El 12 de diciembre de 1969 era viernes, día de mercado. Por eso en la sucursal de la Banca Nazionalle dell’Agricoltura de Piazza Fontana, en Milán, la única abierta después de las 16:30 había un gran gentío. Eran sobre todo clientes llegados de la provincia que, a las 16:37 fueron arrollados por la explosión provocada por una bomba. Siete kilos de trilita que causaron 17 muertos y 88 heridos. Con este brutal ataque, fundamental en la posterior fundación de las Brigadas Rojas, Italia se sumió en el negro periodo conocido como Años de Plomo (Anni di piombo), unas dos décadas en las que la insatisfacción por la caótica situación político-institucional se tradujo en un miríada de grupos de todo el espectro político que usaron la violencia callejera y el terrorismo como arma de lucha y reivindicación. 20 años después, hacia 1989 se contabilizaban en el país transalpino más de 1.000 ataques más o menos selectivos.
Sobre este negro periodo escribe el exmagistrado Giuliano Turone (Santa Margherita Ligure, 1940) en Italia oculta. Terror contra democracia (Trotta), literalmente juez y parte en muchos de los sucesos acaecidos en esos duros años. Por las páginas de su relato, que se apoya con sorprendente agilidad en una copiosa documentación judicial para esclarecer la verdad histórica, desfilan casos internacionalmente conocidos como el secuestro y asesinato de Aldo Moro, la masacre de la estación de Bolonia, sucesivos complots e intentos de golpes de Estado, el siniestro papel de Giulio Andreotti y la mafia o el paraEstado en las sombras que fue la logia masónica Propaganda 2, que el propio Turone intervino y que demostró estar enraizada en lo más profundo del aparato estatal y civil.
No obstante, como recuerda, todo comenzó hace ahora 50 años con el sorprendente atentado de Milán. “Éste fue el primer episodio de la llamada ‘estrategia de la tensión’ (strategia della tensione), una temporada nefasta en la que el Estado, ante el miedo al avance comunista y con la connivencia de potencia extranjeras representadas principalmente por la CIA, utilizó la guerra psicológica, la propaganda y a agentes provocadores, en operaciones de falsa bandera terrorista, para dividir, manipular y controlar la opinión pública”, explica Turone.
"Las investigaciones sobre esos años se han visto obstaculizadas por engaños, omisiones, reticencias, falsificaciones deliberadas... Hoy, por suerte, ya no seguimos en la oscuridad"
Sin ir más lejos, el mismo atentado milanés fue atribuido durante años a las entonces incipientes Brigadas Rojas, cuando, tras muchos años de investigaciones judiciales se descubrió, por fin, que se trató de una estrategia planificada y ejecutada dentro de la hoy famosa operación Gladio, una organización paramilitar secreta instruida, financiada y organizada por la OTAN, la CIA y el MI6 británico. “En efecto, las investigaciones judiciales italianas que se ocuparon en los últimos 50 años estas masacres se han visto obstaculizadas por cualquier medio: engaños, omisiones, reticencias, falsificaciones deliberadas, campañas de desinformación...”, reconoce el exmagistrado. “Hoy por suerte, ya no seguimos a tientas en la oscuridad. Si bien en casos no se conocen los autores individuales, sí se ha identificado con precisión los entornos políticos de los que nació la estrategia subversiva: grupos neofascistas o neonazis, y en particular Ordine Nuovo (organización política y terrorista de extrema derecha) y sus filiales”.
Mafia, Iglesia y comunismo
Pero antes de embarcarse en detalles escabrosos y específicos de los episodios más negros de esta auténtica lucha nacional, de los que el libro está cuajado, Turone responde a la inquietante pregunta de cómo se pudo dar en un país de Europa occidental como Italia el caso de que la violencia fuera masivamente legitimada como medio de cambio social. “Para interpretar correctamente todos estos hechos hay que tener en cuenta tres factores únicos, que distinguen la historia italiana de cualquier otro país occidental”. El primero que destaca el autor es la existencia histórica de mafias autóctonas desarrolladas durante siglos que suplantaron cualqueir tipo de poder oficial. “De esta semilla, el poder ilegal de las mafias históricas ha brotado y se ha desarrollado gradualmente. En otras palabras, las mafias no son solo asociaciones criminales, sino que son sistemas reales de ejercicio criminal del poder”, lo que explica a ojos de Turone que sus tentáculos llegaran con el tiempo a todos los rincones del país.
