Cuando Dolours Price murió en enero de 2013, Irlanda del Norte llevaba casi 15 años en paz, y las historias de sus luchas de juventud como miembro del Ejército Republicano Irlandés (IRA) eran solo materia de susurros en casas y tabernas de todo el país. Su obituario llamó la atención del escritor y periodista del New Yorker Patrick Radden Keefe (Dorchester, 1976), que comenzó a bucear en su historia sin saber que se embarcaba en un trabajo de varios años que le llevaría a escribir una crónica cruda, imparcial y absorbente sobre los Troubles, un conflicto que desangraría Irlanda del Norte durante casi 30 años.
“Cuando escribo mis reportajes para el New Yorker o para las revistas del New York Times lo primero no son las historias, sino los personajes, y aquí me sucedió lo mismo. No quería escribir sobre todos los hitos de la lucha armada en Irlanda del Norte, sino tratar el libro como una novela con unos cuantos personajes, ver la historia desde su punto de vista. El libro es una historia íntima sobre personas encerradas en un conflicto”. El resultado es No digas nada (Reservoir Books), un relato sobrecogedor y detallista que guarda el equilibrio perfecto entre ensayo y novela, al más puro estilo de Carrèrre o Guy Talese, y que le valió a su autor el Premio Orwell, el del Círculo de la Crítica de Estados Unidos y un puesto de finalista en el National Book Award.
La investigación sobre las andanzas de Price, radicalizada en su juventud y autora de atracos, secuestros y atentados con bomba —como el famoso del Old Bailey que perpetró en Londres en 1973, que hirió a más de 200 personas y la llevó a la cárcel— fue llevando a Keefe tras el rastro del resto de protagonistas que integran un fresco de decenas de voces: otro miembro del IRA, Brendan Hughes, el líder del Sinn Féin Gerry Adams, acusado toda la vida, incluso por sus excompañeros, de pertenecer a la banda terrorista, aunque sin demostrarse nunca, y la viuda protestante Jean McConville, madre de 10 hijos, y cuyo secuestro y asesinato en 1972, irresuelto hasta tres décadas después, es el hilo conductor de todo el libro.
"La política radical es cosa de los jóvenes, pero me interesaba saber qué piensa de toda esta violencia una persona años después, cuando se hace mayor"
“Dolours fue un personaje realmente espectacular, una mujer de vanguardia que hacía desde muy joven cosas que puedes aprobar o no, pero que eran impresionantes. Este libro nació de la idea de explorar a esta mujer fascinante, porque los Troubles son básicamente una historia de hombres. Yo crecí sabiendo quién era Bobby Sands, pero no que Price y su hermana habían hecho una huelga de hambre diez años antes”, explica Keefe, que también reflexiona en el libro sobre el futuro de estas personas que cometen actos atroces en su juventud. “Cuando hablamos de política radical, a menudo hablamos de los jóvenes, como ocurre ahora en Estados Unidos, pero me interesaba saber qué piensa de toda esta violencia y este radicalismo una persona años después, cuando se hace mayor. No sé si se han arrepentido, pero sí que todos terminaron desencantados con el proceso de paz y con la situación actual”.
Un viaje entre tumbas
Más allá de los hechos históricos conocidos, Keefe tuvo que escribir el libro poniéndose en el punto de vista de los muertos, un tipo de escritura que denomina “write arround, escribir por aproximación, captar la voz de alguien que no quiere hablar conmigo o que ya ha muerto, ya que, de los cuatro personajes principales, tres están muertos y Gerry Adams no ha querido hablar. De hecho, excompañeros suyos me decían que, aunque hablara con él nunca me diría nada. Gerry Adams es un secreto con patas incluso para él. Creo que si tiene un diario le miente, nadie llegará realmente al fondo de su mente”, apunta Keefe sobre el polémico político.
Para suplir este déficit, el periodista se valió de dos fuentes vitales, los hoy bloqueados, en una tensa disputa política entre Irlanda y Estados Unidos, archivos del Boston College, que guardan testimonios y entrevistas de miembros del IRA y los testimonios personales, cuya obtención ha supuesto una auténtica labor de investigación. “Crecí leyendo a Seamus Heaney, que en su poema ‘Digas lo que digas, no digas nada’ se refiere a la ley del silencio. Un irlandés puede estar hablando contigo durante horas, con la máxima camaradería, pero hay un tema y unas cosas que jamás va a sacar, incluso a día de hoy”, asegura el escritor.
"Un irlandés puede estar hablando contigo durante horas, con la máxima camaradería, pero hay un tema que jamás va a sacar, incluso a día de hoy"
“El libro en cierto modo trata de un código de silencio, primero en torno al IRA, y, en sentido más amplio, en referencia a los Troubles. Cuando empecé a pasar tiempo en Belfast me di cuenta de que había muchas cosas que la gente sabía que habían pasado, como una tradición oral que hacía que la gente hablara de lo sucedido, pero casi susurrando, no de manera abierta, en los periódicos ni en los libros de historia”, explica Keefe, que comenzó a pensar en cómo entrar ahí, en ese espacio donde la gente sí habla.
"La respuesta era volver y volver, hice siete viajes en cuatro años, y poco a poco fui conociendo a la gente y ganándome la confianza de ciertas personas. Al principio pensé que el hecho de ser extranjero sería una desventaja, pero después descubrí que era una ventaja. Yo no encajaba en ningún bando, venía de Marte, y eso hizo que confiaran en mí muchos tipos de gente, desde exmiembros del IRA hasta policías de la Gendarmería Real del Ulster”.
