Durante cuatro meses, del 12 de febrero al 12 de junio de 2019, el juicio a los responsables políticos del intento secesionista del independentismo catalán conocido como ‘procés’ tuvo en vilo a la sociedad española y a todo aquel que quisiera seguirlo en directo desde cualquier punto del planeta a través de streaming. Pasaron cuatro meses más hasta que el Tribunal Supremo emitió su sentencia el 14 de octubre, y ahora se agolpan entre las novedades editoriales los libros que explican, analizan y opinan sobre el caso, especialmente lo que ocurrió durante aquellas 52 sesiones de la vista oral del juicio.
Desde la esfera jurídica destacan El encargo (Ariel), de Javier Melero, abogado de la defensa que aporta su visión del caso desde dentro, y Pulso al Estado (Espasa), del juez José Antonio Vázquez Taín, que analiza el caso desde el punto de vista jurídico y con un enfoque didáctico.
Todas las piezas del puzle
En el ámbito periodístico destaca Cataluña año cero, de Ernesto Ekaizer, que no se centra exclusivamente en el juicio, sino que analiza los hechos ocurridos en Cataluña desde el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 y analiza la sentencia, aportando numerosos testimonios y documentos, algunos de ellos inéditos. “El lector tiene ante sí un relato que busca colocar cada una de las piezas del puzle desde octubre de 2017 hasta la actualidad”, afirma Ekaizer en el prólogo. El periodista considera que “el Gobierno "externalizó" a una Fiscalía General del Estado ansiosa por actuar, incluso más allá de lo encomendado, y al Tribunal Supremo lo que debía haber sido y debe ser una respuesta política”. Ahora, tras la sentencia, “el Gobierno de Cataluña y España se siotúan ahora en lo que podríamos llamar el "año cero", el año del comienzo, del principio. Y para asumir esta situación se necesita coraje”.
También llegan desde la prensa varias compilaciones de crónicas: las que escribió Arcadi Espada en El Mundo, recogidas ahora en el libro Sed de lex (editorial Funambulista); las de Julio Valdeón en La Razón (Separatistas ante los ropones, editorial Deusto); las de Pablo Ordaz en El País (El juicio sin final, Círculo de Tiza); las de Íñigo Sáenz de Ugarte en Eldiario.es (El juicio, Roca editorial); y las de Guillem Martínez en CTXT (Caja de brujas, Lengua de Trapo).
Una crónica desde dentro
¿Puede un hombre no independentista defender a los líderes del procés? Esta es la pregunta con la que seduce al lector la faja promocional de El encargo, del abogado Javier Melero, un libro en el que narra su experiencia en el juicio con un buen pulso narrativo, con una esmerada descripción de personajes y una reproducción de diálogos que emparentan su libro con la novela judicial. El prestigioso abogado se encargó durante años de la defensa penal de Convergència, incluida la de Artur Mas tras el pseudoreferéndum del 9 de noviembre de 2014. A pesar de no estar alineado ideológicamente con el independentismo catalán, recibió el encargo de defender a Joaquim Forn, a la sazón consejero de Interior a cargo de los mossos d’esquadra durante el referéndum de independencia del 1 de octubre de 2017, y Meritxell Borràs, consejera de Gobernación, así como de los miembros de la Mesa del Parlament Lluís Corominas, Ramona Barrufet y Lluís Guinó.
Melero dice que el juicio fue justo y la sentencia, injusta. “En la línea de lo que ha dicho Amnistía Internacional, no hubo ninguna irregularidad que lleve a decir que no fue un juicio homologable y justo en los términos de las jurisdicciones europeas contemporáneas”. En cambio, a la sentencia le hace, en primer lugar, una crítica técnica: “No resuelve los graves problemas de los delitos de rebelión y de sedición que hay en el código, era una ocasión histórica para poder hacerlo pero no lo hace”. Por otra parte, opina Melero que la sentencia “dedica muy poco tiempo a la fundamentación de la autoría de cada uno de los sujetos a los que finalmente condena” y que “incurre en una grave contradicción porque dice que los condenados son promotores de la sedición, pero a los autores de la sedición nadie les ha perseguido”.
