Lev Shestov

Traducción de Alejandro Ariel González. Hermida Editores. Madrid, 2018. 530 páginas. 25 €

El mal de siglo que se extendió por la cultura europea en las últimas décadas del XIX, eco de la quiebra del ideario ilustrado, se manifestó con singular virulencia en la literatura rusa de la época. El contraste entre una intelectualidad occidentalizada, que no hallaba modo de hacer realidad sus aspiraciones de emancipación, y la atrasada situación de Rusia agudizó un malestar que sirvió de anticipo a la generalizada crisis existencial del siglo siguiente. Turguénev, Tolstói o Dostoyevski fueron perspicaces notarios de una sensación de pérdida de control de la propia historia por parte del individuo moderno. Herencia directa de este clima de desconcierto vital es la obra del pensador ruso de origen judío Lev Isaákovich Shestov (Kiev, 1866-París, 1938), cuya intensa crítica del racionalismo occidental atrajo la atención de intelectuales europeos como Camus, Lévy-Bruhl, Bataille, Buber, Scheler o Cioran.



Shestov, que ya en su Rusia natal había abordado la relación entre los nihilistas rusos y el máximo profeta de la muerte de Dios en obras como Tolstoi y Nietzsche. Filosofía del Bien (1900) o Dostoievski y Nietzsche. Filosofía de la tragedia (1903), completó su formación filosófica en Friburgo entre 1908 y 1910. Años después, huido de la Revolución rusa y refugiado en París, mantendría una buena amistad con Husserl y conocería a su discípulo Heidegger. Ambos coincidirían en recomendarle la lectura de Kierkegaard, orientando definitivamente su trayectoria intelectual hacia lo que sería la gran expresión filosófica del pensamiento de entreguerras: el existencialismo.



Apasionado defensor del misterio de la fe, Shestov entiende que un mundo privado del milagro es un mundo sin libertad, sin posibilidad de ser de otro modo

El carácter insondable de la existencia humana, la imposibilidad de determinar el significado de la vida individual desde categorías prefijadas, abstractas y esencialistas, es, en efecto, el hilo conductor del pensamiento de Shestov, desplegado a partir del contraste entre la fe y la razón.



El título de su trabajo fundamental, Atenas y Jerusalén, culminado apenas un año antes de su muerte y que ahora, casi un siglo después, nos llega pulcramente traducido al castellanopor vez primera, ex presa de manera simbólica este contraste: Atenas y Jerusalén epitomizan las dos grandes tradiciones de las que se nutre la mentalidad occidental, la del cultivo de la razón, quintaesenciada en la filosofía griega, y la de la entrega a la fe, transmitida por la religión judeocristiana. Pese a la conjunción expresada en el título, Shestov no estima que filosofía y religión hayan convivido pacíficamente a lo largo de la historia. La suya ha sido una constante pugna, hasta que la razón moderna, queriendo constituirse en instancia decisiva, ha preferido renunciar a Dios ante la imposibilidad de demostrar su existencia. En términos genuinamente kierkegaardianos, Shestov plantea entonces el asunto como un dilema: o religión o filosofía.



Su "ensayo de filosofía religiosa" -según reza el subtítulo de la edición francesa- es, así pues, un desmentido radical de estas soberbias pretensiones de la razón. Apasionado defensor del misterio de la fe, Shestov entiende que un mundo privado del milagro es un mundo sin libertad, sin posibilidad de ser de otro modo. Con un estilo fragmentario muy expresivo, poco académico y lleno de paradojas, pone en evidencia los límites de la lógica y su insuficiencia a la hora de intentar responder al enigma del sentido de la vida. En esto es donde mejor luce el ensayo de Shestov.



Pero su alternativa a esta fracasada síntesis entre vida e intelecto resulta muy pobre y las motivaciones religiosas que tanto pesaban en él difieren considerablemente de las del presente. Aun así, merece la pena acercarse a este pensador extremoso y sugestivo, lamentablemente no demasiado conocido en España, para medir la distancia entre nuestra apática dejadez y su vehemente modo de encarar una cuestión que, pese a todo, nos urge.