La novelística actual tiende a contar historias en las que alguien parecido al autor —muy comúnmente de forma clara él mismo— relata un lance o desarrolla una etapa de su acontecer vital. Por eso sorprenden los textos que refieren hechos ajenos —al menos de forma aparente— y que lo hacen, además, utilizando los recursos tradicionales de la literatura realista, entre ellos, y como procedimiento clave, el narrador en tercera persona. Esto es lo que hace Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) en sus obras y lo que encontramos en Fin de temporada.
De Martínez de Pisón siempre se ha destacado su carácter tolstoiano o galdosiano y nada más cercano a la realidad. Su literatura abunda en descripciones —tanto de hechos como de personajes— minuciosas, que encajan de forma impecable para construir un mundo sólido y lleno de detalles. Parece que el novelista conociera plenamente cada circunstancia y a cada individuo, que estuvo allí en cada situación y que su misión consiste en trasladarla al papel con la mayor fidelidad. Este estilo le ha proporcionado el prestigio del que goza, algunos de los premios más importantes de nuestro panorama literario (el Nacional de Narrativa por La buena reputación en 2015 o el de la Crítica por El día de mañana en 2011, entre otros) y, sobre todo, el reconocimiento de muchos lectores que disfrutan con su forma de hacer literatura.
En Fin de temporada Martínez de Pisón nos traslada a los años setenta del pasado siglo para dibujar una sociedad de provincias que no acepta que una mujer soltera se quede embarazada. Esta situación puede parecer increíble a los más jóvenes pero la realidad era tal cual la cuenta el autor. Juan y Rosa, apenas dos adolescentes, viajan desde Plasencia hasta el vecino Portugal con la intención de que ella se someta a un aborto clandestino. En el camino tienen un accidente en el que muere Juan, dejando a Rosa sola y herida. Armándose de valor, la muchacha decide tener el hijo en solitario, pero para ello ha de dejar atrás su vida, esto es, amigas, estudios, familia y ciudad. Con el fin de hacer frente a su nueva circunstancia y olvidar lo ocurrido, Rosa se ve obligada a establecerse en diferentes lugares, siempre acompañada del niño; su deseo es mantener a Iván ajeno a su pasado, pero no es posible por mucho tiempo.
Fin de temporada se pregunta por lo que sabemos sobre las personas que amamos y por la importancia del pasado
La de Martínez de Pisón es una escritura tranquila y sin aspavientos que busca contar realidades creíbles; y resulta muy cinematográfica, lo que se explica por la actividad del autor como guionista. Como sucede en la novela realista, Pisón pergeña aquí un argumento complejo y se deleita en relatar sus pormenores, incluso aquellos que no tendrán mayor relieve en el desenlace. Para ello se sirve de una voz omnisciente que incluso interviene de forma expresa a fin de encauzar la narración tras un meandro digresivo. Y centra su historia en las relaciones familiares, sobre todo en la de Iván con su madre y con un tercer personaje importante en la vida de ambos; pero también en la de aquellos que quedaron en la ciudad provinciana, custodiando recuerdos y odios enquistados, corporeizados en modelos perfectamente verosímiles.
Sus personajes están bien definidos y cargan con un pasado que los explica, aunque tal vez se observan demasiados vaivenes en el caso de Rosa; incluso en el de Iván, pero tanto unos como otros pueden explicarse por la absorbente relación que mantienen —por momentos obsesiva—, que tiene su mejor y más cruel expresión en las líneas finales. Así mismo, en el texto se describen con detalle los espacios, la geografía de nuestro país (también de Toulouse), lugares mínimos que existen realmente, trayectos por carretera que el autor conoce y que traslada a la narración con fidelidad de notario. Además, la novela se pregunta por lo que supone el conocimiento y por lo que realmente sabemos sobre las personas a las que amamos, se plantea qué pasaría si una mujer decide no abortar, reflexiona sobre el destino con una ironía amarga e indaga sobre la importancia del pasado en el tiempo por venir.