La herencia. Vigdis Hjorth.

Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. Nórdica. Madrid, 2019. 440 páginas. 22,90 €. Ebook: 9,99 €

La literatura a veces flirtea con lo prohibido, pisando umbrales que casi nadie se atreve a traspasar. Vigdis Hjort (Oslo, 1959) asume el riesgo de contar una historia especialmente turbadora, cultivando una deliberada ambigüedad. No sabemos si nos adentramos en un territorio ficticio o en el dominio de lo autobiográfico. El reparto de una herencia familiar sacará a la luz un terrible secreto que nunca ha dejado de torturar a la narradora. Bergljot es una mujer de algo más de cincuenta años que engaña a su marido con un hombre casado. No se trata de simple pasión, sino de un comportamiento autodestructivo. Bergljot admite que su esposo es bueno y comprensivo. Se porta bien con ella y con sus hijos. En cambio, su amante es vanidoso, egoísta y egocéntrico. De hecho, ni siquiera se molesta en ocultar que mantiene encuentros sexuales con otras mujeres. ¿Por qué soporta esa situación? Porque desde muy temprano se familiarizó con el abuso y la manipulación. Cuando los padres infligen el dolor más intolerable, las emociones se deforman y la madurez se demora, transigiendo con las vejaciones.

Vigdis Hjort nos introduce en la trama con una voz narrativa que no esconde su malestar, pero que al principio elude la sinceridad. Con una prosa minimalista y sin alardes de estilo, recrea el mundo interior de un personaje que se confunde con el de su creadora. Al igual que Karl Ove Knausgård, Hjort escarba en su memoria, creando literatura a partir de sus vivencias. Knausgård nos cuenta su propia vida, sin desviarse de los hechos. Su fidelidad al dato convive con la reflexión, el humor y el apunte lírico. Hjort conserva los ropajes de la ficción, pero nos desnuda su alma de una forma más descarnada, descendiendo hasta el último peldaño de un doloroso ejercicio de introspección. Su forma de proceder desemboca en la trágica confrontación con un tabú primordial. El incesto no es una mera aberración, sino una tempestad que pone en peligro el orden social. Algunas dinastías del mundo antiguo han tolerado las relaciones sexuales entre familiares cercanos, pero se trata de algo excepcional. Lo que llamamos civilización da sus primeros pasos cuando se prohíbe el incesto. Cuando se infringe esa norma, los daños son inconmensurables.

'La herencia' es una novela de profundo calado. Implacable con el lector, cada página es un trago amargo no exento de belleza

Bergljot crece con la angustia de albergar un secreto inenarrable. Se siente incapaz de compartir su desgracia, pero no hacerlo le produce un sufrimiento incompatible con una existencia normal. Su profesión de escritora no facilita las cosas, pues las palabras se resisten a comerciar con el horror. Es preferible traficar con las emociones ajenas. A fin de cuentas, escribir es una forma de mentir, un subterfugio para no afrontar los hechos, casi siempre desalentadores. Bergljot se retrae porque sabe que su familia desea preservar la apariencia de normalidad. Un tabú es un precepto casi sagrado. Conlleva un veto, pero también una súplica. El silencio es preferible al escándalo, pues no está en juego tan solo la reputación de una familia, sino el bienestar de la comunidad.

La catarsis que pone fin a la historia no produce la ansiada liberación. Bergljot seguirá conviviendo con sus demonios. Ya no le pesarán tanto, pero no podrá olvidar que ha obligado a la sociedad a mirarse en el espejo, revelándole sus deformidades. La herencia es una novela de profundo calado. Implacable con el lector, cada página es un trago amargo no exento de belleza. Nos enseña que lo inhumano a veces se disfraza de pudor y timidez. En cambio, el bien puede confundirse con rencor y malicia. Bergljot no perdona. Ha sufrido en sus carnes lo imperdonable, un ultraje que ha desfigurado sus afectos, abocándola a ser una persona vulnerable y sin autoestima.

Quizás Hjort se ha vaciado en Bergljot, pero el resultado no ha sido únicamente un texto crudo y honesto, sino una actualización de viejos mitos. No es Electra. Nunca amó a su padre, pero su peripecia es un símbolo universal de la fragilidad de la condición femenina, condenada a soportar la crueldad de un mundo construido y dominado por los hombres. La extraordinaria traducción de Kristi Baggethun y Asunción Lorenzo nos permite disfrutar de una novela que obtuvo el Premio de los Libreros Noruegos y el Premio de la Crítica.

@Rafael_Narbona