"¿He estado en lo cierto al decir que las tinieblas se extendieron por el mundo cuando se apagaron las luces de Levante?", se pregunta Amin Maalouf (Beirut, 1949) en el prólogo de su último ensayo, El naufragio de las civilizaciones. Tal vez parezca incongruente hablar de las tinieblas cuando gozamos del progreso tecnológico más espectacular de todos los tiempos, cuando por primera vez tenemos al alcance de la mano todo el saber de los hombres, vivimos cada vez más y mejor, y tantos países de lo que fue "el tercer mundo", empezando por China y la India, salen por fin del subdesarrollo.
En El naufragio de las civilizaciones, tercera mirada al mundo de uno de los autores más conocidos y premiados de las letras francesas, Maalouf recurre a la metáfora de la mar, pensando en el Titanic, para arrojar luz frente a tanta incertidumbre sobre las fuerzas que nos alejan de los paraísos soñados: libertad, paz, solidaridad, progreso, prosperidad… A pesar de contar por primera vez en la historia con los medios para librar a la especie humana de todas las catástrofes que la acosan, corremos, escribe, "a toda velocidad en dirección contraria", atrapados en "un engranaje", que "nos arrastra a la fuerza…, amenazando con reducir a la nada nuestras civilizaciones" (p. 19).
Corresponsal, novelista, historiador, libretista de ópera y ensayista traducido a cincuenta idiomas, Premio Goncourt y Príncipe de Asturias, Maalouf suena apocalíptico, pero cada una de las páginas de su última obra, continuación de sus dos ensayos anteriores –Identidades asesinas y El desajuste del mundo–, incluye datos, testimonios y hechos históricos del último siglo que avalan sus temores. En su primer ensayo, hace 20 años, aguijonado por la barbarie de los Balcanes en los 90, denunciaba con pasión la locura que incita a los seres humanos a matarse en nombre de etnias, lenguas o religiones. En El desajuste del mundo, en 2011 –el año que ocupó el sillón 29 de Claude Levi-Strauss en la Academia francesa–, se sumergía en las distorsiones de los primeros años del siglo XXI. Influido, sin duda, por la gran crisis de 2008-2010, atribuía la malais global que se estaba apoderando del planeta al choque social y no al de civilizaciones que había popularizado Samuel Huntington a finales del siglo XX.
Maalouf suena apocalíptico, pero cada una de las páginas del libro incluye datos y testimonios que avalan sus temores
En El naufragio de las civilizaciones vuelve a sus raíces –el Líbano de su padre, el Egipto de su madre, el Levante cosmopolita de El Cairo y Beirut donde nació y se formó con jesuitas– para desbrozar las derivas identitarias y sectarias que han destruido Oriente Medio y están destruyendo hoy muchas otras regiones del planeta.
Para Maalouf siempre hay “encrucijadas históricas que cambian el rumbo de los acontecimientos” y su última obra no puede entenderse sin 1967 y 1979. “Medio siglo después del 67 (la guerra relámpago en la que Israel se apodera en pocas horas de Gaza, Cisjordania, el Golán, el Sinaí y Jerusalén Oriental), los pueblos árabes siguen sonados, incapaces de superar el trauma de la derrota”, escribe. "Han renunciado al panarabismo, pero siguen despreciando las fronteras y aborrecen a sus dirigentes" (p. 107). Algo quizá más grave: se convencieron de que el mundo se ha coaligado contra ellos y se alegra de verlos humillados. En esos sentimientos anidan desde el 11-S al Estado Islámico y muchas de las revueltas, protestas y guerras de hoy en la región.
Se remonta en la tercera parte del libro a un periodo de siete meses, entre 1978 y 1979, para explicar los cuatro “vuelcos” históricos que hace 40 años cambiaron el mundo. Se trata de dos revoluciones conservadoras –la islámica que decretó en Irán el ayatolá Jomeini en febrero de 1979 y la conservadora que implantó en el Reino Unido Margaret Thatcher a partir de mayo del mismo año–, y dos acontecimientos no menos revolucionarios: el giro de China desde que Deng Xiaoping se hace con el poder en Pekín en diciembre de 1978 y la elección, dos meses antes, de Juan Pablo II al frente de la Iglesia. "Estos cuatro trastornos en entornos culturales y sociales muy alejados ¿tenían algo en común, aparte de la coincidencia cronológica?", se pregunta. "¿Puede concebirse que la Curia romana y el Comité Central del Partido Comunista chino, los electores británicos y los manifestantes iraníes reaccionasen a idéntico impulso?" (p. 151).
Abierto a interpretaciones diferentes, con la perspectiva del paso del tiempo y la experiencia de haberlo vivido y contado, Maalouf ve "sobre todo dos factores que afectaron a todos los países del mundo y pudieron desempeñar un papel en la génesis de los cuatro acontecimientos citados: la crisis terminal del régimen soviético y la crisis del petróleo".
Sin los cambios que generaron –la crisis del comunismo y de la socialdemocracia, la expansión del sistema de libre mercado a todo el planeta, la globalización desigual, el despegue económico de China y la India, el corrosivo radicalismo en el mundo islámico y la crisis del dirigismo político y económico más allá de cualquier ideología…–, acelerados por la revolución de internet, es imposible comprender fenómenos como la elección de Trump, el Brexit o la oleada de protestas masivas que, desde entonces, han socavado el sistema construido sobre los
escombros de la Segunda Guerra Mundial.