Los estragos que han causado estos meses de ciencia ficción en todo aquello que considerábamos normal son ya conocidos por todos. Como lo es también la crítica parálisis que sufrió y el tímido repunte que ahora experimenta un sector editorial castigado precisamente en su época más efervescente y que, a pesar de los desvelos del Ayuntamiento de Madrid, quizá se vea privado de su evento más potente, una Feria del Libro que en principio tendrá lugar en octubre. Pero a pesar de este panorama, las últimas semanas también han servido a las editoriales para, ante la estricta necesidad que impuso el confinamiento, explorar otras vías de difusión de contenidos: las digitales, que pasaron de ser un mero acompañamiento a presentaciones físicas y encuentros con autores a ser las únicas vías para hacerlo.
Con la filosofía de que eso no tiene por qué cambiar y de que ambos mundos pueden coexistir nace la primera Feria Virtual del Libro Independiente de España, una iniciativa que reúne desde hoy a 21 de estas editoriales bajo el lema Al pan, pan y al libro, libro. “La propuesta surgió en una conversación entre amigos, sin mayor pretensión que visibilizar algo más nuestros catálogos en estos tiempos tan tristemente confusos y difíciles para los editores independientes”, explica Lidia López Miguel, editora de Lastura Ediciones, un sello que nació en 2013 dedicado a la poesía contemporánea, y que hoy reúne en los más de 200 títulos de su catálogo todo tipo de géneros.
Inspirada en lo que estaba ocurriendo con algunos eventos de América Latina, como la FILBA de Buenos Aires, decidió junto a Ana Orantes de Kaótica Libros y José María Cumbreño de Ediciones Liliputienses, el ideólogo original, “montar una web muy sencilla e invitar a 18 editoriales, de manera que cada una pudiera disponer de un día especialmente dedicado a mostrar su trabajo”. La respuesta fue inmediata y parece haber encontrado un nicho muy apto pues como insiste López Miguel, la feria sólo pretende “visibilizar el trabajo de las pequeñas editoriales que, en muchas ocasiones, ni siquiera tienen espacio en las ferias del libro físicas, bien porque sus catálogos aún son pequeños o porque no pueden permitirse los enormes gastos que suponen estos eventos”.
"Sólo pretendemos visibilizar el trabajo de esas pequeñas editoriales que muchas veces ni siquiera tienen espacio en las ferias del libro físicas". Lidia López Miguel
Esa capacidad de visibilización es lo que destaca la editora de Huerga & Fierro Charo Fierro, veterana de la edición que lleva en el negocio, junto a su socio Antonio J. Huerga, desde 1975, y cuenta con un bagaje de más de 2.000 títulos. “La presencia en el mundo de internet está avanzando vertiginosamente, ello supone que ambos modelos puedan convivir y fortalecerse mutuamente. Las redes sociales ayudan y mucho, siempre yendo de la mano con l@s autores, a la difusión de un libro, una colección... Es ahí donde se puede crear esa comunidad de seguidores que nos permita, junto con los medios culturales, seguir manteniéndonos”, opina la editora, que reconoce que “el frenazo ha sido un duro golpe” y que las todas sus apuestas “estaban centradas en los libros que tenían que llegar a la Feria de Madrid”. Ellos serán la punta de lanza de esta feria a las 19, tras la inauguración formal de las 10 de la mañana.
¿Un mercado sostenible?
Sin embargo, el “frenazo”, usando tan gráfica definición, no ha sido igual para todos. Una de las mejores cosas que albergan eventos como esta feria es visibilizar proyectos originales y que reman a contracorriente. Es el caso de Aventuras Literarias, editorial fundada por Daniel Castillo y Mónica Vacas que lleva casi diez años investigando la relación entre literatura y geografía y editando mapas de época vinculados a un autor (Galdós, Lorca, Pessoa, Verne Conan Doyle...), sobre el que se sitúan las localizaciones de sus obras. “Es bastante triste que haya tenido que haber una pandemia para que algunos editores llamados independientes se hayan visto iluminados por el dios del sentido común y se hayan dado cuenta de que el mercado no tiene capacidad para absorber tanto libro”, valora Vacas.
