'Ohio', la síntesis del mito americano
La novela debut de Stephen Markley ofrece el retrato interior de un país a la vez que disecciona a toda una generación, la criada tras un trauma universal como el 11-S
2 marzo, 2020 07:53“Oh my name it ain’t nothin’ / My age it means less / The country I come from / Is called the Midwest” cantaba Bob Dylan en “With God On Our Side”, y con ello daba cuerpo a una realidad incuestionable, la de considerar al Medio Oeste americano como el corazón no solo geográfico de su país. Existen en este sentido numerosas narraciones, tanto musicales como literarias o cinematográficas, que así lo atestiguan. Del mismo modo que Berlanga en Bienvenido, Míster Marshall (1953) convirtió lo andaluz en representación de lo que desde fuera podría asumirse como lo español, el Medio Oeste parece contener un imaginario equivalente similar para los Estados Unidos. Desarrollar bajo estas coordenadas una historia de jóvenes estudiantes atrapados en un pueblo imaginario de la zona (New Canaan) resulta hoy día un peligro, por la cantidad de tópicos y lugares comunes que con el tiempo se han ido acumulando.
Stephen Markley (Mt. Vernon, Ohio, 1984), afortunadamente, es más que consciente de ello, y nada más comenzar Ohio (2018), su impresionante primera novela, nos regala la siguiente lúcida reflexión: “Qué extraño, pensó Bill, […] que, al mirar las fotos de las fiestas de secundaria de cualquier ciudad mediana o suburbio de Estados Unidos, todas parecieran como sacadas de un banco de imágenes, siempre la misma foto con el mismo encuadre, adolescentes idénticos haciendo tonterías idénticas y esperando que aquello no acabara nunca porque lo que venía después era demasiado misterioso".
'Ohio' ha de ser reconocido como lo que es: una de las novelas de debut más deslumbrantes que he leído en mucho tiempo
Sentado lo anterior, encuentra uno a continuación varios logros mayúsculos en Ohio. De un lado, el trascender el citado paisanaje vital mil veces experimentado, y de otro, construir a su alrededor una suerte de novela total, capaz de ofrecer el retrato interior de un país a la vez que disecciona a toda una generación, la criada tras un trauma universal como el 11-S. Pero las ambiciones de Markley no se detienen ahí. Su novela se contempla casi como un milagro -recordemos de nuevo que se trata de un debut-, por la pasmosa habilidad que presenta para fusionar géneros, siendo capaz de aunar una profunda vocación literaria con el más puro entretenimiento.
En este sentido, Ohio comparte no pocas concomitancias con otro logro reciente, El eterno intermedio de Billy Lynn (2012), aquella muy cáustica también primera novela del periodista Ben Fountain, que con unos mimbres bien distintos ofrecía un retrato de la sociedad estadounidense igual de desasosegante, pues lo que Markley termina mostrándonos es eso, la foto de una sociedad comida por la culpa, la religión, las drogas, el alcohol y un futuro más que incierto, y lo hace a través de cuatro voces (impresiona en este sentido como Markley consigue levantar cuatro verdaderas voces, tan distintas en tono) que se cruzan en las narraciones de los otros, que convocan el pasado desde el presente, y en su intersección conforman una narración caleidoscópica de lo más cinematográfica. Richard Linklater podría hacer maravillas con este material –por otro lado, deudor sentimental de aquel serial majestuoso llamado Friday Night Lights–, de querer adaptarlo a la gran pantalla.
Hablaba antes de ambición, y lo anterior quizás justifique algunos deslices de principiante, como el abuso de ciertas fórmulas narrativas de las que Markley se sirve para convocar el pasado (esos encontronazos fortuitos entre amigos) o la existencia de algunos giros de la historia claramente supeditados a la búsqueda de una comercialidad (ese asesinato…), pues a mitad de novela, debe advertirse, la trama abandona su poso crítico-realista para sumergirse, con total éxito, en las aguas del thriller. El equilibrio, por muy chocante que pueda parecer, se consigue plenamente, pues Markley tiene la suficiente habilidad como para ir ocultando siempre la información justa, sin con ello marear al lector. Por más que en Ohio los hechos se vayan presentando de forma desordenada en el tiempo, al final todo cuadra, sin subrayados ni sobreexplicaciones innecesarias, básicamente porque todo funciona en esta novela capaz de satisfacer, quiero pensar, a cualquier tipo de lector.
Extraña habilidad esta, por otro lado tan democrática, la de poder gustar a todo el mundo. Solo por ello merecería un aplauso. Pero por encima de todo, Ohio ha de ser reconocida como lo que es: una de las novelas de debut más deslumbrantes que he leído en mucho tiempo. Todo un acontecimiento.