Lector infatigable desde pequeño, Ray Bradbury, que nació un 22 de agosto de 1920 en Waukegan (Illinois), acudía cada lunes por la noche junto a su hermano a la biblioteca Carnegie de la ciudad. Hijos de Leonard Spaulding Bradbury y Esther Bradbury, el trabajo de su padre hizo que la familia tuviera que mudarse en varias ocasiones hasta que en 1934 se establecieron definitivamente en Los Ángeles (California). Allí el escritor se graduó en 1938. Sin embargo, debido a la situación económica de los Bradbury, no pudo asistir a la universidad y tuvo que empezar a trabajar como vendedor de periódicos para poder mantenerse.

Con una vocación muy clara desde sus inicios, en su tiempo libre el escritor dedicaba sus jornadas a leer –Moby Dick de Herman Melville o Una princesa de Marte de Edgar Rice Burroughs figuraban entre sus libros favoritos– y a escribir. “No podía ir a la universidad, así que fui a la biblioteca tres días a la semana durante 10 años”, afirmó en una ocasión. Autodidacta, Bradbury escribía todos los días mil palabras desde que tenía 12 años con la lógica de que si completabas un relato mínimo cada semana era “totalmente imposible escribir 52 historias malas seguidas”.

Fue así como a comienzos de los 40 vendió sus primeros trabajos a algunas revistas y poco después terminó sus Crónicas marcianas, que se publicó por primera vez hacia principios de los 50. “Lo que empezó siendo un relato, un “aparte” relativo al Planeta Rojo –cuenta en la introducción del libro–, se convirtió en la explosión de una granada (del fruto, no del proyectil) en julio y agosto de ese año, cuando cada mañana me sentaba de un brinco ante la máquina de escribir para encontrar aquella nueva rareza que mi Musa tuviese a bien darme”.

En 1966 François Truffaut adaptó al cine 'Fahrenheit 451', protagonizada por Oskar Wener y Julie Christie

Aquel volumen de relatos cortos que nos llevó a descubrir y colonizar Marte por primera vez, con cierto aire moralizante que alertaba sobre las sombras de la humanidad y su capacidad depredadora, estaba repleto de textos con colores, matices y una nostálgica poesía que aún hoy, 70 años después, sigue provocando las mismas sensaciones entre sus lectores. No en vano, como afirmó Borges en 1956, “en este libro de apariencia fantasmagórica, Bradbury ha puesto sus largos domingos vacíos, su tedio americano, su soledad, como los puso Sinclair Lewis en Main Street”. ¿Cómo no caer rendidos ante ese "desierto de vaga arena azul, con ruinas de ciudades ajedrezadas y ocasos amarillos y antiguos barcos para andar por la tierra”?

Después vinieron muchos más. A lo largo de su vida Bradbury llegó a publicar en total más de una treintena de libros entre novelas, colecciones de cuentos, poemas y obras de teatro. Títulos como El hombre ilustrado, Ahora y siempre, Siempre nos quedará París, Remedio para melancólicos o Zen el arte de escribir, junto a sus emblemáticas Crónicas marcianas o Fahrenheit 451, que hoy recupera la editorial Minotauro para celebrar los cien años del nacimiento de este autor, maestro de la ciencia ficción, el misterio, el terror y la fantasía.

Fahrenheit 451 y su periplo por los sótanos de la biblioteca

Junto a sus crónicas fue, no obstante, la ciencia ficción la que le dio un lugar en la historia cuando en 1953 publicó Fahrenheit 451. Escrita en el sótano de una biblioteca con una máquina de escribir alquilada por nueve dólares y medio y junto a una docena de estudiantes, Bradbury la compuso a partir de cinco cuentos cortos que había escrito durante dos o tres años antes. “No puedo explicarles qué excitante aventura fue, un día tras otro, atacar la máquina de alquiler, meterle monedas de diez centavos, aporrearla como un loco”, recordaba él propio autor en 1993 en el posfacio de la novela.

“Fue un triunfo especial porque yo llevaba escribiendo relatos cortos desde los doce años, en el colegio y después, pensando siempre que quizá nunca me atrevería a saltar el abismo de una novela”, continuaba más adelante. Aquella historia sobre un bombero que se dedica a quemar libros prohibidos escrita durante la época de McCarthy resultó por completo profética. "Llénalos de noticias incombustibles. Sentirán que la información los ahoga, pero se creerán inteligentes", escribe Bradbury entre estas páginas de las que él mismo recordó "no hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe".

Aunque Fahrenheit 451 fue llevada al cine por François Truffaut en 1966, protagonizada por Oskar Wener y Julie Christie, y adaptada al teatro por él mismo en 1979, aquella no fue la única incursión del escritor en el sector. Antes ya había escrito cuatro episodios para la serie Alfred Hitchcock presenta (1955) y había colaborado con John Huston en el guion de la adaptación de Moby Dick. Recientemente, HBO estrenó una película homónima con una versión libre de la obra.

Admirado por escritores de todos los tiempos como Bertrand Russell o el propio Borges, John Scalzi lo calificó como “mago” y de él dijo Adous Huxley que era todo un poeta. Sus textos lo convirtieron, a su pesar, en escritor de ciencia ficción, etiqueta de la que Bradbury solía renegar a menudo al sentir que a él se le ajustaba más el término de fantasía. “La ciencia ficción es una representación de la realidad” decía y la fantasía una representación de lo irreal”.

Antes de morir el 5 de junio de 2012, a la edad de 91 años, este autor infatigable que no paró de leer ni escribir sus mil palabras diarias dejó dicho cuál quería que fuera su epitafio: “Autor de Fahrenheit 451”. Tal vez porque, como dice su famoso protagonista Guy Montag: "Detrás de cada libro hay un hombre. Un hombre que tuvo que pensarlo". ¿Y qué mejor legado para un amante de sus libros que su obra?

@mailouti