"Es triste que haya tenido que haber una pandemia para que algunos editores se hayan dado cuenta de que el mercado no tiene capacidad para absorber tanto libro". Mónica Vacas
Para ellos, cuenta, el parón no ha sido nada dramático pues están acostumbrados a “un ritmo de edición es sostenible de unos cuatro títulos al año. Es cierto que con las librerías cerradas se perdieron ventas, pero nosotros apostamos por un modelo de producto de fondo”. Una visión que comparte José María Cumbreño, que hace nueve años fundó en Cáceres, “ciudad fantasma que los mapas sitúan en ese atolón interior llamado Extremadura” apunta con humor, Ediciones Liliputienses con el propósito principal de difundir en España la mejor poesía Latinoamericana actual. “En Liliputienses nada es inmediato. Sabemos que el encuentro con los lectores es algo que se producirá poco a poco. Por quien sí he sufrido ha sido por las personas que trabajan en las librerías, las imprentas y las distribuidoras. Ellas sí que lo han pasado muy mal”, se lamenta.
El engaño de lo virtual
Pero más allá de apurar los bolsillos y suscitar reflexiones en este sentido, que han provocado casos muy significativos como el parón de Errata Naturae, que no publicará nuevos títulos por el momento, durante estos meses los editores independientes han tenido que adaptarse, como decíamos a una realidad digital a la hora de hacer muchas de las funciones que antes exigían viajes, encuentros, visitas y contacto directo con autores y público. No obstante, a pesar de este boom virtual, los editores muestran prudencia ante una realidad todavía en parte inexplorada.
“Desde que en 2014 pusimos en marcha Dos Bigotes, tuvimos muy claro que las redes sociales eran una herramienta de comunicación imprescindible en la medida en que posibilitan la creación de una comunidad fiel”, explican Alberto Rodríguez y Gonzalo Izquierdo, fundadores de este sello con sede en Madrid y especializado en lecturas de temática LGTBIQ+, feminismo y género. Eso sí, abogan por que “las ferias del libro puedan volver a su modelo tradicional, que sigue siendo la manera en la que el contacto con el público es más directo. Aunque las editoriales pequeñas corran el riesgo de quedar diluidas entre los cientos de casetas siguen siendo un escaparate privilegiado”.
"Ahora mismo, la Feria del Libro no muestra, ni de lejos, la enorme diversidad del panorama editorial de nuestro país. Ojalá eso pueda cambiar". José María Cumbreño
Y es que a pesar de que todos se muestran partidarios de las coexistencias de ambos modelos, las apuestas se ven claramente y algunos recelan de lo digital pues todavía no es seguro que ofrezca las mismas oportunidades. “Todavía es un poco pronto para sacar conclusiones. Está claro que tras estos meses los hábitos van a cambiar y el mundo virtual cobrará más importancia, pero cuánta es aún una incógnita”, opina Vacas, que sostiene que el mundo digital es muy engañoso. “Tener seguidores en redes es relativamente fácil si eres perseverante y le dedicas tiempo y un poco de dinero. Lo difícil es trascender el like y que se convierta en un lector. En nuestro caso preferimos decantarnos por la calidad del producto y confiamos en el papel del librero como prescriptor”.
En busca de la diversidad
En el otro lado está el entusiasmo palpable de los organizadores, que ven la convivencia como algo muy deseable, e inevitable. Cumbreño afirma que “aunque hayan surgido, en un principio, como un sustituto, estas ferias virtuales pueden aportar mucha variedad al panorama literario de nuestro país”. Además, da otras dos razones de peso para apostar en firme por este modelo. Por un lado, como Liliputienses es una editorial que mira sobre todo a América, “para nosotros resulta importantísimo crear esa comunidad virtual. Gracias a ella, podemos ver y oír a autores que rara vez cuentan con la posibilidad de venir a España a presentar sus libros”. Y por otro, le resulta, por el precio, imposible acceder a espacios como la Feria del Libro. “Es una lástima. Ahora mismo, la Feria no muestra, ni de lejos, la enorme diversidad del panorama editorial de nuestro país. Ojalá eso alguna vez pueda cambiar”.
Por su parte López Miguel opina que adentrarse en lo virtual es “necesario para cubrir los deseos de quienes no pueden desplazarse hasta las ferias físicas, pero sí quieren estar al día de las novedades editoriales”, opina, defendiendo una propuesta que permite al editor estar disponible las 24 horas del día y al lector acceder desde casa, sin barreras geográficas o meteorológicas. “Con esta feria decimos ‘estamos aquí, los independientes existimos’. La sencillez del formato de esta feria virtual es un reflejo de lo que los editores independientes deseamos: claridad y sencillez para que se nos pueda ver”, concluye.