Eva Baltasar (Permafrost) , Pablo Carbonell (Pepita), Elvira Sastre (Días sin ti), Karina Sainz Borgo (La hija de la española) y Luna Miguel (El funeral de Lolita), debutantes en la novela, salen este 23 de abril al encuentro del lector, entre libros, firmas y rosas.

Foto: Gloria Nieto



Elvira Sastre

"Mis padres siguen regalándome un libro el 23"

Recuerdo el Día del Libro como un ritual. Iba con mis padres al centro de Segovia, donde se colocaban todos los puestos de las librerías. Mis padres me dejaban elegir un libro y me lo compraban. Lo pasaba fatal porque no quería solo uno y siempre me ha costado mucho elegir. A día de hoy, siguen regalándome un libro cada 23 de abril, aunque yo ya viva en Madrid y no lo pasemos juntos. Si pienso en ello siento una paz tremenda. Lo que no tengo son libros dedicados, porque nunca he sido muy de dedicatorias, la verdad. Me puede la timidez, y en muchas ocasiones he preferido no conocer al autor y no leer casi nada al respecto porque prefiero llegar a los libros limpia, sin prejuicios impostados. Me apasionan las dedicatorias de los libros de segunda mano escritas por otro para otro. Igualmente, una persona muy especial me regaló La delicadeza de Foenkinos firmada y lo guardo como un tesoro. En cuanto a mis dedicatorias, depende de la gente y del tiempo que tenga. Me gusta cuando puedo explayarme y conocer al lector, pero a veces es complicado por falta de tiempo. No se me ocurre ningún escritor del pasado o actual al que me gustaría dedicar Días sin ti, nadie, prefiero alguien a quien poder pedírselo, para mí tienen más valor sus libros que los míos. Y me encantaría poder mirar a los ojos a Ángel González y pedirle lo que sea, una firma o una palabra, me daría igual con tal de poder agradecerle su poesía. En cuanto al próximo 23, como estoy en Argentina aún no sé qué plan me tiene preparado Seix Barral, pero ahora estoy feliz porque el lector hispanoamericano es más entusiasta, receptivo y respetuoso que el español. En Latinoamérica se dedican a compartir su cariño y agradecimiento con quien admiran.




Foto: David Ruano



Eva Baltasar

“En Sant Jordi pedía un libro como quien pide un deseo”

El mejor recuerdo que tengo del Día del Libro es que ocurría algo extraordinario, casi fantástico: era el día en que podía pedir un libro, como quien pide un deseo, y me lo compraban: ¡se cumplía! Por la mañana visitábamos las casetas con el colegio, y esto ya suponía toda una celebración. Allí aprovechaba para echarle el ojo a uno o dos libros que luego, por la tarde, pedía a mis padres. Recuerdo que cuando ya lo tenía en la mano sólo quería una cosa: regresar a casa y devorarlo. Hoy lo de la dedicatoria es lo de menos, no muero por tener, nunca las pido. Hasta que precisamente ayer la gran ilustradora Rosa Navarro me regaló su último libro, Cappuccino Commotion, y puso una dedicatoria tan bella en él que deseé poder tener dedicados de modo parecido mis libros más amados. Algo imposible, por supuesto, ya que la mayoría de sus autores están muertos.



Personalmente, no tengo una dedicatoria base, pero suelo agradecer a la lectora o al lector el hecho de que me haya leído o que me vaya a leer, y si tengo la oportunidad de hablar un poco con ella, intento personalizarla. Es lo que haré este año: no conozco el plan con detalles, pero sí que voy a pasar el día en Barcelona y a firmar en varias casetas. Y sí, me encantaría poder dedicarle un ejemplar de Permafrost a Sarah Kane, porque su libro 4.48 Psicosis despertó algo muy profundo en mí, algo que de alguna forma logra salvarme cuando lo necesito. Mientras, sigo escribiendo porque Permafrost es la primera de un tríptico que seguirá con Boulder y Mamut, tres novelas en las que una mujer distinta cuenta su historia de forma íntima, directa y crítica.




