La Codorniz. De la revista a la pantalla (y viceversa), el libro de Santiago Aguilar (Madrid, 1959) y Felipe Cabrerizo (San Sebastián, 1973), va mucho más allá de lo que su título indica, esto es, de la historia y el análisis de las aportaciones codornicescas al cine español y del tratamiento dado en la revista a las películas. Siendo este objetivo sumamente interesante, y quedando sobradamente logrado en el libro, el extenso, muy documentado y muy ameno trabajo de Aguilar y Cabrerizo se expande arborescentemente, y sin perder las raíces de su anclaje, hacia otros varios territorios.
El libro contiene una historia subrepticia del espíritu, los contenidos, los avatares y las etapas de La Codorniz, la revista de “humor nuevo” fundada por Miguel Mihura en 1941 y dirigida por él mismo hasta 1944, año en el que Álvaro de la Iglesia –omnipresente en estas páginas, como es lógico– ocupó la dirección, engrosando su mito, su influencia y su difusión hasta 1977, fecha de su virtual extinción apenas disimulada por dos brevísimos tramos agónicos, al mando sucesivamente de Manuel Summers y Carlos Luis Álvarez “Cándido”, que desembocaron en su cierre definitivo al año siguiente.
El recorrido por la historia de la revista y por el numeroso y variado contingente de creadores (y creadoras) de humor (escritores, dibujantes, novelistas, dramaturgos, cineastas…) que la hicieron posible, no sería completo sin establecer sus antecedentes (Gutiérrez, Buen Humor, La Ametralladora…), sus padrinos inspiradores (Ramón Gómez de la Serna, Wenceslao Fernández Flórez…), las influencias recibidas de las vanguardias europeas (futurismo, surrealismo, dadaísmo…), las confluencias nutrientes (los humoristas y comediógrafos italianos, la comedia hollywoodense…) y sus herederos transformados (Hermano Lobo…).
El libro censa y glosa, por así decirlo, la inmensa nómina –imposible de condensar aquí– de nombres mayores y no tan mayores que dieron no sólo plural carácter a las páginas de La Codorniz, sino, mediante sus libros, piezas teatrales, viñetas y películas, a una buena parte de la producción cultural bajo y en moderada tensión con el franquismo. Recordemos, no obstante, que el inicial y, en algún caso, persistente núcleo duro de la revista estuvo formado por lo que se ha dado en llamar (y no sin debate) La Otra Generación del 27, supuestamente integrada por Miguel Mihura, Enrique Jardiel Poncela, Antonio de Lara “Tono”, Edgar Neville y José López Rubio, quien aceptó la etiqueta propuesta por Pedro Laín Entralgo y en parte rebatida o matizada por Fernando Lázaro Carreter.
El libro censa y glosa los nombres mayores de la otra generación del 27 y resulta insustituible para el estudio de la comedia española del siglo XX
Los cinco nombres mencionados y su correspondiente relación con el cine, detalladamente estudiados por Aguilar y Cabrerizo, conforman el cañamazo del libro sobre el que se van asentando, en esa relación de ida y vuelta entre la revista y el cine (y más allá), las figuras y las películas (escritas, dirigidas o/y interpretadas a lo largo de unas cinco décadas) de, muy principalmente, Rafael Azcona, Francisco Regueiro, Luis García Berlanga, Tip y Coll, los hermanos Ozores, Chumy Chúmez, Miguel Gila, Antonio Mingote, Fernando Fernán Gómez, Manuel Summers, Jerónimo Mihura, Enrique Herreros, Noel Clarasó y tantos otros, sin olvidar que los creadores que hicieron La Codorniz, muchos de ellos novelistas y dramaturgos, vieron (o no vieron, claro) adaptadas sus obras a la gran pantalla (y a la televisión, ojo, que no es objeto de estudio en este libro) por cineastas sin aparente conexión con
la revista.
La (incompleta) relación de nombres contenida en los párrafos anteriores nos lleva a otro aspecto primordial, con el que –como anuncié– Aguilar y Cabrerizo desbordan felizmente la limitada precisión del título de su trabajo. En efecto, el libro –que cita y recoge mucha bibliografía, aunque no la relaciona en un listado final– se consagra como una obra insustituible para el estudio de la comedia cinematográfica española del siglo XX en todas sus variedades, matices, derivas, contradicciones y contraindicaciones, muchas de ellas explícitamente identificadas en sus apartados y epígrafes.
De la revista a la pantalla (y viceversa)… Aguilar y Cabrerizo contemplan muy destacadamente los variopintos estilos que tuvo la crítica cinematográfica en La Codorniz, en secciones muy leídas que acogieron polémicas internas –la revista no se privó de discusiones y desgarros en su seno–, posicionamientos respecto a las corrientes que se iban sucediendo en el cine español e internacional y fricciones en las apuestas alternativas por el cine tradicional o moderno. Junto a los nombres de Alfredo Marqueríe y Alfonso Sánchez, entre otros contribuyentes, el libro estudia la trayectoria de Víctor Vadorrey, “Vitinowsky”, “el crítico de La Codorniz por excelencia”, humorista –y escritor, guionista y realizador–, personaje muy peculiar que escribió de cine en la revista durante dos décadas, el más recordado comentarista de películas por los lectores que siguieron la publicación.
Santiago Aguilar –que escribió y dirigió tres películas con La Cuadrilla, entre ellas Justino, un asesino de la tercera edad (1994)– y Felipe Cabrerizo –de formación académica, escritor, programador cinematográfico y biógrafo de Serge Gainsbourg– pergeñaron este libro hace muchos años. Aguilar (que había estudiado a Edgar Neville) y Cabrerizo se han ocupado conjuntamente y en varios títulos de Mihura, Jardiel y, especialmente, Tono, por lo que su experiencia y su conocimiento del codornicismo cinematográfico están más que acreditados.
El volumen, que contiene abundante y variada información gráfica y un DVD con un montaje de fragmentos de películas, recoge y exhibe una documentación exhaustiva y apabullante –citas de estudios, declaraciones, diálogos…– que da lugar a una pormenorización detalladísima sobre los creadores, los procesos y contextos de su trabajo y la exégesis crítica de sus películas. Pero es muy importante subrayar, ya que es el factor que redobla el atractivo del libro, que, si la investigación obedece a un procedimiento digamos que académico, la obra, sin perder rigor y pertinencia, está escrito, con extraordinaria amenidad y desenvoltura, dejando espacio a la subjetividad narrativa y de la mirada crítica, a la pasión y al humor. Dije que el libro desbordaba los límites de su título y me falta por decir que es la sociedad española, en su conjunto y evolución durante décadas, la materia que emerge de sus páginas.