La segunda peculiaridad la achaca el historiador al hecho de haber tenido “en una vasta área central de la península, mil años de poder temporal de los papas, cuyo gobierno, además de ayudar a retrasar mucho el tiempo en que los sujetos se transforman en ciudadanos conscientes, ha producido otros legados engorrosos”, analiza Turone. En particular, el libro se detiene en uno de los grandes escándalos italianos del siglo XX, el protagonizado por el “Instituto de Obras de Religión (IOR), la Banca Vaticana, que mantuvo relaciones intensas con las finanzas aventureras de banqueros italianos sin escrúpulos como Michele Sindona y Roberto Calvi (el primero juzgado por Turone y el segundo asesinado por la mafia) y lavó enormes cantidades de dinero de la mafia nacional y sículoamericana”.
"Si tuviera que explicar hasta qué punto Giulio Andreotti fue responsable de los principales capítulos negros de la Italia de entonces no bastaría un libro"
Pero quizá el elemento clave que realmente determinaría la suerte de Italia en aquella época fue el de tener, en palabras del Turone “el Partido Comunista más grande del mundo occidental. La presencia en Italia de un Partido Comunista tan fuerte, que en los primeros tiempos de la República miraba con cierta simpatía hacia Moscú, causó serias preocupaciones en los círculos de la OTAN, que alimentó a mafias y grupos de extrema derecha otorgándoles el papel de valioso baluarte anticomunista y empujándolos y ayudándolos a cometer actos de terrorismo con la intención de hacerlos responsables de los anarquistas y la izquierda, intención fallida, gracias a la independencia del poder judicial italiano y su intervención apropiada”, sintetiza el exjuez.
“Es en este contexto, en el que se insertan la masacre de la Piazza della Loggia de Brescia del 28 de mayo de 1974 (8 muertos y 103 heridos), los asesinatos de personajes como Aldo Moro, Mino Pecorelli, Emanuele Basile, Mario Amato, Carlo Alberto dalla Chiesa o el atentado más grave de la historia reciente de Italia, que ocurrió el 2 de agosto de 1980 en la estación de trenes de Bolonia (85 muertos y 200 heridos)”, enumera Turone.
Un Estado dentro del Estado
De toda esta serie de tragedias, quizá la más conocida y dramática sea la de Aldo Moro, líder de la Democracia Cristana proclive a alcanzar un acuerdo con el Partido Comunista, el llamado compromiso histórico, que era visto con gran esperanza por muchos a ambos lados del Telón de Acero. Secuestrado en Roma por las Brigadas Rojas el 16 de marzo de 1978, permaneció preso durante 55 días y fue asesinado el 9 de mayo. En el caso Moro se adivinan todos los elementos que marcaron los Años de Plomo, por mucho que Turone quiera destacar que “las Brigadas Rojas no tienen nada que ver con la estrategia de la tensión, solo era un grupo de jóvenes que pensaba que podía lograr una revolución proletaria”. Sin embargo, el exmagistrado sí identifica el papel clave de los políticos locales y la CIA en el desenlace final. “Kissinger envió a un hombre de la CIA, Steve Pieczenik, a negociar falsamente con las BR haciéndoles creer que podrían canjear a Moro por otros presos, pero finalmente rompe abruptamente el trato, provocando que lo maten”.
Esta información la desveló el propio Pieczenik en un libro titulado Nous avons tué Aldo Moro, publicado en Francia en 2006. “El libro también se publicó en Italia en 2008. Sin embargo, ambas ediciones pronto desaparecieron de la circulación. Pieczenik explica que su tarea era precisamente asegurar que Moro no saliera vivo de esa aventura, ‘para evitar el colapso del sistema político italiano’, es decir, romper severamente las conversaciones temidas entre Moro y Berlinguer”, explica Turone, que asegura que “el compromiso histórico no interesaba a ninguno de los contendientes de la Guerra Fría ni a los políticos itlaianos, que, como se demostró con el tiempo, deseaban la muerte de Moro”. Entre todos, Turone destaca a su gran rival, Giulio Andreotti, “el personaje negativo por excelencia. Si tuviera que explicar hastaqué punto fue responsable del clima de la Italia de entonces y de sus principales capítulos negros no bastaría un libro”, responde sutilmente.
