Apegos feroces
Vivian Gornick. Sexto piso
Rebosante de rabia y amor, de incomprensión y ternura, Apegos feroces es uno de esos libros inagotables que retratan tanto a su autora, la ensayista feminista Vivian Gornick, como a su protagonista, su propia madre. Y lo hace con la misma apasionada intensidad , devoción y tristeza que emplea para reconstruir su infancia de niña huérfana de padre, encerrada con una madre de luto inacabable, que cuando recrea las discusiones cotidianas con la anciana del brazo por las calles de Nueva York, mientras la eterna viuda judía derrama sobre todo y todos sus prejuicios e incomprensión. Un clásico que nos explica también la evolución del feminismo, de las luchas sociales y de las imposibles relaciones intergeneracionales.
Este libro es de mi madre
Erich Hackl. Papeles mínimos
Honesto y sencillo, como los versos de su autor, el título de este poemario expresa con meridiana claridad lo que encontraremos en su interior. Según confiesa en una nota final, la intención del escritor austriaco ha sido volver al mundo de la infancia y juventud de su madre, en el Mühlviertel, una región de colinas al norte del Danubio, cerca de la frontera checa, y de ese modo "asegurarme este mundo anterior, percibirlo con su mirada, y sus palabras". A pesar de ello, reconoce que los recuerdos de la madre, narrados en primera persona, jamás habrían sido narrados así por ella. Hechos y emociones que Hackl plasma en versos que huyen del melodrama y abrazan la cotidianidad, y en los que la literatura, la ficción, aparece como reflejo de la propia inevitable subjetividad, o como la duda ante aquello que no puede conocerse con certeza.
La madre
Maksim Gorki. Cátedra
“No conozco personaje más limpio que una madre, ni corazón con más capacidad de amar que el corazón de una madre”, afirma el escritor ruso en este clásico de la emancipación femenina. Gorki convirtió a Pelagia Nílovna Vlásova, definida como una “vieja de cuarenta años”, apaleada por su marido y embrutecida por el trabajo doméstico, en una de las protagonistas más universales de la literatura rusa con este libro. La madre es el relato pormenorizado de cómo una víctima de su condición y su época es capaz de romper los dos lastres psicológicos que la atan a su condición de paria social (el miedo y la resignación) y convertirse en una combatiente por la libertad, en un sujeto activo de la Historia. Y todo ello, por amor al hijo.
La mejor madre del mundo
Nuria Labari. Literatura Random House
“La madre rara vez es un sujeto activo en la literatura, ella no escribe, sino que está escrita”, asegura la autora de esta novela que a desmonta el mito de la maternidad sin por ello prescindir de celebrar el origen de la vida. En su propia experiencia como madre basó Nuria Labari un texto transgénero, entre ensayo, crónica, ficción, pero que huye de lo confesional. “Existe mucha ideología y muy pocas ideas reales sobre la maternidad”, sostiene la autora, que confronta esta realidad con voces del pasado como las de la homínida Lucy, la Cenicienta, Platón, Teresa de Jesús, Darwin, Maupassant o Simone de Beauvoir.
Casas vacías
Brenda Navarro. Sexto Piso
La voz de dos madres: una que pierde a su hijo en el parque, la otra que se lo lleva. Con esta premisa arranca la novela de la mexicana Brenda Navarro, que, si bien aborda otros temas como la violencia estructural de su país, se centra en las múltiples formas que puede adoptar la maternidad. Casas vacías es una novela habitada por mujeres que se plantean, se cuestionan, anhelan y / o abominan (de) la maternidad. Una desea ser madre obsesivamente; otra ansía serlo y lo aborrece al mismo tiempo. Ambas protagonistas se comportan de forma convulsa y enfermiza, como si estuvieran en medio de una perenne sobrecarga hormonal. “Brenda Navarro ha compuesto una novela difícil y valiente en la que se cuestiona cada porción de ser, cada razón y cada átomo que concierne a la maternidad”, sentenciaba en su crítica Ascensión Rivas.
