Convertido en paradigma de toda una sociedad y una forma de ver el mundo, tanto por su vida cosmopolita como por su trágica muerte –que la caída del nazismo apenas tres años después hizo aún más grotesca e inútil–, Stefan Zweig (1881-1942) es hoy reconocido, tras un periodo de olvido, como un intelectual de primer orden, un gran escritor y un profeta visionario que elaboró uno de los más bellos cantos de cisne de toda una civilización. Pero además de su copiosa obra como escritor–que incluye novelas, poemas, relatos, biografías, obras de teatro–, el austriaco destacó como un agudo y crítico lector que sintió la difusión de la literatura como un compromiso ineludible al que dio rienda suelta desde revistas, periódicos, prólogos de libros e incluso colecciones editoriales.
La editorial Acantilado, que prácticamente desde su fundación se ha dedicado a reeditar sus extensas obras completas, alcanzando ya casi los 40 volúmenes publica ahora Encuentros con libros, una selección de estos textos heterogéneos, eruditos, sagaces e incisivos, que abarca cuatro décadas, desde comienzos de siglo hasta casi el año de su muerte. Como señala el experto en su obra y editor del volumen Knut Beck, Zweig era "un lector impaciente y temperamental inclinado desde muy joven a tomar posición frente a los libros que leía".
Algo que le llevó a implicarse plenamente en el descubrimiento, difusión, traducción y publicación de autores contemporáneos y clásicos, en lengua alemana o extranjeros, y en multitud de proyectos editoriales tan enjundiosos como efímeros, como una biblioteca de clásicos en ediciones de bolsillo o una colección internacional de autores contemporáneos que publicarían en exclusiva para lectores bajo demanda.
Junto a espléndidas críticas de autores hoy canónicos, estos ensayos de Zweig abordan el papel del libro y la literatura en la sociedad
Pero más que un recopilatorio de críticas, de las que hay brillantes ejemplos como las dedicadas a la poesía de Goethe, la recepción en Alemania de las obras de Balzac, Flaubert, Whitman o Joyce, y el análisis, nunca complaciente ni obvio, de contemporáneos y amigos como Joseph Roth o Thomas Mann, lo que ofrece este volumen es un acceso a la compleja y edificante visión que Zweig concedía al libro y a la literatura.
Punta de lanza de una élite que hizo de la cultura, una cultura destilada durante generaciones, su manera de posicionarse en el mundo, el escritor se muestra incapaz de comprender la vida en ausencia de la lectura, una idea que sólo se le ocurre tras conocer a un joven analfabeto, como explica en el ensayo “El libro como acceso al mundo”.
"Meterme en la cabeza de un europeo que jamás ha leído un libro es tan imposible como lograr que un sordo se haga una idea de lo maravillosa que es la música", sentencia Zweig tras constatar que no le es posible imaginar su propia vida sin libros, pues en ese contexto "lo que percibía como mi yo, mi identidad, se disolvió sin remedio".