Las lecturas de David Bowie
El periodista John O'Connell desgrana en 'El club de lectura de David Bowie' la lista de los libros favoritos del Duque Blanco
13 enero, 2020 23:26La lista de los libros favoritos de David Bowie publicada por el Museo Victoria & Albert de Londres en 2013 nos abrió nuevas dimensiones del insondable y poliédrico genio de Brixton, de cuya muerte se cumplen cuatro años justo este viernes, 10. La elaboración de listas no es nueva. Bloom, Steiner o los famosos 74 de Borges son ejemplos que el buen lector ha de tener en cuenta en el difícil camino de la selección. El club de lectura de David Bowie parte de la iniciativa de la institución británica –celebrada con delirio por los seguidores de Ziggy Stardust– para convertirse en el proyecto editorial que Blackie Books (Jan Martí Cervera) ha materializado con extraordinario instinto y que el periodista John O’Connell ha levantado con fervor de groupie.
O’Connell ha rastreado en las lecturas del duque blanco con fervor de groupie y demostrado que “no hay un Bowie definitivo”
Infancia y juventud (English Journey, de J. B. Priestley), conflicto racial (La próxima vez el fuego, de James Baldwin), política y autoritarismo (El maestro y Margarita, de Bulgákov, El cero y el infinito, de Arthur Koestler), ocultismo, psicología y espiritualidad (Dogma y ritual de la alta magia, de Eliphan Lévi), poesía (La tierra baldía, de Eliot) arte y diseño (Más allá de la caja Brillo, de Arthur C. Danto), música (Oooh, My Soul, de Charles White, Silencio, de John Cage), generación beat y Nueva York (En el camino, de Kerouac, Vida metropolitana, de Fran Lebowitz), fascinación centroeuropea (Berlin Alexanderplatz, de Döblin) cómic (revistas Raw y Viz) y clásicos universales (Ilíada, de Homero, Madame Bovary, de Flaubert) y contemporáneos (Ruido de fondo, de DeLillo) son algunos de los temas que O’Connell rastrea en este trabajo indispensable pero en el que se echa en falta más presencia del protagonista, bien sea a través de sus palabras (se hubiesen agradecido más entrecomillados del propio Bowie), bien sea a través de las letras de sus canciones (los títulos recomendados al final de cada lectura resultan orientativos pero insuficientes para comprender su influencia). El resultado, en todo caso, confirma, como dijo el músico de sí mismo, que “no hay un Bowie definitivo”. Y probablemente nunca lo habrá.