El nudo materno
Jane Lazarre. Las afueras
Otro cuestionamiento de la maternidad, este en forma de clásico de 1976 que continúa plenamente vigente, es el de Jane Lazarre. Como ocurre en tantas ocasiones, la idea de lo que debiera ser una vida plena y feliz entregada al cuidado de los hijos oprime a esta autora y la sume en profundas contradicciones entre lo que siente y lo que supuestamente debería sentir. De ahí que, tras dar a luz a su segundo hijo, decida escribir sobre la fricción entre las expectativas creadas y la realidad vivida en estas desgarradoras y viscerales memorias en las que la escritora confronta ese mito todavía existente de “la buena madre”.
Madres e hijas
Varias autoras. Anagrama
Conflictivas o amorosas, desentendidas o cómplices, pocas relaciones presentan la riqueza de matices de las que unen (o no) a madres e hijas. Convocadas por Laura Freixas, editora de este volumen, he aquí un puñado exquisito de relatos maternofiliales de Rosa Chacel, Carmen Laforet, Josefina Aldecoa, Almudena Grandes, Ana María Matute o Clara Sánchez, entre otras. Parecida riqueza de personajes y situaciones ofrece Madres e hijos, de Colm Tóibín (Lumen), en el que el escritor irlandés recopila sus mejores relatos sobre el tema, rebosantes de sensibilidad, ternura y humor.
No he salido de mi noche
Annie Ernaux. Cabaret Voltaire
En su gran mayoría, y por imperativo biológico, los libros de recuerdos sobre madres se centran en la infancia o adolescencia de los hijos, coincidente casi siempre con la juventud de sus progenitoras. Pero hay otras caras de las relaciones maternofiliales. “No he salido de mi noche” fueron las últimas palabras escritas por la madre de Annie Ernaux antes de versa presa del Alzheimer a principios de los años 80. “Finalmente tuve que ingresarla en una residencia de ancianos. Siempre que volvía de mis visitas, necesitaba escribir sobre ella, sobre su cuerpo, sus palabras, el lugar donde se encontraba”, escribe la narradora francesa. “Al hacer públicas estas páginas, las revelo tal y como fueron escritas. Había dejado de ser la mujer que había conocido, que velaba por mi vida, y, sin embargo, bajo ese rostro inhumano, por su voz, sus gestos, su risa, era mi madre, más que nunca”.
Una muerte muy dulce
Simone de Beauvoir. Edhasa
Dentro del mismo registro se inscribe uno de los volúmenes autobiográficos cruciales de la filósofa Simone de Beauvoir, que con una exquisita crudeza y una fina ironía presente desde el título, narró en 1964 la agonía y muerte de su madre, víctima de un cáncer que nunca llegó a saber que tenía. Desgarro y descarnamiento conviven en estas páginas donde la escritora, libre de pseudónimos, no ahorra al lector ningún amargo trago sobre temas como la vejez y la muerte, tan recurrentes en el conjunto de su obra.
Carta a mi madre
Georges Simenon. Tusquets
Alrededor de un año después de la muerte de su madre, Simenon, uno de los novelistas más fecundos de nuestro siglo, dejó de escribir. Sin embargo, los últimos días vividos en el lecho de su progenitora, la intensidad de sus miradas y la elocuencia de su mutismo le inspirarían, tres años después, uno de sus mejores libros, una joya del arte epistolar. “Hoy hace tres años y medio, aproximadamente, que moriste, a la edad de noventa y un años, y tal vez hasta ahora no haya empezado yo a conocerte. Viví mi infancia y mi adolescencia en la misma casa que tú, contigo, y, cuando me separé de ti para trasladarme a París a la edad de diecinueve años, seguías siendo una extraña para mí”, escribe el autor sobre una mujer que al verle entrar en su habitación de hospital le pregunta con frío asombro: “¿Por qué has venido, hijo?”. Marcado profundamente por el desamor y la indiferencia de su madre, Simenon la asiste hasta el final, entregado a toda suerte de recuerdos, desgarrado entre el resentimiento, un insoportable sentimiento de culpa y el deseo de ser reconocido.
