¿Quién piensa a estas alturas que el periodismo, el cine, el cuento o el cómic no admiten a la poesía entre sus filas? El curso Poesía fuera de sitio: Nuevas formas de comunicación lírica, organizado por la Universidad Complutense, afronta su recta final en la jornada de hoy. La ambiciosa propuesta del director, el poeta Joaquín Pérez Azaústre, ha calado entre los alumnos. Había que liberar la poesía de la jaula que se empecina en reducirla a un género concreto. La pulsión poética late en la narrativa, pero también en otras parcelas que trascienden la literatura. A menudo salta por sorpresa al final de una frase en una columna de opinión, y también justo antes del minuto 93 de un partido al que asiste un periodista deportivo para contarlo en su crónica. También se cuela la poesía en una secuencia de Hitchcock y, por supuesto, en la letra de multitud de canciones.
"Sacar la poesía de sus soportes tradicionales para que se manifieste con total amplitud”ha sido la premisa de este curso, según las palabras de Pérez Azaústre. La tarea consistía en “poner en diálogo distintos registros creativos que tienen en común lo poético”, explicaba el director el pasado miércoles en el programa La estación azul de Radio Nacional de España, grabado en vivo ante los alumnos del curso en El Escorial. La periodista Carolina Alba, que condujo la sesión, quiso saber la opinión del poeta y colaborador habitual en el programa, Javier Lostalé, sobre el asunto que protagonizó las jornadas anteriores del curso: la poesía sentimental e individualista que arrasa en las redes y copa las listas de ventas. “Al describir las emociones personales, siempre hay un camino en el que debe ir borrándose el yo. Siempre en un poema debe haber una zona de sombra, por más realista que sea”, explicó Lostalé para referirse a la naturaleza de estos textos.
Pero había que seguir con la incidencia de lo poético en otras disciplinas, y el cuento también es susceptible al contagio. Así, unas horas antes el escritor Eloy Tizón configuró su discurso a partir de su fascinación por la poesía, que “nos enseña que no hay una realidad, sino que hay que construirla”. Un narrador no puede ser sólo “un simple contador de historias”, defendió, sino que sus textos deben contener “esos elementos que perturban la tranquilidad del lector”. Los recursos como la metáfora, la enumeración caótica —propia de autores como Borges o Walt Whitman— o la musicalidad —“el brillo del lenguaje”, precisó Tizón— son los que “agrandan las esquinas de la realidad”. Y esto nada tiene que ver con la belleza retórica del lenguaje, sino con el rigor. “Si los poetas son admirables es por la precisión al elegir las palabras”, arguyó. Todo lo que ha aprendido de la poesía constituye la máxima de Tizón en su narrativa: “Esa mezcla de lo cotidiano y lo trascendente son los márgenes donde me muevo”, dijo.
No obstante, “un cuento puede ser lírico y narrativo a la vez, pero es una frontera imprecisa y difícil de equilibrar”, advirtió. Esa pelea constante con el lenguaje y el tono es lo que construye a un escritor, porque “la grandeza de la literatura no es que fortalezca nuestras convicciones, sino que las sacuda”. Por otro lado, estableció su criterio de distinción según la naturaleza de los libros de cuentos. Están los que no atienden a un orden —“suma de piezas dispersas que no están trabajadas con un concepto unitario”, donde podíamos incluir las obras de Julio Cortázar o Edgar Allan Poe; los que tienen un cierto hilo de unión —“hay una atmósfera común que suele responder al enunciado del título”—, como algunos libros de Álvaro Pombo o Luis Magrinyà; y los que sí “responden a una concepción cerrada donde cada pieza envía un eco a la otra”. Aquí encajarían las Crónicas marcianas de Ray Bradbury o los volúmenes publicados por Clara Obligado.
En la jornada de ayer, otra narradora sería quien se ocupara de “la poética del cuento”. Almudena Sánchez desarrolló los elementos fundamentales para que la poesía hiciera simbiosis con el relato.“El humor, la poética de lo absurdo, la extrañeza de la mirada, el delirio, la pasión, la tristeza, la musicalidad, el misterio o la personalidad que cobran ciertos objetos” pertenecen al universo de la autora de La acústica de los iglús, que considera que “en la poesía no hay censura ni límites y cada uno puede verter toda la locura que lleve dentro, pues es el espacio más libre de cuantos existen”.Así quedaba reservado el espacio para la poesía que se mezcla con el dibujo y la aventura.
Tintín y los cuentos también son poesía
“Cada vez hay más conexión entre la poesía y el cómic”. No cualquiera está autorizado para sostener semejante afirmación, pero “si hay un poeta en la tradición contemporánea que aúna prácticamente todos los registros es Luis Alberto de Cuenca”, dijo ayer el director del curso. Hasta el cómic, mezcla de artes, tuvo hueco en estas jornadas. Es asombroso escuchar a un experto en literatura clásica, reconocido con el Premio de la Crítica o el Premio Nacional de Poesía, hablar con tanta fascinación sobre un género como el tebeo, que constituye “una criatura de eterna juventud y se conserva fresco como la mejor manzana del paraíso” según su criterio.
El autor de La caja de plata prefiere el cómic donde el protagonista es el dibujo por encima del texto, que puede resultar “abrumador”. A su vez, se mostró “muy optimista” con la situación del cómic español en la actualidad, y quiso dejar constancia de que le habría gustado aprobar la creación del Premio Nacional de Cómic durante su cargo como director general del Ministerio de Cultura entre 2000 y 2004. La conferencia estuvo apoyada por poemas que leyó el propio autor en los que podría atisbarse alguna relación con el género de la historieta, lo que contribuyó a dotar el acto de un mayor dinamismo.
La cuentista y el poeta, que habían protagonizado la mañana con sus exposiciones individuales, conversaron al final de la jornada sobre Tintín y la historia del cómic, así como la influencia que ha recibido de la literatura y la repercusión social que tiene en el presente. Sánchez lamentaba la posición que ocupan las mujeres en los tebeos españoles del franquismo. En Zipi y Zape, “Doña Jaimita aparece representada en un papel secundario”, siempre dedicada a las labores de limpieza en el hogar mientras su marido se sentaba con el periódico. No obstante, no cree que tenga sentido cambiar a estas alturas la naturaleza de aquel personaje. “Por mal que nos parezca, por supuesto”, apoyó el poeta.
La corrección política —derivada de algunas teorías animalistas o feministas— se convirtió en el centro del debate, en el que ambos lamentaron que ciertos colectivos se permitieran entrar a valorar el carácter de los personajes de una obra, ya sea cómic o de cualquier otra índole. Y es que “no puede ser” que se proponga incluso la modificación de determinados comportamientos —nocivo para las nuevas generaciones según el criterio de algunos—, sin tener en cuenta que se corre el riesgo de dejar obsoleto a un personaje o condenarlo a su desaparición, con el daño que eso supone para la propia obra.
Lo que ha demostrado este curso dirigido por Pérez Azaústre es que la poesía no sólo se halla contenida en el verso de un poema. Se abre puertas a cualquier otro ámbito que se preste a la tensión poética, porque como dijo Sánchez, “el mundo está lleno de pequeñas cosas que son poesía”. Hoy el cantautor Alberto Ballesteros, con su experiencia al transformar un poemario del propio Azaústre, Vida y leyenda del jinete eléctrico, en un disco de canciones confirmará que también en la música convive con solvencia la poesía.