José Emilio Burucúa (Buenos Aires, 1946) se presenta ante el lector español con un bagaje en su disciplina, la Historia del Arte, realmente espectacular. Sin embargo, nada de esto predice cuánto talento narrativo pueda atesorar su escritura, ni cuánto sentido del humor la recorre. Para decirlo claro de una vez, esta Enciclopedia B-S que ha editado Periférica es una obra extraordinaria, adictiva, tan disfrutable como inagotable. Pocos casos habrá en los que sea tan pertinente vincular extensión con ambición: dividido en dos grandes bloques separados por un breve ‘Discurso intercalar’, el libro recorre las existencias de dos linajes reales a lo largo del siglo XX y finales del XIX, uno con raíces catalanas y vascas pero instalado en Argentina, otro de raigambre judía cuya peripecia es metonimia de la feroz Europa del nazismo, el comunismo, el horror y la farsa.
Por supuesto, ambas familias convergerán en Buenos Aires, primero, y en esta Enciclopedia después. El título suena desconcertante cuando, en realidad, tan solo es descriptivo: Burucúa escoge la estructura enciclopédica, con largas entradas dedicadas a los personajes. Además, esa decisión formal le permite jugar a la parodia, tanto retórica como paratextual: el lector comprende enseguida cuál será el tono predominante en cuanto topa con una página que recuerda a una portada o licencia o prefacio aúreo, con una cita de Ephraim Chambers y una falsa solemnidad francamente juguetona. Antes, ese mismo lector ya ha tenido dos oportunidades para asumir dónde se mete: una cita latina de las Sátiras de Juvenal, y el elocuente subtítulo “Experimento de Historiografía Satírica”. Siendo una fórmula exacta para definir el libro, cabría añadir otro componente: nunca hubo otra enciclopedia tan semejante a una gran novela, ni tanto talento psicológico en una recreación histórica.
En la contraportada, el editor (volveremos a él) asegura que asistimos a un “experimento sin parangón”. Eso no nos impide ensayar una de esas fórmulas sumativas típicas de faja norteamericana: imaginen un cruce entre aquel libro extraordinario de Martín de Riquer, Quinze generacions d’una familia catalana (si bien en clave contemporánea), con cierta ironía particular que recuerda al talento del también historiador Carlo Maria Cipolla para encontrar en lo académico, motivo de risa, y en la risa, un excelente aditivo académico. Si su imaginación ha hecho bien su trabajo, el resultado que habrán obtenido es una narración de erudición desconcertante, capaz de detenerse en detalles muy precisos acerca de las decenas de profesiones y oficios que pueden desempeñar los representantes de una tradición burguesa; o las aficiones y gustos lectores, cinematográficos o teatrales de cada lustro; o las filiaciones gastronómicas asociadas a cada tradición religiosa, cultural, social…
Extraordinaria, adictiva y tan disfrutable como inagotable, nunca hubo tanto talento psicológico ni tanto humor en una recreación histórica
En definitiva, aquí tiene cabida todo, de lo macro a lo micro, en una relación inacabable e indiscernible de facta (hechos verídicos) y ficta (hechos hipotéticos) que es cualquier cosa menos arbitraria, puesto que la conciencia historiadora de Burucúa es implacable y explícita: de hecho, el texto está puntuado por sus apreciaciones acerca de la deontología o el sentido de su oficio, como cuando descarta cualquier interpretación mágica o profética de los acontecimientos para añadir, a continuación, que sí existen “hechos psíquicos, estados de ánimo que, debido a la fuerza con la cual se imprimen en las convicciones de los actores, terminan por gobernar, a la manera de un bajo continuo, las conductas a lo largo de esas existencias”. Y así, de paso, el propio autor ofrece la mejor síntesis imaginable de su propia obra.
La balanza entre lo europeo (Rumanía y la atmósfera de Bucarest, París como metáfora del centro del mundo, España como origen) y lo argentino, imprescindible para el proyecto de Burucúa, cae sin embargo del lado americano. Buenos Aires es el destino y el eje vertebral del libro y de ambos linajes. Argentina es la protagonista del libro. Y pese a que nos tiente resumir la imagen del país que emerge de estas páginas citando al propio Burucúa cuando enlaza “matrimonio, peronismo y manicomio”, convengamos en que la cosa es más compleja. Desde luego, Perón (y todas las enrevesadas claves del peronismo durante y después de la vida del propio político) es una presencia clave, aunque tal vez la línea de fuga definitiva esté encarnada por un desaparecido, víctima del terrorismo de Estado de los setenta. Las historias de los personajes se cuentan una primera vez, luego vuelven a nosotros desde una perspectiva novedosa aportada por otro protagonista, y así, a retales, vamos comprendiendo los acontecimientos privados y colectivos que aborda Enciclopedia B-S, que también sabe dispersarse durante un buen número de páginas en un kibutz israelí. Sin embargo, al fondo, siempre Argentina, sus tensiones ideológicas, sus expectativas de progreso truncadas una y otra vez, las estancias elegantes de su burguesía siempre a punto de ruina. Burucúa le pone ambivalencia y malicia satírica, pero no evita meterse en jardines valorativos: el peronismo (“movimiento protofascista”) sale malparado. Casi todos sus mil opositores a izquierda, derecha, centro y convento, también.
Narración de erudición desconcertante, aquí tiene cabida todo, de lo macro a lo micro. La conciencia historiadora del autor es implacable
El ritmo de la prosa tiene algo hipnótico. Es un transatlántico, cubriendo largas distancias a una velocidad constante que impresiona, calculada fríamente, pero que se experimenta como plácida y natural cuando uno viaja a bordo (nunca he viajado a bordo de un transatlántico, sin embargo). A modo de apéndices, el libro aporta los árboles genealógicos de las familias B (Burucúa) y S (Schreiber), y una colección de fotografías y documentos que certifican el carácter histórico de la narración. Se agradecen y, al mismo tiempo, no eran necesarios: las casi setecientas páginas anteriores tienen la veracidad y la claridad de la inteligencia.
Pero es hermoso que la última imagen de esos anexos sea un grabado de la Aurora Divina “que alumbra bellamente los pasos de nuestras vidas, de tantos rumbos amorosos, de tantos destinos sin más sentido que la fea muerte”. Con esas palabras cierra Burucúa su Enciclopedia, propiciando su lectura más profunda, la que concibe narración e historia como formas de memoria y pervivencia. Es un final que enlaza con el principio y con las circunstancias extratextuales del libro, puesto que provoca inevitablemente el recuerdo del editor Julián Rodríguez, alma del sello Periférica, fallecido este año mientras en su cabeza se registraban todavía centenares de proyectos estimulantes.
Burucúa le dedica el libro in memorian et ingentigratitudine, con estas palabras: “En los primeros días de julio de 2019, pareció que no hubiera sido suficiente el aleteo de la muerte a través de todo el contenido de las biografías que en estas páginas se narran. Nuestra Enemiga nos ha castigado en el fondo y en la forma de lo que escribimos y ha herido las formas y la sustancia recóndita de las emociones que cultivamos. Julián, nuestro editor, murió repentinamente en su casa de la serranía segoviana mientras leía las cuartillas de la Enciclopedia y preparaba la edición”. Como si el libro se resistiera a cerrarse, porque la vida continúa, y continúa porque también lo hace la muerte.