El 11 de septiembre de 1695, cuando el barco del tesoro mogol Ganj-i-Sawai estaba próximo a concluir su viaje de regreso de La Meca a la ciudad portuaria de Surat, en el océano Índico, un vigía divisó en el horizonte las velas de una fragata inglesa que se acercaba a extraordinaria velocidad. En unos minutos, la nave inglesa –de nombre Fancy y comandada por el infame capitán pirata Henry Every– había alcanzado al navío indio y hecho astillas los 12 metros de su palo mayor por pura fortuna y de un solo cañonazo.
Los piratas dejaron fuera de combate a la tripulación india y, buscando las riquezas que sabían que iban a bordo, descubrieron a un buen número de mujeres entre los peregrinos que viajaban bajo la cubierta, algunos de los cuales eran miembros de la familia del emperador mogol Aurangzeb, soberano del subcontinente indio, autodenominado Conquistador del universo y, con toda probabilidad, el hombre más rico de la tierra. Los hombres de Every, brutales y despiadados, se lanzaron a una orgía de violaciones y torturas que duró varios días antes de dejar en libertad a las víctimas supervivientes y escapar con un botín de oro, plata, piedras preciosas, marfil, mirra e incienso por valor de al menos 200.000 libras inglesas, equivalentes a unos 20 millones de dólares de la actualidad. El de Every, cuenta Johnson en su libro, fue “uno de los golpes más lucrativos de la historia del crimen”.
Es evidente que aquí no se trata de los intrépidos bandidos conocidos por los lectores de La isla del tesoro, ni de los borrachines marineros roqueros de Piratas del Caribe, a los que solo les separa de su tumba bajo las aguas un puñado de metacualonas. Johnson describe a los piratas como una “pandilla de depredadores sexuales xenófobos”. A pesar del subtítulo [del original inglés] –Una historia real de piratería, poder, y la primera caza del hombre a escala mundial de la historia–, su detallado relato de las hazañas de Every y de los intentos por llevarlo ante la justicia no es una simple historia de crimen y castigo en alta mar.
Por el contrario, el autor utiliza las extraordinarias peripecias de su protagonista como principio organizador de una reflexión caleidoscópica sobre cómo un solo hecho y las acciones de un puñado de hombres sin acceso evidente a los recursos del poder del Estado pueden cambiar el curso de la historia. Si bien el asalto al Ganj-i-Sawai habría sido una atrocidad en cualquier siglo, Johnson sostiene que adquiere mayor significado cuando se contempla como un punto de inflexión crucial en el ascenso del Imperio británico.
Según Johnson, la acción de estos hombres fue un punto de inflexión crucial en el futuro ascenso del Imperio británico
A comienzos del siglo XVIII, el poder de los soberanos mogoles que habían gobernado India durante cientos de años amasando una cuantiosa fortuna con la manufactura y la exportación de textiles de algodón y especias, estaba a punto de quedar eclipsada por el poder implacable de la Compañía de las Indias Orientales. La primera sociedad anónima de la historia, creada en 1600 para financiar las expediciones comerciales entre India e Inglaterra, se convirtió poco a poco en un instrumento del Gobierno británico para externalizar eficazmente su influencia política y económica en India. Con el ejército privado de la empresa, la corona británica conquistó y sometió todo el subcontinente a finales del siguiente siglo.
No obstante, cuando el Fancy apareció en el horizonte aquel día de 1695, la posición de la Compañía de las Indias Orientales en sus acuerdos comerciales con los mogoles todavía era débil, y solo se le permitía mantener un par de enclaves fortificados en Bombay y Surat mientras los soberanos indios lo considerasen favorable a sus intereses financieros.
Cuando los supervivientes del asalto al Ganj-i-Sawai llegaron por fin a Surat, el furioso Conquistador del universo y sus esbirros hicieron a los agentes de la compañía directamente responsables de las atrocidades del pirata Every y de los granujas ingleses a sus órdenes. El gobernador de Surat encarceló a los administradores de la empresa y cortó su comunicación con el mundo exterior. La respuesta a la crisis improvisada por estos hombres y por el Gobierno de Londres puso las bases de la hegemonía británica en el subcontinente durante los 200 años siguientes.
De no haber sido por las decisiones tomadas por un misterioso pirata en la cubierta de su barco en 1695, el mundo podría haber sido un lugar muy diferente
Una proclamación real declaró a Every y a su tripulación hostis humani generis –enemigos de la humanidad–, una fórmula legal que permitía a la corona inglesa ampliar su jurisdicción a alta mar e iniciar una persecución de los piratas por todo el mundo. Esta ley y el simulacro de proceso que tuvo lugar a continuación fueron algunos de los pasos más importantes para el establecimiento de un imperio levantado sobre el comercio mundial.
Con una estructura que reproduce la de su libro de 2006 El mapa fantasma, construido en torno al relato de cómo un médico victoriano ayudó a resolver una epidemia de cólera en el Londres de la década de 1850, el autor nos transporta a la historia del “hombre más buscado” del mundo, que se complica por la escasez de documentación histórica y la discrepancia sobre qué sucedió realmente con Every, a lo que se dedica gran parte del libro. Pero más allá del pirata, Johnson escarba en sus implicaciones y su papel en una metanarrativa más amplia. El resultado es que a menudo se obsequia al lector con fascinantes digresiones sobre los orígenes del terrorismo, la fama y los medios de comunicación sensacionalistas; la complicada física de la fabricación de cañones y las miserables condiciones de vida del marinero medio del siglo XVII.
Así, la historia que cuenta está poblada de consecuencias que resuenan a través de los siglos, sobre todo para Gran Bretaña, un país que ya en una era predigital, cedió sus responsabilidades territoriales y políticas a una poderosa empresa privada con sus propias ambiciones transnacionales. Al final, el autor también argumenta de manera convincente que los acontecimientos que describe constituyen un “tramo del río de la historia en el que pequeñas perturbaciones pueden determinar el curso que esta acabará siguiendo”, y que, de no haber sido por las decisiones tomadas por un misterioso pirata en la cubierta de su barco en 1695, el mundo podría haber sido un lugar muy diferente.