Cuentos completos, Poesía reunida y A la intemperie constituyen, en rigor, reediciones de materiales en su mayor parte publicados antes por Anagrama, que se presentan ahora con un nuevo envoltorio, bajo un nuevo título y con algunos añadidos de relieve desigual, aunque nunca carentes de interés. Los tres volúmenes llevan prólogos decorativos, de tono más o menos literario, adjudicados esta vez a escritores (Lina Meruane, Manuel Vilas y Jorge Volpi, respectivamente). Los tres obvian las consideraciones de carácter técnico, así como las relativas a la génesis, historia y cartografía de los textos, de las que apenas se procura al lector noticia alguna. En los casos de Poesía reunida y de A la intemperie, se documenta prolijamente la procedencia de cada pieza, sin añadir mayores detalles susceptibles de contextualizarla. En estos dos casos, además, y como ya es común en las ediciones de Alfaguara, se añade a los volúmenes un pequeño y antojadizo álbum con reproducciones de páginas de cuaderno, mecanoscritos y otras curiosidades.
Ni en el volumen de Cuentos completos, ni en el de A la intemperie, queda constancia alguna del trabajo previo de otros editores, que sin embargo es aprovechado muy ampliamente. Continúa, así, el perseverante proceso de “borrado” de determinados rastros tanto de la vida como de la forma en que se abrió paso la reputación de Bolaño, a la que -más allá del encanto y de la calidad indiscutibles de su narrativa- contribuyó, en su momento, la entusiasta labor de difusión y de proselitismo no sólo de su viejo editor, Jorge Herralde, sino también de un puñado de amigos, escritores, críticos y traductores a buena parte de los cuales los administradores del legado del escritor vienen obviando programáticamente, por razones de difícil justificación.
Pero se trata aquí de hacer un balance de las aportaciones que, cumplidos quince años desde su muerte -un periodo en el que supuestamente ha sido inventariado a fondo el legado de Bolaño, objeto de toda suerte de especulaciones sobre los tesoros que esconde-, ofrece la reedición de toda la narrativa breve de Bolaño, de su procelosa obra poética y de sus muy intencionadas y a menudo polémicas intervenciones como estratega literario. Y en este punto es inevitable mostrar, frente a los resultados, cierta perplejidad, que enseguida se traduce en decepción.
Del importante esfuerzo colectivo de recuperación de materiales dispersos que supuso 'Entre paréntesis' se nutre masivamente 'A la intemperie'
El volumen de los Cuentos Completos incorpora como única novedad un viejo cuento de 1983, “El contorno del ojo”. Con él obtuvo Bolaño el tercer accésit en un concurso -el Premio Alfambra- organizado por el Ayuntamiento de Valencia, institución que publicó el cuento en un volumen colectivo. Se trata de una curiosidad perteneciente a la protohistoria de Bolaño como narrador, de la que él mismo sólo redimió contadas piezas. A los tres espléndidos libros de relatos que Bolaño armó en vida, se añade un apartado final de “cuentos póstumos” que recoge, sin más, los seleccionados por quien esto firma en El secreto del mal en 2005, tras un primer rastreo del disco duro del ordenador de Bolaño. Aquel trabajo, realizado sin acceso al ingente archivo, ¿fue tan concienzudo que no quedó nada por añadir? Eso sí, se omiten ahora las consideraciones que justificaban en aquella ocasión la selección propuesta y que advertían sobre la condición claramente inacabada de algunas de las piezas.
El volumen de Poesía reunida es, de los tres que aquí se comentan, el que trae más materiales “nuevos”. En la sección final, titulada “Otros poemas”, pretenden “los editores” haber recogido “todos los poemas publicados por Roberto Bolaño a lo largo de su carrera literaria que no fueron incluidos por el autor en La Universidad Desconocida”. Pero, si bien suman más de setenta los poemas que contiene esta sección -algunos soberbios-, quedan lejos de constituir esa totalidad anunciada. En una demoledora reseña (“La Universidad Desconocida abre nueva sucursal”) publicada en la revista digital CTXT por quien probablemente sea hoy el mejor conocedor de la poesía de Bolaño, y uno de los más sagaces investigadores de su obra, Rubén Ángel Arias señala las numerosas carencias del volumen de Alfaguara, en el que faltan un buen puñado de piezas conocidas, algunas tan relevantes como “Postal de Mario Santiago”, fechada en Barcelona en 1978. Arias denuncia -y detalla- malentendidos y omisiones inexplicables, o al menos inexplicadas, y cuestiona que -como viene ocurriendo con algunas de las supuestas “novelas” póstumas de Bolaño- “se proponga como testamento poético y photo finish lo que estaba en preparación y que, ya como cantera o archivo o quizá solo como copia de seguridad, permanecía abierto y móvil”.
En cuanto A la intemperie, es un remake de Entre paréntesis (2004), cuya calculada estructura se ha sustituido por una mecánica ordenación cronológica, no siempre consecuente, que hace que el lector transite sin solución de continuidad de, por ejemplo, un texto fechado en México en 1977 a otro fechado en Barcelona en 1998, sin indicaciones sobre las tan diferentes circunstancias en que se gestaron uno y otro, ni de su muy distinta naturaleza. Armado a las pocas semanas de haber fallecido Bolaño, Entre paréntesis surgió tanto del reflejo urgente de cultivar la memoria del escritor como de la de rastrear las coordenadas de su colosal proyecto literario. Del importante esfuerzo colectivo de recuperación de materiales dispersos que aquel libro supuso se nutre ahora masivamente A la intemperie, volumen en el que se omite toda mención a sus realizadores, como se omiten los nada gratuitos apuntes que ayudaban a contextualizar la lectura, así como el orientador índice de nombres. Sobre un total de cerca de centenar y medio de piezas, no llegan a veinte las que se exhuman ahora por primera vez, incluida alguna pieza inédita que se recoge en seco, sin fecha probable ni pista alguna sobre sus motivaciones (¿qué demonios hace entre las “Lecturas y relecturas” de Bolaño un artículo suyo sobre Hugo Chávez: “Vuelve el man a Venezuela”?). En ningún caso era tan necesaria una brújula como en unos textos escritos en su mayor parte por un narrador todavía emergente, muy consciente del lugar que aspira a ocupar, curtido en la más beligerante neovanguardia latinoa-mericana y por eso mismo provisto de un acusado instinto de guerrilla, que explica la naturaleza tentacular y a menudo coyuntural de sus contundentes opiniones.
Lo escribe Rubén Ángel Arias en el artículo mencionado: “A casi dieciséis años de la muerte de Bolaño, el conocimiento que tenemos de su legado se ha oscurecido. Ha contribuido a ello la forma en que los textos publicados más recientemente han sido publicitados y prologados de manera efectista, desconocedora, impertinente”. Añádase a eso la flagrante ignorancia o desentendimiento de las exigencias de una edición póstuma, y se obtendrá un diagnóstico nada tranquilizador de lo que cabe esperar sobre la forma en que nos será dado acceder al resto de un legado que, si bien contiene aún extraordinarios tesoros (sin ir más lejos, una deslumbrante y riquísima correspondencia, que no tiene visos de ver la luz), quién sabe, sin embargo, cómo ni cuándo se destaparán.