En la copiosa recuperación actual del realismo crítico ocupa un espacio preeminente Daniel Ruiz (Sevilla, 1976). Si en algunos autores de ahora suena este resurgimiento a oportunismo, en Daniel Ruiz se trata de la columna vertebral de su narrativa. En su haber se encuentra una de las mejores novelas de este momento sobre el trabajo y las tripas de las empresas, La gran ola, y otra incisiva correría en la corrupción política, Todo está bien. Cito ambos títulos entre otros suyos de semejante empeño porque El calentamiento global viene a ser un compendio de sendas preocupaciones, la conducta del capitalismo industrial y la corrupción que impregna entera nuestra sociedad, la surgida del lastre de la crisis de 2008. Los sucesos referidos nos emplazan a 2017.
Daniel Ruiz tiene un buen instinto para titular sus libros, pero su nueva novela trata muy poco del calentamiento global, apenas de unos vertidos al mar de una refinería, Oilgas, situada en la costa gaditana, en el imaginario Pico Paloma. Cómo contribuye la planta a ese alarmante fenómeno climático no se explica y sí se cuentan con minucioso detalle otras tropelías que comete.
A partir del testimonio de un mundo donde todo está en almoneda, Daniel Ruiz lanza esta ácida novela sin esperanza
La historia empieza cuando un obrero muere en un accidente por la incuria de la empresa. Allí se desplaza un alto ejecutivo, Federico. Su meta: anestesiar sin escrúpulos el percance y evitar la denuncia de la viuda con el engaño de una miserable indemnización. En paralelo con unos días donjuanescos y etílicos, emprende una sistemática compra de voluntades. Todo capitula ante la venalidad: el alcalde, el sindicato, el centro cívico, las asociaciones vecinales… hasta el Banco de Alimentos. Y también, con peso narrativo sobresaliente, la prensa: el periódico local se entrega a un indecente soborno mientras le hacen la vida imposible a Berta, joven periodista digital. Federico riega dinero y no tiene escrúpulos en acudir al chantaje y la violencia.
Aunque sabemos que estas cosas ocurren, es oportuno que alguien nos las ponga delante de los ojos por el camino indirecto de la invención. Sobre todo si, como es el caso, se recrean en una historia viva, en la que se contrapesan el drama y la farsa, con una diversa fauna humana, con una lengua de variados registros, con carga emocional (la amarga historia del ejecutivo con una cabaretera) y con un realismo renovado por la fantasía del mal y por trazos de expresividad poemática.
Todo acaba bien. Entiéndase: muy mal. Federico el conseguidor seguirá con sus marrullerías. Berta cambia su look extravagante: deja azabache el pelo de chillones colores, viste traje chaqueta que oculta los tatuajes y entra a trabajar en una sospechosa agencia de comunicación. No hay buenismo que valga en Daniel Ruiz. A partir del testimonio de un mundo donde todo está en almoneda le lanza al lector esta ácida novela de denuncia en la que no deja ni un portillo a la esperanza.