Clara Sánchez

Traducida a más de veinte idiomas y ganadora de los premios Alfaguara, Nadal y Planeta, Clara Sánchez (Guadalajara, 1955) acaba de publicar El amante silencioso (Planeta), una historia protagonizada por una voluntaria, Isabel, que viaja hasta Mombasa (Kenia) para rescatar a un joven llamado Ezequiel abducido por una secta. La historia, es el pretexto del que se sirve la escritora para reflexionar sobre uno de los temas que más le obsesionan en su escritura, la manipulación. Un relato de intriga y redención, con ecos africanos, narrado en las dos voces de sus dos protagonistas.



Pregunta. ¿De dónde surge su interés por la manipulación?

Respuesta. Una de las cosas que más miedo me dan en la vida es que me estén condicionando y me estén llevando a hacer algo sin darme cuenta. Nuestra civilización ha avanzado a través de la manipulación. Tenemos un superpoder, nuestro arsenal sentimental y emocional, que es el que puede conseguir que nos adueñemos de la voluntad de otras personas. Es un material sensible, con una munición que tenemos que manejar con cuidado. Y en la cúspide de este arsenal sentimental está el amor. Es el gran superpoder que tenemos porque es el que puede ser más manipulador para bien o para mal. A través de llegar a lo más profundo del entramado emocional de alguien podemos hacer que su vida sea maravillosa o un infierno. En ese sentido, siempre he tenido la sensación de que el mundo es como una gran secta, compuesta de más microsectas. Desde la empresa donde trabajamos hasta la pareja o la familia. La familia es una tribu cerrada de la que no queremos que nos echen.



P. ¿Y la pareja?

R. La pareja es la más pequeña célula manipuladora pero que ahí está. Dentro, uno puede ser el líder y el otro estar siendo arrastrado por la otra persona. Cuando pensamos en una mujer maltratada y desde fuera no entendemos que haya podido vivir tantos años con su maltratador, no denunciarle, tener hijos con él, nada más vemos el resultado final pero no observamos todo el entramado psicológico de manipulación sentimental que hay detrás.



P. Isabel, su protagonista, piensa que viajando hasta África para rescatar a Ezequiel podrá redimirse de la culpa que siente porque su hermano murió víctima de una secta sin que ella hiciera nada. ¿Es la culpa otro de los sentimientos presentes en su obra?

R. Sí. Está en Lo que esconde tu nombre, en Presentimientos... Bueno, en todas las novelas. En Lo que esconde tu nombre, Julián que es un personaje muy entrañable para mí, está movido por su sentimiento de culpa. Las víctimas sienten también ese sentimiento porque piensan que a lo mejor no hicieron todo lo que debían. Eso es lo que lanza aquí a Isabel, que emprende un viaje como el que todos emprendemos a lo largo de nuestra vida cuando iniciamos algo que sabemos cómo iniciamos pero desconocemos qué evolución va a tener. Ella va a descubrir muchas cosas que la van a desbloquear sentimentalmente y que la van a convertir en una persona diferente. Es una especie de un Ulises moderno.



P. Habla, de hecho, del funcionamiento de las sectas, ¿cómo se documentó?

R. Partí más que nada de la sensación de que todo se mueve como una secta, donde hay unos líderes siempre y gente que, en mayor o menor grado, tienen que complacer a esos líderes. Lo que pasa es que quería verlo cristalizado en algo más concreto que es la secta. Se me ocurrió porque unos amigos han sufrido esta tragedia con un hijo que fue captado por una y me contaban lo terrible que es. Es tan difícil desprogramarlos... La tribu, la secta, ese amor inicial que recibe, ese no tener que responsabilizarse de su propia vida, el que alguien te marque tu camino espiritual es tan fuerte que es muy difícil sacarlos de ahí. Una secta es algo muy burdo. Desde fuera te preguntas cómo puede pasar. Pero si estás vulnerable, necesitado de espiritualidad, de salir de un mundo que no te satisface y, sobre todo, si necesitas pertenecer a algo, entonces es muy fácil.



P. Tanto que la misma protagonista también duda, ¿no?

R. Se siente atraída también, porque es muy confortable que te den las cosas hechas. La libertad es muy difícil. Ese es otro tema que a mí me arrastra a escribir. La libertad es difícil y el alma a veces necesita cárcel. Quiere encerrarse en algo porque todo es abismal a nuestro alrededor. Por eso muchas veces el síndrome de Estocolmo de gente que ha estado retenida.