Lo confuso del límite que separa la rebelión de la sedición, cosa que estriba en el grado de violencia empleada por sus autores, fue de hecho uno de los puntos clave del juicio al procés. Para Melero, “lo que no se ha precisado es cuál es la entidad de la violencia necesaria para hablar de rebelión. Si realmente no es la violencia armada en la que se pensaba cuando se redactó el artículo [el intento golpista del 23-F], qué otra cosa es”, afirma el abogado. También considera que la sentencia no determina que la violencia asociada al 1-O fuera “más grave que lo que ocurrió en ‘Rodea el Congreso’ y otras manifestaciones violentas. Entre la sedición y los desórdenes públicos lo único que hay es una cuestión de grado y a mi entender ese grado no está determinado correctamente”.
Una "ensoñación" para negociar
Un hecho que evidencia la distancia entre su opinión personal sobre el procés y su papel como abogado de la defensa es que la presentación de su libro en Madrid corrió a cargo de su amigo Arcadi Espada. “Melero estuvo a la altura de lo que se le pide a un abogado, técnicamente irreprochable en la defensa de sus intereses, que no son lógicamente los de la verdad sino los de sus clientes”, opina el columnista de El Mundo, que considera que la actuación de Melero fue una de las mejores durante el juicio, así como “la retórica con la que se expresó el juez Marchena, con gran éxito de público y crítica. Supo conducir el juicio con mano firme y de manera muy inteligente. Otra cosa es la sentencia, sobre la cual tengo discrepancias”, afirma Espada. Para el periodista, que compila sus columnas sobre el juicio en Sed de lex con ilustraciones de Leonard Giovannini, la sentencia es “desmoralizadora” por dos motivos: en primer lugar, porque “esperaba una sentencia bien escrita, fundamentada técnicamente, que explicara bien a los españoles lo que había ocurrido en Cataluña y cómo había afectado al funcionamiento de las instituciones españolas y a la moral cívica de los catalanes y del resto de los españoles”; y, en segundo lugar, porque “la sentencia viene a decir que hubo unos acusados que hicieron un referéndum, aprobaron unas leyes y proclamaron la independencia con el objetivo de negociar con el Estado un referéndum, unas leyes y la independencia; es decir, transmite la idea de que todo fue una ensoñación para negociar después, algo muy lamentable desde el punto de la coherencia y obedece a esa necesidad acomplejada de los jueces de dar soluciones e intentar contemporizar”.
Arcadi subraya otro detalle que se ha sabido ahora a raíz de la publicación de las memorias del expresidente del Gobierno Mariano Rajoy: “Puigdemont le dijo a Rajoy que sabía que el Estado no podía negociar el referéndum, y a pesar de todo, siguió ciego su camino. Eso quiere decir que la negociación no era el objetivo del procés”.
Aunque la profesionalidad del abogado Melero ha sido alabada desde ambas trincheras, él no está satisfecho con su papel en el juicio del procés porque la sentencia no ha sido favorable a sus clientes. “No obstante, creo que hice el juicio que se debía hacer, era la única estrategia posible”. Se refiere el letrado a lo que los comentaristas —entre ellos el juez José Antonio Vázquez Taín, que acaba de publicar con un enfoque didáctico Pulso al Estado. Claves para entender el juicio del procés (Espasa)— han llamado “línea técnica”, frente a la “línea política” tomada por otros abogados de la defensa, como es el caso de Andreu Van den Eynde, “quien, con una dialéctica vacía de significado jurídico, buscó a través del victimismo convertir el juicio en un altavoz internacional con el que proyectar una imagen de España como país opresor que no respeta los derechos fundamentales”, señala Vázquez Taín en su libro.