Esa riqueza de voces de ambos bandos y la ecuanimidad del escritor, no exenta de cierta ironía encaminada a “nunca tomarnos en serio a estos personajes como lo hicieron ellos mismos”, consigue un relato complejo y fidedigno ajeno a luchas partidistas. “Fue muy difícil, porque la historia de este conflicto siempre se ha escrito desde un cierto punto de vista, el de un bando o el de otro. El desafío para mí era trasladar su ambigüedad”, mantiene rotundo Keefe, que consigue hacerlo plenamente en ciertos pasajes, como el del famoso sacerdote Alec Reid administrando la extrema unción a un soldado moribundo. “La manera de enfocar todo esto era alcanzar la mayor intimidad posible con los implicados para no ser maniqueísta. El ejemplo más claro de esto es la figura de Gerry Adams, que en la mayor parte de la literatura de los Troubles es o un pecador o un santo. Y para mí es las ambas cosas a un tiempo”.
Un pasado vivo
Pero además de estas vidas siempre al filo, No digas nada muestra algo más, cómo en unos pocos años de la década de los 60 la moribunda lucha de unos cuantos viejos que recordaban con nostalgia la Guerra de Independencia irlandesa (1919-1921) atrajo a toda una generación que resucitó con mayor violencia la batalla y puso de su parte a buena parte de una población civil harta de la discriminación religiosa y social. “El factor más significativo para entender la popularización de la violencia fue la sobrerreacción de las fuerzas estatales de seguridad”, apunta Keefe, que reconoce que “sobre todo, en los primeros años de los Troubles, 71 y 72, la policía de Irlanda del Norte y el ejército británico respondían a los ataques del IRA de una forma muy desproporcionada”.
Encarcelamientos masivos sin cargos ni juicios, sentencias eternas, reclusiones en las prisiones o el uso indiscriminado, incluso entre civiles, de gases lacrimógenos condujeron a matanzas sin sentido como la famosa del Domingo Sangriento en Derry en 1972, un verdadero punto de inflexión en la violencia. “Todo ello hacía que el entorno fuera cada vez más agrio y sería interesante preguntarse qué habría sucedido, qué habrían sido los Troubles en realidad, si el Gobierno hubiera respondido de manera más lógica. Aunque visto lo visto en mi país ahora mismo, parece que la lección no se aprende”, asegura pesimista.
"El Brexit puede llevar a largo plazo a una Irlanda unida. Se obliga a los norirlandeses a elegir entre Europa y Reino Unido, y creo que la respuesta será Europa"
Como pesimista también se muestra de cara a un conflicto futuro como es el generado en las últimas semanas por el Brexit y la vuelta a una frontera que costó tanta sangre abrir. “Pienso que esta idea es una locura espectacular, un ejemplo de cómo los ingleses olvidaron Irlanda y los Troubles, un olvido casi crónico en su caso. Tengo un hijo de 8 años y sería muy fácil explicarle a él que la idea de volver a poner la frontera de Irlanda con el Norte podría ser un problema. Pero en Londres nadie lo pensó”, reconoce frustrado Keefe, que no obstante ve una vía de esperanza. “Sin duda, esta situación provocará a corto plazo más conflicto, más tensión. Pero a largo plazo puede llevar a una Irlanda unida. No sé ni cuándo ni cómo, pero lo bueno del Acuerdo de Viernes Santo era la ambigüedad para Irlanda del Norte, el darles un pasaporte mixto, y ahora con el Brexit se les obliga a decidir entre Europa o el Reino Unido… y creo que la respuesta será Europa”.
Y es que como reconoce el escritor, aunque la lucha este latente, las reivindicaciones de muchos norirlandeses todavía perviven en una juventud que no olvida el pasado. “Cuando empecé a ir a Belfast en 2014 pensaba que los jóvenes irlandeses nacidos tras la paz y criado con internet para nada iban a querer esa tensión sectaria del pasado, porque han crecido en un mundo distinto. Sin embargo, si vais a Irlanda del Norte en julio, época de marchas y conmemoraciones, hay un montón de gente joven”, asegura con cierto asombro. “Me explicaron que hay muchos jóvenes que han crecido con pocas oportunidades económicas y además no tienen un recuerdo muy vivo de qué fueron los Troubles, así que mantienen cierta ideología, no política, sino casi como algo identitario que se ve exacerbado por el hecho de que la economía está mal. Pensaba que los jóvenes querrían pasar página y abrazar el siglo XXI, pero me sorprendió hasta dónde las suspicacias siguen vigentes”.
"En Irlanda hay paz, pero no hubo reconciliación. Tiene que haber algún proceso en el que la sociedad decida cómo abordar el pasado para seguir adelante"
Como vigente sigue la memoria de muchos de quienes se embarcaron en el nuevo episodio de una guerra secular por conseguir la independencia de Irlanda frente al hoy ya caduco imperialismo británico, que según Keefe no pueden olvidar. “Hay una tendencia a la negación, un deseo de coger el pasado y dejarlo debajo de la alfombra con la esperanza de que desaparezca. Pero no se va, no desaparece. No hablar del pasado no lo elimina y no le quita su poder”, opina convencido. “De hecho, en conflictos como éste, en el que hay tantas personas todavía vivas que pueden recordar, el silencio casi hace lo contrario, le da más fuerza”.
“A día de hoy no sé cuál podría ser la respuesta para Irlanda del Norte, pero sí sé que todavía hay mucha tensión, una paz muy fría. Una respuesta es el tiempo, aunque necesitará generaciones, y creo que habrá la tentación de borrar el pasado. Pero eso es ingenuo, creo que es imposible avanzar sin revisar ese pasado”, apunta el autor antes de reconocer que “allí hay paz, pero no hubo reconciliación, que no digo que sea fácil, pero tiene que haber algún proceso en el que la sociedad decida cómo abordar el pasado para seguir adelante. Mi libro, modestamente trataba de abordar esta cuestión, aunar los dos bandos de una manera honesta”.