P. ¿Y qué papel juega Maína, el líder de la secta, en este proceso?

R. Es un personaje que conocí cuando viajé a África. De hecho, todos los personajes africanos que aparecen no son inventados. Son reales. En el caso de Maína era impresionante. Me acompañó a muchos sitios y era un hombre sabio que había aprendido español porque le encantaba Machín y había estado enamorado de una española cuando trabajó aquí. En la novela aparece una frase que es de él: "El problema que hay en Europa es que cuando ya hemos satisfecho lo necesario, empezamos a obsesionarnos con lo absurdo". Cuando escribí El amante silencioso pensé que ese era el guía espiritual, el gurú. Lo que pasa es que el Maína real no se dedica a eso.



P. ¿Diría que es Kenia otro de los protagonistas de su libro?

R. Sí. Fui a Kenia, conocí Nairobi y otros lugares, pero me interesó mucho Mombasa. Mis personajes siempre se mueven en el calor y en el sol. Del mismo modo que los nórdicos escriben pisando la nieve, yo, como mediterránea, me muevo pisando la arena de la playa. Me parece que ahí pueden suceder cosas muy trágicas que todavía lo son más porque están en medio de una aparente alegría. Y Mombasa, una ciudad abierta al mar con ese sol ácido africano, me parecía tremendamente interesante, aparte de por su aire decadente y nostálgico, con mucho cruce de culturas, donde se podía desarrollar una secta como la de Maína. África es un sitio muy propicio para que ocurra algo así, que surja una orden humanitaria. Allí todo se puede camuflar. Se puede camuflar con el bien, la caridad, de muchas maneras, porque es muy fácil sentirse un salvador de los demás. De hecho, digamos que surge esa figura del salvador blanco, que es el que va a ejercer la caridad. Que está muy bien. Lo que pasa es que sería más deseable que hubiese justicia social, más que caridad.



P. De hecho, en su novela se observa el contraste entre el lado turístico y el más tradicional de Kenia, ¿no?

R. Cuando Isabel llega lo que ve es un mundo de turistas blancos, que en los hoteles de lujo viven como Dios. Están esos hoteles, las aldeas dispersas por la sabana, están los diplomáticos... También hay intriga diplomática en la novela porque me parece que se ha hablado mucho de toda la diplomacia británica y la diplomacia española no ha entrado en la literatura, así que yo la he querido meter. Están las ONGs, los voluntarios, la pobreza.... Es decir es un paisaje humano tan rico... Y con esto es con lo que se encuentra Isabel y en ese panorama tiene que empezar a distinguir lo que es engaño de lo que no es. Normalmente no somos lo que parecemos pero es que en África podemos engañar. Cualquiera puede hacerse pasar por otra persona y bajo la capa de la caridad o las buenas intenciones se pueden hacer verdaderas barbaridades.



P. ¿Y cómo es el choque entre la imagen que tenemos de África y la verdadera África?

R. Después de escribir esta novela, National Geographic pidió disculpas por la imagen que siempre había estado dando de África. La realidad es otra. Gente muy viva, muy activa, que tiene que sobrevivir y que nos tiene muy localizados mentalmente. Hay un juego dentro de la novela de: tú me quieres ayudar porque así te redimes y lavas tu conciencia, que es lo que hacemos los europeos cuando vamos allí, pero yo voy a tratar de aprovecharme de eso. La pobreza no es la misma viéndola en una fotografía que viéndola ahí. Es pobreza en el sentido de carencia de agua o medicinas, pero no es una pobreza vital. Es distinta. Las mujeres, por ejemplo, me parecieron muy interesantes. Las mujeres que viven en aldeas, muy requemedas por el sol, envejecidas, me interesaron mucho porque sentí que establecían una confrontación conmigo de "tú qué te crees, yo no estoy supeditada a ti, a que tú me hagas una foto o me exhibas". Soportan un trabajo tremendo, realmente ellas son las que trabajan en las aldeas, llevan haces de leña y siempre las ves por los tejados arreglando los tejados de esas casas... pero lo saben. Ellas saben que no son como tú y que tú te sientes por encima de ellas. Esa confrontación tan inteligente me gustó.



P. Escribe su novela en dos voces, la de Isabel y Ezequiel, ¿por qué decidió utilizar esta voz narrativa?

R. Es una estructura que llevo ya manejando desde Presentimientos que es del 2008. Luego Lo que esconde tu nombre, Entra en mi vida, Cuando llega la luz… Y ahora también porque me permite establecer ese contraste entre las dos situaciones. Ezequiel está dentro de la secta, pero no sabe que está siendo manipulado e Isabel lo sabe y lo vive desde fuera. Ese contraste narrativo a mí me gusta mucho. No hay un ser omnisciente en la narración que esté diciendo las cosas. Es como en Los pájaros de Hitchcock, cuando ella está en el columpio sentada y no ve que detrás de ella en los cables de la luz se van amontonando pájaros negros. Lo ve el espectador. Esa sensación es la que a mí me gusta llevar a las novelas. Ezequiel tiene esos pájaros negros pero él no los ve. Los vemos los lectores a través de Isabel.



@mailouti