfrentamiento entre dos magnates de la construcción que empezaban con los negocios turbios en un momento en que el propio sistema permitía la génesis de la corrupción. Hasta las obras del estadio del Real Madrid aparecen bien ilustradas, con fidelidad al dato. Interesa ponderar el modo en que el autor refiere valores como la lealtad o el cariño, a pesar de contarnos las peripecias de meros rufianes que pasaban el día como buenamente eran capaces. Los escenarios de ese Madrid tabernario son reales, y el autor ha hecho un trabajo de prospección histórica que se trasluce en un libro de lectura amena.
Y hay dureza, y jazz, y mucha novela negra que queda fijada con garbo y ritmo en la narración, a ratos trepidante. Hasta la venganza tiene su espacio, referida con suavidad. Porque aunque la época se preste al maniqueísmo ideológico, lo cierto es que en la novela de Benzo desfilan personajes reales llenos de humanidad, y muy pocos arquetipos. Especialmente reseñable es la figura de la madre del protagonista, Marita, una mujer alegre en tiempos oscuros que no deja de arrancar ternura hasta en un lector poco empático. O Asia Luján, esa modesta cantante.
Hay en Las cenizas de la inocencia, a mi juicio, ciertos resabios al Beltenebros de Antonio Muñoz Molina o al Juan Antonio Zunzunegui de La vida como es. Pero la novela, siendo leve y ágil, es también de lectura absorbente porque Benzo no le hace ascos a la acción, que se sucede frecuente y naturalmente.