Foto: Jeosm



Karina Sainz Borgo

“Ojalá Cervantes me firmase un libro”

Conservo recuerdos del Día del Libro de ambos lugares, de Venezuela y de España. Del lado de allá -así, como en Rayuela-, los días en los que acudía, muy pequeña, con mis padres y mis hermanos, a lo que antaño fue la Feria del Libro de Plaza Venezuela. Ahí descubrí los libros de Ekaré, una colección infantil ilustrada que no puedo evitar abrir y leer cada vez que me topo con uno de sus ejemplares. Del lado de acá, en mis viajes previos para inspeccionar Madrid antes de mudarme, recuerdo la primera de las pocas firmas que he pedido a un escritor desde que llegué aquí: Mario Vargas Llosa. Él aún no había conquistado el Nobel, pero a mí me imponía tanto o más respeto. Lo cierto es que al entrevistar, muy pocas veces pido a un escritor que me firme un libro, poquísimas, es una regla que me impuse desde el principio aunque en casiones la he aparcado, con Salman Rushdie y Fernando Aramburu, por ejemplo y con John Banville. Ahora que soy autora, confieso que dedico sobre la marcha, a partir de un nombre, un gesto, un dato. Más confesiones: me encantaría que me firmasen sus libros Cervantes, Flaubert, Thomas Mann, Bernhard, Doris Lessing, Octavio Paz, Susan Sontag, John Fante. Les debo todo lo que me importa. Todo lo duradero lo han escrito ellos. Y ya puestos con lo factible, ya que viven todos, me resulta inconcebible que autores como Marsé, Coetzee, Javier Marías o Vargas Llosa me pidieran un libro mío firmado. Así que me limito a tirar de imaginación y convocar una cena ficticia para atormentarlos con preguntas. Mientras, me preparo porque este Sant Jordi me toca en lugares que me gustan mucho, como Laie, La Central, Mas Bernat y Fnac Illa, desde las 11 de la mañana hasta las 9 de la noche, casi casi, y afortunadamente, sin parar.




Foto: P. C.



Pablo carbonell

“Me encantaría dar un abrazo a Zweig. A Lorca me lo llevaría de vinos”

Yo no pasé mi infancia en Madrid y en Cádiz no se celebraba el Día del Libro que yo recuerde. Mis padres leían mucho, mi madre en inglés y mi padre libros religiosos, y nos compraban los álbumes de Mortadelo. El primer libro “de letras” que leí fue uno de Enid Blyton. Toda una revolución. La literatura proyectaba imágenes de fascinante calidad.



Libros firmados tengo dos: Sin noticias de Gurb, de Mendoza, y El novio del mundo, de Benítez Reyes. Y ya me doy con un canto en los dientes. Ambos son autores que me han enseñado, influido y a los que debo muy buenos ratos. Pero la firma me da un poco igual, lo que me gustaría es estar cerca para aprender cosas de ellos. El aire de los genios siempre enseña cosas, cosas que los abuelos debemos saber. He mirado el plan preparado por Destino y es extenso, pero no me importa. Los lectores y los libreros suelen ser personas encantadoras. Es raro encontrar malvados entre la gente que maneja libros. Sobre las dedicatorias, si no hay colas, me gusta hacer retratos a los lectores, pero para retratarlos tengo que oírles decir su nombre y en ese instante se desvelan muchas cosas, pistas de la dedicatoria ideal para esa persona. También me encantaría conocer a Stefan Zweig y darle un abrazo. Es inconcebible que un hombre con esa altura humana e intelectual fuese considerado enemigo de Alemania y perseguido. A otro al que abrazaría es a Manuel Chávez Nogales. Otra víctima de una época atroz. A García Lorca me lo llevaría a tomar unos vinos a un tablao. Debía de ser muy simpático.








Luna Miguel

"Firmaría mis libros a Elena Garro con carmín"

Mis padres siempre celebraron el Día del Libro, recuerdo la pasión con la que se intercambiaban regalos, que solían ser las últimas novedades de sus escritores favoritos. En aquella época, en los 90, eran Enrique Vila-Matas y Javier Marías. A mí también me regalaban libros infantiles, y aunque vivíamos en Almería y allí no era tradición, la casa se llenaba de rosas. Este año voy a estar todo el día firmando en Sant Jordi. De 10 de la mañana a 9 de la noche. Yo me entretengo mucho firmando. Y me gusta que sea especial, me compro bolis de colores y quizá para este año lleve pegatinas raras. Me encantaría haber viajado a París y haberme cruzado por allí con Elena Garro o con Marvel Moreno. Tal vez habríamos intercambiado libros y tomado café. Ellas se quejarían de sus ex maridos y yo les explicaría que en unos años se inventaría una cosa llamada Twitter donde muchos señores se pasarían el día hablándote como si fueran el desagradable de tu ex marido. Nos reiríamos. Y si me pidieran que les firmara alguno de mis libros lo haría con carmín. En cuanto a los libros que tengo firmados por sus autores, la dedicatoria que más ilusión me hizo cuando empecé a coleccionar compulsivamente libros fue la de Eduardo Moga en una de sus traducciones de la poesía de Charles Bukowski. La última firma con la que me he sentido así es con la de Virginie Despentes en mi ejemplar de Teoría King Kong editado por Melusina.