Fernando Benzo (Madrid, 1965), exsecretario de Estado de Cultura, es también un escritor que se mueve en el género negrocriminal para bucear por el oscuro pasado y presente de España a través de novelas bien documentadas que no pierden nunca de vista el disfrute de la lectura.
Si en Las cenizas de la inocencia Benzo recreaba el Madrid de la posguerra y el estraperlo desde la peripecia de un chico huérfano, el Monaguillo, en un mundo nocturno de delincuencia, en Nunca fuimos héroes lee el presente desde un pasado más reciente, el de la lucha antiterrorista de los 70 y 80 en una historia cargada de resonancias con la España de esas décadas trazadas por el dolor y la rabia.
Sólida novela, 'Nunca fuimos héroes' es una adictiva historia de obsesiones que deja un atisbo para la esperanza
Lo hace desde la figura de Gabo, un tipo que fue durante casi treinta años policía sin llevar un arma ni dar un puñetazo, adicto a los Ducados, y a quien el paso del tiempo y las miserias ha modificado su perspectiva vital. Ya no es el joven idealista que ingresó en la Escuela de Policía junto a Sixto Aldama, ambicioso compañero que ha llegado a ser comisario general, para “acabar con la maldad en el mundo”. La construcción de Gabo, con sus aristas, es paralela a la lucha del Estado contra el terrorismo en una suerte de ficción que se nutre de hechos reales dotándola de poderosa tensión dramática. Benzo conoce bien la parte policial, lo que favorece la verosimilitud dentro de una historia con sus claroscuros que permea dos Españas: la de Gabo y la del padre: “Decidió entrar en el Cuerpo de Policía por lealtad y por deslealtad hacia su padre, un represor al servicio de la dictadura. Un hombre silencioso, un padre autoritario y distante […]. Él redimiría los pecados de su padre siendo un poli auténtico, de los que luchan contra los malos de verdad y no contra quienes los políticos dicen que son los malos”.
El autor vertebra la narración a partir de la “fijación” de Gabo por Harri (el terrorista que fue monaguillo, guiño a su anterior novela, para acabar en las filas de una banda, que puede leerse como ETA). Esa fijación es a la vez su frustración, tras años persiguiéndolo sin fortuna, hasta que el destino (o más bien Aldama) lo pone otra vez en su camino. Esto hace que Gabo recuerde su pasado en el Grupo AT en San Sebastián, luego en Madrid en la Brigada Central de Información, y a sus compañeros de tronchas (vigilancias) con los que volverá a ponerse de nuevo tras Harri.
Nunca fuimos héroes es una novela sólida que propone una narración ágil con importante calado emocional. Parte de algunas convenciones del género negro, como el policía que ya no lo es, pero que jamás dejará de serlo, atrapado por el pasado y sus fracasos. Sin embargo aunque esto y algunas situaciones que se absorben del imaginario noir quizá sea lo menos seductor de la trama, a medida que avanza el relato nos arrastra por una adictiva historia de obsesiones que no se propone mostrar el mundo hostil y abyecto tal y como es, sino más bien hacerlo comprensible y dejar un atisbo para la esperanza. Sin duda alguna, esto es lo más encomiable que puede hacer una novela que hibrida el noir y las aventuras con un fondo histórico en el que siempre se impone la fueza de los personajes.