Más de un centenar de libros y millones de paquetes de tabaco después, ha dicho adiós el escritor italiano Andrea Camilleri, el más veterano maestro de la novela negra y creador de la popular saga protagonizada por el comisario Montalbano, que ha fallecido a los 93 años en el hospital romano del Santo Spirito, en donde había sido ingresado hacía 25 días tras sufrir un paro cardíaco en su casa.
Arrollador y vital, fumador empedernido, aficionado a la buena mesa, lector voraz hasta hace unos años (sus problemas de visión no le permitían leer mucho rato seguido), admirador del sexo femenino e impenitente conversador, una semana antes de su infarto, en una charla radiofónica con los periodistas Massimo Giannini y Jean Paul Bellotto en la que presentaba la última novela de Montalbano, El cocinero de Alcyon, todavía sin traducción al castellano, el escritor siciliano mostraba serenidad al decir: "No le tengo miedo a nada, ni siquiera a la muerte. No me arrepiento, tuve una vida afortunada".
Con Camilleri, nacido el 6 de septiembre de 1925 en la localidad siciliana de Porto Empedocle, se va uno de los últimos representantes de ese noir clásico que lleva décadas haciendo las delicias de millones de lectores. Sin embargo, a pesar del reconocimiento actual, el mundo de las letras fue algo que se le resistió mucho a lo largo de su vida. Tras obtener el bachiller clásico en su localidad natal, en 1944 se inscribe en la facultad de Letras, pero deja los estudios para comenzar a publicar cuentos y poesías con escaso éxito, aunque obtuvo el Premio St. Vincent. Por esos años se afilió también en el Partido Comunista, un amor que como el de la literatura todavía le duraba. “Sigo teniendo un alma comunista. Es como una enfermedad de la que es difícil salir”, comentaba el año pasado en una de sus últimas entrevistas en España.
Gran amante de la dramaturgia, entre 1948 y 1950 estudia Dirección en la Academia de Arte Dramático Silvio d'Amico y comienza a trabajar como director y libretista en montajes de autores como Luigi Pirandello, Eugène Ionesco, T. S. Eliot o Samuel Beckett, que fueron el germen de una prosa muy afecta al diálogo, de una viveza especial. “Para mí el teatro es el ejercicio del diálogo y una experiencia fundamental en mi escritura. Tanto es así que antes de imaginarme físicamente a un personaje, lo hago hablar”, aseguraba. En 1954 participa con éxito en un concurso para ser funcionario en la RAI, pero no es seleccionado por su condición de comunista, aunque conseguirá entrar en el ente público años más tarde. En la televisión sería productor y coguionista de la serie del inspector Maigret de Simenon o las aventuras del teniente Sheridan, que se hicieron muy populares en Italia.
La letra con sangre entra
Tras sus escarceos juveniles, es en 1978 cuando Camilleri debuta en la narrativa con El curso de las cosas, una novela detectivesca ambientada en la Sicilia profunda de los años sesenta, escrita 10 años antes y publicada por un editor pagado que termina siendo un fracaso. “Escribir es un impulso interior al que es muy difícil resistirse”, decía el narrador. “Escribo bajo la imperiosa necesidad de contar una historia que tengo armada e imaginada en mi cabeza. Sólo cuando experimento esa sensación empiezo una novela”. Dos años después vería la luz una de sus novelas más desconocidas por el gran público pero más valorada por la crítica, Un hilo de humo, obra deliciosa ambientada en Vigáta, una ciudad imaginaria de la Sicilia de finales del siglo XIX, en la que el autor recrea la vida cotidiana en la isla.
Constante en perseguir su sueño literario, Camilleri retoma la escritura luego de 12 años de pausa y publica La temporada de caza, novela de esta serie de Vigáta que encierra una cómica visión del primitivo y disparatado universo rural siciliano. Por fin, Camilleri se transforma en un autor de gran éxito y sus libros, con sucesivas reediciones, venden un promedio de 60.000 mil copias cada uno. Sin embargo, el verdadero éxito le llegaría casi con años con La forma del agua, la primera obra de la serie protagonizada por Montalbano, el comisario responsable de que su autor fuera traducido a más de 35 idiomas y se convirtiera en el escritor más leído, amado y admirado en Italia, donde lleva vendidos más de 26 millones de ejemplares de los más de 35 de todo el mundo.
