La turbulenta vida de Pedro Salinas (Madrid, 1891-Boston, 1951), reconocido como el mayor poeta del sentimiento amoroso de nuestro siglo pasado y decano de la Generación del 27, tiene tintes de folletín del siglo XIX: Un adulterio, una guerra civil, un amor imposible, el deber familiar, una creatividad desbordante, el exilio… Todo regado con amplias dosis de adversidad, secretismo y drama romántico, muy propios de una novela epistolar o de aventuras. Esta realidad, oculta tras la sólida fachada de intachable profesor que construyó el poeta, comenzó a desmoronarse en las dos últimas décadas (tras superar las debidas susceptibilidades familiares, incluidas las de su hijo Jaime, de quien acaban de publicarse unas impúdicas memorias), cuando han ido viendo la luz no sólo sus Cartas a Katherine Whitmore, resumen de la copiosa correspondencia que intercambió con su amada, sobre todo entre 1932 y 1939, sino varias obras de teatro, algunos textos sueltos y más de un centenar de poemas inéditos que arrojan nueva luz sobre el mundo interior de un hombre incapaz de concebir una separación entre vida y literatura.
Tras este aluvión de material revelador, ¿qué falta por decir de Pedro Salinas? Pues mucho, responde a El Cultural la catedrática de Literatura Montserrat Escartín, que tras 30 años estudiando la vida y la obra del poeta (lo que se refleja en libros como El sentimiento amoroso en la obra de Pedro Salinas o Pedro Salinas tras el telón) publica ahora Pedro Salinas, una vida de novela (Cátedra), donde explora la soterrada lucha que mantuvo el escritor con las muchas personalidades y caracteres encerrados en sí mismo. Lo primero que quiere dejar bien claro la autora es que esto no es una biografía convencional ni un nuevo estudio crítico de sus obras, “sino un esfuerzo por mostrar al individuo auténtico tras la imagen oficial que la crítica ha construido de él. Por revelar al lector las facetas menos conocidas y el trasfondo del Salinas hombre, desconocido, acallado y oculto tras su prestigio como clásico del siglo XX”.
Sin embargo, en este viaje hacia la intimidad del Salinas “personaje”, Escartín no se plantea juzgar el comportamiento humano del autor, sino indagar en qué causó “una división interna entre el ser real, inseguro, dubitativo y miedoso, y un ideal perfeccionista, exigente y culpabilizador, que le hicieron víctima de su imagen pública y posición social”. En este sentido, el apartado más estrictamente biográfico está marcado por “una temprana orfandad, que le privó de un modelo masculino, una infancia dominada por una madre sobreprotectora, que le transmitió sus temores, y la educación conservadora de la época”, explica la catedrática.
Salinas versus Salinas
Pero más allá de estas consideraciones, la realidad es que todos los aspectos relativos a Salinas pueden enfrentarse como contrarios: de lo anecdótico a lo profundo, de la amante a la esposa, del profesor dogmático al poeta fabulador… “Salinas fue un autor bifronte como Larra, Lorca o Hemingway: hombre muy sociable y conversador, respetado por sus responsabilidades académicas y admirado como poeta que, de puertas adentro, ocultaba un yo inseguro, temeroso y dependiente, sólo entrevisto por quienes le trataron de forma íntima: su esposa, su amante y su mejor amigo, Jorge Guillén (con quien también mantuvo un nutrido epistolario)”, asegura la autora.
"Creo en mi alma una lucha: Pedro Salinas versus Pedro Salinas, cuyos efectos son desastrosos, porque yo pierdo siempre", reconocía Salinas en una carta.
Esta dualidad en conflicto provocó fuertes contradicciones que el mismo Salinas confesaba en esta carta tan poco conocida: “Me veo preso en mis propias redes, víctima de mí mismo. […] pierdo la estima hacia mí, descubro un aspecto de mi persona que me desagrada y creo en mi alma una lucha: Pedro Salinas versus Pedro Salinas, cuyos efectos son desastrosos, porque yo pierdo siempre, sea quien sea el que venza”.
Esta tendencia a la dualidad ya fue advertida por algunos. Al hablar de Salinas, “uno de los pocos veintisietes que lleva don y no es andaluz”, Francisco Umbral ya decía que “el gran poeta amatorio del siglo, recurre quizá con exceso a eso que pudiéramos llamar desdoblamiento”. No es casual que esta faceta tan íntima salpique su obra, pues, como apunta la catedrática, “vida y literatura fueron indisociables en su sentir, convirtiéndose la primera en el diccionario para traducir la segunda, dado que la escritura fue para el poeta una catarsis terapéutica, un modo de conjurar sus demonios”. Es por ello casi inevitable que en su obra se filtraran temas y conflictos como la división interna y las múltiples facetas del yo (no en vano uno de sus símbolos predilectos es el espejo), la culpabilidad, el conflicto entre el hombre público y el privado, la caducidad del amor en el matrimonio, la necesidad de una mujer para ser...
"Esta biografía atípica, pretende cumplir un ideal que Salinas no consiguió en vida: unificar su mundo interno con su conducta social", afirma Montserrat Escartín
Otros aspectos que destaca Escartín de esta vida de novela son el gran amor de Salinas con la hispanista Katherine Whitmore, el nuevo autor que emerge de sus muchos poemas y dramas póstumos, y una paradójica lectura sobre la manera en la que el poeta entendía el amor. En el primer asunto, este amor marcado por la clandestinidad y la lejanía, la catedrática destaca que “atrapado entre el corazón y la cabeza, los deseos y los compromisos adquiridos, una decisión heterodoxa o la reputación…, el poeta renunció a una posible vida con su gran amor. Pudo más en él la responsabilidad que el valor”.
Restituir la verdad del poeta
Aquí cobra también importancia la observación de que “sólo hacia el final de su vida, Salinas comprendió realmente el amor huyendo de su idealización”, pues para la autora, “idealizó el amor queriendo a mujeres que consideraba ‘admirables’, alejándose de su perfil humano y convirtiéndolas en iconos o diosas. El poeta no pudo entender ni a Margarita, su mujer, ni a Katherine y, en consecuencia, amarlas; siendo la idea que se hizo de las dos lo que le impidió relacionarse realmente con cada una”. Lo cual, paradójicamente, contribuye a que su poesía amorosa sea para siempre y no una creación de época.
Por último, la catedrática explora los nutridos inéditos del autor, que a su juicio nunca llegaron a publicarse, más allá de su autoexigencia, por la timidez y el pudor de mostrar aspectos demasiado privados, no sólo a nivel sentimental, sino también político, pues procuró silenciar la soledad y desazón del exiliado. “Leer a Salinas, en particular esta obra póstuma, es como hojear un diario personal. En los inéditos de don Pedro, el lector descubre un retrato íntimo del poeta que exige modificar la imagen que tenemos de él”. Y a ello se consagra este libro que pretende restituir la verdad de Salinas o, como afirma Escartín, “cumplir un ideal que él no consiguió nunca: unificar su mundo interno con su conducta social, aspectos que en su vida siempre permanecieron disociados”.