El vino de la soledad
Irène Némirovsky. Salamandra
Triste, cruda y feroz, como todas las novelas de la malograda rusa blanca, El vino de la soledad narra la historia de la Elena, una niña de ocho años alter ego de la autora que posee una enorme entereza personal y una notable capacidad racional para comprender el feroz egoísmo de su madre, Bella, quien la somete desde la más tierna niñez a un maltrato psicológico criminal. Descrita como la novela más personal y autobiográfica novela de Némirovsky, la autora analiza en ella el efecto que causa en la hija la falta de amor de una madre que vive absorta en sí misma, en sus caprichos materiales y emocionales. Y el deseo de venganza que nace en ella y finalmente se materializa.
Tú no eres como otras madres
Angelika Schrobsdorff. Periférica&Errata Naturae
La actriz y escritora Angelika Schrobsdorff presenta aquí la biografía íntima de su madre, Else Kirschner, una mujer apasionada y apasionante de la pequeña burguesía judía de Berlín. Marcada por el caos afectivo, la impetuosidad, las contradicciones y el sufrimiento, y viviendo siempre al límite, Else amó de manera desordenada a tres hombres que convivieron a veces bajo el mismo techo. Su existencia organizada en torno al amor y a “la compulsión de mantenerse siempre despierta” se desmoronó con el nazismo. Enganchados en la trama y en la evolución psicológica de la contradictoria heroína, este relato fascinante nos descubre una Europa inesperada y sorprendente.
El libro de mi madre
Albert Cohen. Anagrama
Más dulces son otros retratos. Como en cierta ocasión escribió Carmen Martín Gaite, por mucho que uno crea que el dolor por la ausencia de un ser querido ha perdido intensidad, de repente un látigo de dolor al rojo vivo te devuelve al principio de la ausencia. Eso fue lo que sintió Albert Cohen cuando el 10 de enero de 1943 su madre, enferma del corazón, murió en Marsella bajo la ocupación nazi. Cohen, entonces exiliado en Londres, jamás pudo perdonarse esa y tantas otras ausencias, así que diez años más tarde publicaba este sobrecogedor y desesperado Libro de mi madre, en el rendía tributo al amor maternal, desesperado e incondicional, que marco su vida indeleblemente.
Mi madre
Richard Ford. Anagrama
“Mi madre se llamaba Edna Akin y nació en 1910, en el lejano rincón noroccidental del estado de Arkansas, Benton County, en un lugar de cuya localización exacta no estoy ni he estado nunca seguro”, así arranca Richard Ford esta despedida llena de templanza, a un tiempo conmovedora y perturbadora, de la mujer que le dio a luz y que le ligaba a un pasado en el que adentrarse es “un asunto delicado”. No obstante, el brillante narrador reconstruye, entre certezas y sospechas, pero siempre con un púdico e intenso amor, el enigma de una familia que retomará años después en Entre ellos. Recuerdos de mis padres.
Una madre
Alejandro Palomas. Siruela
Traducida a una veintena de idiomas y con una decena de ediciones en España, Una madre se ha convertido en obra de culto para lectores que gustan de historias rebosantes de sentimientos, drama y humor. Todo comienza cuando Amalia, una anciana madre tan estrafalaria como generosa, cumple su mayor deseo, que sus tres hijos, Fernando (trasunto del propio autor, Alejandro Palomas), así como Silvia y Emma y su extravagante hermano Eduardo, cenen con ella en Nochevieja. Y ya sabe lo que pasa con los deseos satisfechos, que traen más lágrimas que los no conseguidos. O, como decía la abuela Ester, hay algunas luces y muchas sombras. Y reproches, y soledades y desamor. Y en el centro, curándolo todo como sin querer, ella, Amalia, solo Una madre.
También esto pasará
Milena Busquets. Anagrama
Consciente de que el tiempo alivia el dolor pero no puede borrarlo aunque todo acabe por pasar, Milena Busquets retrata aquí a su madre, la editora y novelista Esther Tusquets, creadora de Lumen y una de las grandes protagonistas de la edición española de los años 70 y 80. Y Busquets lo hace rindiendo homenaje también a una época y un paisaje, esa costa mediterránea de inacabables amaneceres, y a una forma de vivir mediterránea, única y feliz, tejida con la complicidad de amigos y familiares. Aunque algunos pasajes del libro descubren ocasionales desencuentros entre madre e hija, estas páginas dan cuenta de la reconciliación definitiva, humana y profesional, que las unió poco antes de la muerte de la editora.