A partir de ahí, Camilleri publicó una larga serie de novelas policíacas, siempre con Montalbano (nombre elegido como homenaje al escritor español Manuel Vázquez Montalbán) como protagonista: El perro de terracota (1996), El ladrón de meriendas (1996), La voz del violín (1997), La excursión a Tindari (2000), El olor de la noche (2001), Un giro decisivo (2003), La paciencia de la araña (2004), Ardores de agosto (2006), La pista de arena (2009), La búsqueda del tesoro (2010), La danza de la gaviota (2012), Un nido de víboras (2013), La pirámide de fango (2014) o El carrusel de las confusiones (2015), entre otras. También siguió cultivando el género negro o histórico lejos de su comisario, como en La luna de papel (2007), La muerte de Amalia Sacerdote (II Premio RBA de Novela Policiaca, 2008), Las alas de la esfinge (2009), El cielo robado (2009), El campo del alfarero (2010), La moneda de Akragas (2012), Mujeres (2014) o Mis momentos (2016). En 2014 fue ganador del prestigioso premio de novela negra Pepe Carvalho que concede BCNegra.
Un héroe popular
El autor siciliano se sacó de la manga al comisario, cuyo carácter descubrió años después que estaba muy inspirado en la figura de su padre, como una especie de desafío. Quería contar de una vez una historia de un tirón. Dio a la imprenta los dos primeros volúmenes y con eso se daba por satisfecho. Pero el éxito, ya con 70 años, se le echó encima. Empezó a vender por miles sus ejemplares. Algo que no le había pasado hasta entonces, después de varias décadas urdiendo poesías y novelones históricos para minorías selectas. Ya no pudo dar marcha atrás y siguió cocinando nuevas tramas para sus fieles lectores.
Los famosos casos de su comisario están sacados casi íntegramente de recortes de prensa que el escritor recopilaba y a los que añadía sutiles cambios. "Soy un hombre sin fantasía: no soy capaz de escribir una historia sin un mínimo apoyo en la realidad", aseguraba, pero sus historias cuentan con una serie de ingredientes que nunca faltan: el gusto por el diálogo, que viene de sus años como director de escena y su admiración rendida de Pirandello; el escenario al fondo de la Sicilia eterna, con sus inercias y vicios atávicos (la cosa nostra, la corrupción institucionalizada…); las corazanadas del detective, que siempre le ayudan mucho más que las deducciones lógicas y estrictamente racionales a la hora de resolver cada caso… Estos meses también Televisión Española emite los capítulos de la serie los sábados por la tarde, una adaptación a la pantalla pequeña con la que Camilleri, más allá de las diferencias físicas de su personaje (en la tele es más joven y atlético), convive pacíficamente.
Pero a pesar del éxito cosechado por Montalbano, hoy ya un héroe nacional en Italia protagonista de una célebre serie de televisión supervisada por su creador, donde le da vida el actor Luca Zingaretti, Camilleri no siente un afecto particular por su personaje. Al estilo de lo que le sucedió a Arthur Conan Doyle con otro famoso detective de novela, Sherlock Holmes, el escritor italiano se planteó una y mil veces “hacer desaparecer” al comisario. “Pero, ¿cómo voy a liquidar a Montalbano? Me ha dado celebridad, éxito, dinero...”, reflexionaba. “Yo no quiero a Montalbano, no me es simpático, a lo más que llego es a soportarlo. Pero no puedo matarlo. Cada vez que se publica un nuevo montalbano no sólo logra un gran éxito sino que hace que se vendan de nuevo mis novelas de hace 20, 30 años. ¿Qué puedo hacer?”.
Un buen final literario
Sin embargo, la muerte de Camilleri se imbrica con la de su afamado personaje, algo para lo que el escritor ya estaba preparado. "Como tenía ya en mente un buen final literario para mi personaje, decidí escribir el último montalbano. Cuando iba a cumplir 80 años se me ocurrió la solución para hacerle desaparecer sin que eso me costara la vida: una metanovela. Antes de arrepentirme, me puse inmediatamente manos a la obra y escribí el libro, que sigue ahí en el cajón, esperando a que yo me haya cansado definitivamente o a que Dios se canse de mí", bromeaba el escritor.
Antes de sufrir el infarto que finalmente acabó con su vida, el escritor se estaba preparando para participar este pasado 15 de julio en el festival que se celebra en las romanas Termas de Caracalla con el espectáculo que relata su autodefensa de Caín. "Si pudiera, me gustaría terminar mi carrera sentado en una plaza contando historias y al final de mi 'cunto', pasar a través de la audiencia con la coppola en mi mano, como los antiguos narradores orales", había dicho en varias ocasiones Camilleri, que ahora nos deja huérfanos de su capacidad para sugerir y abordar críticamente todo un mundo familiar, social y moral sin, como decía, cargar las tintas.