Sumidos en la actual vorágine informativa, copada desde hace meses por el coronavirus, es habitual perderle la pista a fragmentos de la actualidad que por dejar de salir en los informativos no dejan de ser plenamente reales. Es el caso de la guerra actualmente en curso en Ucrania, un conflicto capital para toda Europa que tras su espectacular e imprevisto estallido en 2014 ha ido desapareciendo de nuestra memoria, solo recordado gracias a algunos documentales como Donbass, de Sergei Lotnizsa
Paliar este olvido y contextualizar el último conflicto armado de nuestro continente es la intención del corresponsal Argemino Barro (Mugardos, La Coruña, 1984), que vivió el inicio de las hostilidades de primera mano. En su incisivo ensayo Una historia de Rus. Crónica de la guerra en el este de Ucrania el periodista superpone hábilmente dos planos: sus viajes y entrevistas durante esos tensos meses de 2014 en los que el poder del presidente Yanukóvich, atrapado entre la firmeza rusa y el hartazgo europeo, se deshacía como un azucarillo; con un recorrido panorámico por la compleja y violenta historia de Ucrania, desde la mítica fundación del reino medieval de Rus de Kyiv (el autor utiliza a conciencia los topónimos ucranianos en lugar de los rusos), o las sempiternas revueltas cosacas, hasta los negros años de la hambruna estalinista, brillantemente retratados por historiadora Anne Applebaum en Hambruna roja (Debate, 2019).
El contraste resultante de intercalar ambos tempos narrativos aporta viveza y frescura a la crónica pura de esos meses decisivos, una sucesión de testimonios que Barro recogió en todos los frentes, desde jóvenes del Maidán hasta paramilitares prorrusos de la cuenca del Donéts, la región independentista que quiere aún hoy seguir los pasos de Crimea, ya de facto una república rusa. Y a la vez, el exhaustivo recorrido histórico pone en contexto las raíces de una lucha secular, la de la independencia ucraniana contra un poder imperialista que, como recuerda Barro al cierre, no tiene pudor en mover personas y territorios como fichas de ajedrez, como se ha visto en Osetia y otros tantos lugares. Mientras, la lucha sigue en Rus.