Diccionario del procés
El autor de Pulso al Estado comienza su libro con un glosario de términos relacionados con el procés. Para empezar, la propia palabra procés, según el juez, pretende “evitar a toda cosa que el sector independentista de la sociedad catalana piense —ni siquiera por un momento— que la situación en Cataluña es fruto de un plan y no de la evolución natural de las cosas; impedir como sea que [a los políticos independentistas] se les considere autores de un programa o de una estrategia y no simples seguidores o defensores de la voluntad popular”.
Después del glosario, el autor pasa a exponer, de manera clara y estructurada como si de un libro de texto se tratase, la cronología del procés y del juicio, los pormenores de la causa judicial, los perfiles de los protagonistas (acusados, los que tuvieron alguna implicación pero no estaban en el banquillo, los magistrados, las acusaciones y los abogados defensores), la explicación de cómo se desarrolla un juicio, el diario de sesiones, explicaciones sobre la independencia judicial y un detallado análisis de la sentencia, así como un epílogo y un apartado de conclusiones finales.
Vázquez Taín opina que sí hubo delito de rebelión. “No me atrevo a enmendarle la plana al Tribunal Supremo, pero partía de un código penal castrado que concibe la agresión a la democracia en términos decimonónicos”, declara a El Cultural. Para el autor de Pulso al estado, lo que ha ocurrido en Cataluña es “un intento de golpe de Estado con todas las letras, con otra prosopopeya y otra estética. No es necesario sacar los tanques a la calle para que un golpe sea considerado como tal”.
En una de sus crónicas reunidas en Sed de lex, Espada narra cómo celebró que el fiscal Zaragoza se atreviese a señalar la responsabilidad de los dos millones de catalanes independentistas en los hechos ocurridos, al decir que en otros países tanto los políticos como los ciudadanos habían acatado las sentencias en contra del derecho a la autodeterminación. ¿Cree entonces Espada que no solo los políticos independentistas, sino también los ciudadanos independentistas, deberían ser castigados? “El castigo evidentemente lo merecen, lo que pasa es que solo puede ser moral. Los ciudadanos tienen que asumir la responsabilidad de las decisiones que toman; uno de los problemas de la democracia española es que los políticos siempre tratan a los ciudadanos como si fueran clientes, con la máxima de que el cliente siempre tiene la razón, y eso no es cierto”.
Para el periodista, el problema catalán no tiene solución, “así que no debemos ocuparnos de él”, y añade: “A los catalanes xenófobos hay que decirles que lo son, que su opción política y moral no merece ningún aprecio democrático, desnudarlos y enfrentarlos ante el espejo. Quizá viendo su verdadera faz alguno de ellos rectifique horrorizado y vuelva al territorio de la razón”.
Si Melero cuenta el juicio desde dentro, el periodista Julio Valdeón, corresponsal de La Razón en Nueva York, lo hizo a 5.700 km de distancia. “El hecho de que se retransmitiera por streaming colocaba a la justicia española en el escaparate, es algo inédito, no muchos países estarían dispuestos a pasar por esa prueba del algodón tan extrema como es mostrar las tripas del juicio más importante de la democracia española desde el 23-F”, opina el periodista, que comentó en su columna diaria sus impresiones sobre el juicio. “Yo era muy consciente de que no podía dar la perspectiva técnica del jurista, sino la de una columna literaria y de opinión”. Aunque las columnas políticas suelen ir dirigidas a reforzar opiniones más que a cambiarlas, Valdeón no descarta que alguien pueda cambiar de opinión leyendo sus crónicas del juicio, de tono irónico y beligerante. “Yo no soy un predicador. Una cosa es que escriba con visceralidad, y otra cosa pensar que siempre camino por el lado soleado de la calle”, afirma el periodista, que recopila sus crónicas en Separatistas ante los ropones, publicado por Deusto después de que la editorial catalana Carena se echara para atrás en el último momento por miedo a un posible boicot.