"La P2 dictaba las reglas sobre cómo controlar los partidos políticos, los medios de comunicación, los sindicatos y, en general, la vida del país"
Y es que más allá del papel extranjero, el gran hallazgo del libro de Turone es su detallada explicación de qué fue y qué papel jugó en absolutamente todos los eventos de los Años de Plomo la Logia Masónica Propaganda 2 (Propaganda Due), una orden decimonónica que entre 1965 y 1981 condicionó la política italiana colocando a sus miembros en los principales puestos de la Justicia, la política, las Fuerzas Armadas y la prensa. “Este sistema de poder oculto ya se conocía vagamente en los años 70, cuando se hablaba de su jefe, Licio Gelli, un personaje un tanto misterioso que tenía fama de ser muy poderoso”, recuerda el autor.
Fue precisamente Turone en el marco de una investigación sobre el banquero Michele Sindona y su relación con Gelli el que ordenó, junto a un compañero, un registro, absorbentemente relatado, de una de las oficinas del "venerable maestro", en el cual se incautaron las listas oficiales de afiliados al P2, unas mil personas. La relación de Turone estremece. “3 ministros, varios subsecretarios, 44 parlamentarios, el jefe de gabinete, 24 generales y almirantes de los tres ejércitos, 9 generales de los carabineros, 5 generales de las finanzas, 2 generales de la policía, cientos de oficiales superiores, varios prefectos, los jefes de todos ( realmente de todos) los servicios secretos, el secretario del partido socialdemócrata, el líder del Partido Socialista, empresarios, periodistas, profesores universitarios, 18 magistrados, gerentes de bancos, directores de TG1 (el canal de noticias del primer canal de la RAI) y del Corriere della Sera y el secretario general del Ministerio de Relaciones Exteriores”.
Debido a la elocuencia de las pruebas, la presidenta de la comisión de investigación parlamentaria sobre la P2, Tina Anselmi, definió a la organización como “la metástasis de las instituciones”. También apareció, explica Turone “una especie de estatuto propio, llamado ‘Plan del Renacimiento Democrático’, un documento de quince páginas que data de 1975 en el que la P2 dictaba las reglas sobre cómo controlar los partidos políticos, los medios de comunicación, los sindicatos y, en general, la vida del país a través de iniciativas y maniobras invisibles que permanecieran ajenas a la opinión pública”. El objetivo, destaca Turone era “oponerse a cualquier renovación de la vida política italiana que viniera de la izquierda, lo qeu finalmente, y no sin altos costes, fracasó”.
Un legado al futuro
Lentamente, a partir de los años 90 y tras varias refundaciones políticas, Italia ha encontrado si no una estabilidad absoluta, sí una paz y una democracia sólidas, algo que, pese a los terribles vientos de extremismo que azotan el mundo, Turone no ve peligrar. “De la izquierda radical no veo ni rastro, pero debo decir que no la extraño. En cuanto a las regurgitaciones nazofascistas, están presentes, son agresivas, crecen y son extremadamente peligrosas en todas partes. Incluso en Italia, pero espero que, en una sociedad más informada y preparada, no nos lleven de nuevo al camino del terror”.
"Tras mucha lucha, la democracia y la legalidad republicanas todavía existen en Italia, aunque un poco magulladas"
En este sentido, Turone valora que el legado de auqellos años sangrientos “es definitivamente positivo, pues tras mucha lucha la democracia y la legalidad republicanas todavía existen en Italia, aunque un poco magulladas, gracias a aquellos (y hubo y hay muchos) que han hecho todo lo posible para proteger estos valores a toda costa”, recuerda el autor. Es precisamente la defensa de estos valores el motivo último por el que Turone decidió volcar toda su experiencia, pues considera que “en las escuelas italianas, los programas de historia no llegan a las últimas décadas del siglo XX, se detienen en la Segunda Guerra Mundial”.
Sin embargo, “es muy importante que los jóvenes conozcan y entiendan los escalofriantes eventos que tuvieron lugar en su país veinte o treinta años antes de que nacieran, y que luego puedan darlos a conocer a las generaciones futuras”, defiende el exmagistrado. Porque, como insiste citando a Liliana Segre, una conocida y respetada superviviente del Holocausto en Italia: "el conocimiento es la única luz que nos puede dar esperanza en este mundo de ignorancia cada vez más extendida".