Eduardo Berti

Impedimenta. Madrid, 2019. 208 páginas. 19,95 €

En principio, otra novela que explora la potencia evocadora de los mitos populares juveniles no era exactamente lo que yo andaba buscando en estos días. Menos todavía si uno de esos mitos son los Beatles, a quienes adoro con la misma naturalidad desentendida con que inhalo oxígeno pero que desde luego no constituyen una primicia, tampoco para la literatura latinoamericana, ni siquiera por el matiz de escoger a George Harrison como su componente insignia (un vuelco en la apreciación jerárquica de los cuatro componentes del grupo que el tiempo ha ido generalizando, aleluya). Ocurre, sin embargo, que Eduardo Berti (Buenos Aires, 1964) cruza en Faster la música con el deporte, el rock con la Fórmula 1, a Harrison con el legendario piloto argentino Juan Manuel Fangio, ganador de cinco campeonatos mundiales, y en el centro de ese cruce sitúa la memoria de su vocación literaria, su comprensión del ritmo desconcertante de la vida y la amistad, la estructura profunda de su propia escritura. Y esa escritura es tan elegante, el tono tan acertado, la estructura del libro tan fluida, que uno acaba su lectura feliz, cómplice de la memoria desplegada en estas páginas.

No hay más remedio que situar Faster en las coordenadas de la autoficción, ahora que la etiqueta merece incluso un chiste manchego en la última película de Almodóvar. Berti recuerda los días setenteros de adolescencia en que descubrió el periodismo, semilla de su posterior giro a la condición de escritor, y la anécdota fundacional es la entrevista amateur que él y su amigo Fernán (nombre falso, como confiesa el narrador) le hicieron a un retirado Fangio en el concesionario suburbial de Mercedes que dirigía entonces, un hombre que vivía no tanto en el olvido como en una realidad paralela a la proyección ficticia, heroica, de su apellido y sus gestas de juventud. Para el lector ignorante, el piloto resulta ser un personaje fabuloso, dotado de una aureola de humildad y fatalismo sin drama, simpatiquísimo y extrañamente inteligente: en un pasaje, se citan un aforismo de Rivarol, “la rapidez es sublime, la lentitud es majestuosa”, y otro de Fangio, “un buen piloto es aquel que gana corriendo lo más lentamente posible”. Convengamos en que el segundo es el más logrado.

La escritura de 'Faster' es tan elegante, el tono tan acertado y la estructura tan fluida, que uno acaba su lectura feliz

Los capítulos de Faster son breves, alternan recuerdos familiares o amistosos y referencias culturales en intersección, y persiguen la reproducción de esa velocidad paradójicamente lenta que Fangio reivindica en la cita anterior. Dicho por el narrador, se trata de un libro que aspira a “escribirse deprisa, más deprisa que los demás, en su lentitud ideal, y para ello su autor debe volverse uno solo con el texto y con lo que desea contar”. El muy logrado resultado es, eso sí, más consolador que incómodo, un asfalto de aristas melancólicas, notable representante de lo que debe ser una voz en tono menor (no hay sombra de crítica, muy al contrario, en ese término: me refiero a una forma consciente de serenidad en la prosa), un recorrido por conflictos, si no resueltos, muy llevaderos.

Faster habla acerca de la amistad y sus altibajos, irrelevantes mientras la conversación entre los amigos no se interrumpa nunca, ni siquiera cuando pasen largos meses sin que se dirijan la palabra. Habla, desde luego, de la escritura y la línea de salida de la carrera que supone esa escritura, que no es sino una forma particular de velocidad. La novela habla en definitiva del tiempo, de lo que el tiempo hace con los padres y los hijos que un día serán padres a su vez, los héroes, los chavales que descubren su talento al editar su primera revista casera, fotocopiada y torpe.

Leyendo un libro magnífico de Andrea Valdés, Distraídos venceremos (Jekyll & Jill, 2019), que se zambulle en una serie de literaturas autobiográficas sin duda más extremas que la desarrollada por Berti, encuentro sin embargo una idea que me parece oportuna aquí: “Los límites de lo autobiográfico no están forzosamente en la ficción sino en la propia existencia que todo lo rebasa y nos obliga a repensarnos”. Ese “repensarse” protagoniza Faster, cuyo narrador se confiesa “curioso de lo inexplorado”. La propia vida, por ejemplo.

@Nadal_Suau